El turismo en el municipio de Chapala
Por: Santiago Baeza
Chapala tiene una larga tradición turística, que se remonta a la última etapa del siglo XIX. Aproximadamente unos cien años antes de que naciera Cancún, este municipio ya tenía infraestructura hotelera, restaurantes y atracciones para entretener a sus visitantes. Ya fuera por tierra a través del ferrocarril o por agua a través de barcos de vapor, este poblado ribereño contaba con los accesos de su tiempo para atraer a los paseantes mexicanos o extranjeros y a sus divisas.
De entre los “fuereños” cautivados por el paisaje, el clima y/o la calidez de su gente, muchos de ellos, quizá los más adinerados, comenzaron a adquirir privilegiados terrenos para construir sus residencias de descanso. Así fue como el pintoresco pueblito se transformó en uno de los más opulentos y cosmopolitas sitios vacacionales del país. El propio Porfirio Díaz, entonces presidente de México, optó por levantar una finca en el pueblo y, tras él, muchos aristócratas lambiscones que añoraban hacer migas con su familia.
Pero el tiempo pasó. A mediados del siglo pasado, poco a poco el poblado de Ajijic fue atrayendo al turismo, principalmente al extranjero. La demanda de viviendas para los turistas y nuevos residentes sobrepasó la capacidad de Ajijic y propició el desarrollo de nuevos fraccionamientos como La Floresta; y la industria turística del municipio terminó de plano trasladándose a la delegación.
La economía turística de Chapala responde hoy básicamente a la inercia promovida por la necesidad de un nutrido grupo de extranjeros, en su mayoría retirados, que ha encontrado en la ribera, principalmente en la franja que une los poblados de Ajijic y San Juan Cosalá, un espacio digno, barato y muy cercano a un importante aeropuerto internacional. Es decir, la economía turística de este municipio no sobrevive gracias a una estrategia real de promoción, sino solamente a una tradición que nos está llegando de fuera.
Quizá el último esfuerzo por promover a Chapala vino aproximadamente hace unos veinte años, cuando el exgobernador Alberto Cárdenas gestionó la creación de un fideicomiso para incentivar el turismo en la región. Lamentablemente, más allá de promover la creación de clínicas de la Cruz Roja (acción loable pero ajena a su responsabilidad), no se percibe un trabajo específico y con resultados tangibles por parte de esta institución que opera a través del impuesto del 2 por ciento que genera la hotelería instalada en la ribera.
Ni el gobierno federal ni el local han mostrado en años el más mínimo interés por promover a Chapala. Es más, sus políticas de distribución del agua nos demuestran que el desinterés por esta región no solo se manifiesta en lo turístico. Pero el Ayuntamiento de Chapala, principal institución gubernamental involucrada en el desarrollo económico de sus habitantes, tampoco ha mostrado en los últimos años una estrategia clara para fomentar el turismo.
Más allá de los parches y pegotes que administración tras administración le hacen a su malecón, no ha habido la capacidad de estructurar un mínimo plan integral para reposicionar al municipio como destino de descanso, no digamos a nivel internacional o nacional. Bastaría con Guadalajara, una ciudad con cerca de seis millones de potenciales turistas y que se encuentra a escasos kilómetros de distancia.
La apuesta de Javier Degollado, el alcalde, por crear una oficina destinada a la promoción de grandes eventos en el municipio habla de su interés por motivar el turismo y merece reconocimiento, pero solo resuelve una parte del reto. Las gestiones realizadas por Juan Macías, contacto del ayuntamiento con empresarios del entretenimiento ya ha rendido sus primeros frutos y es un buen paso, pero una estrategia integral para el fomento del turismo va mucho más allá de solo organizar actividades.
El patrimonio histórico y estético del municipio, herencia del auge de Chapala, espera con ansia su resacate y promoción; los turistas mexicanos que de vez en cuando vienen los fines de semana, sólo atinan a hacer cola para comer en cierto restaurante argentino de Ajijic, pues desconocen la variedad de ofertas gastronómicas que el municipio tiene, ya que nadie se molesta en darles la más mínima información; la ocupación hotelera requiere modernizarse urgentemente, pues es sabido que con tres bodas simultáneas la industria se colapsa, solo por poner algunos ejemplos.
El alcalde de Chapala, Javier Degollado cuenta con el privilegio, cada vez menos frecuente, de militar en el mismo partido que hoy gobierna en Jalisco y México. Esto le da la facilidad de generar acuerdos institucionales y obtener recursos por la vía rápida. Además, si de algo ha presumido siempre es de sus buenas relaciones y de tener una visión a largo plazo. Es tiempo de que utilice sus virtudes para levantar el turismo del municipio. Chapala tiene mucho, mucho que ofrecer, no sólo vampiritos y charales en el malecón.
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