Luis Barragán en Chapala
Por: Santiago Baeza
Luis Barragán Morfín es sin duda el arquitecto más destacado que México ha dado. Nació en el año de 1902 en Guadalajara, ciudad en la que también estudió la carrera de ingeniero civil. Su pasión por la estética y el estudio del espacio le permitieron tal reconocimiento, que hoy en día es más reconocido por su obra arquitectónica que por su obra civil.
Su trabajo comprende el paisajismo, el diseño urbano y una nada despreciable cantidad de destacadas casas habitación, principalmente en Guadalajara y la ciudad de México. El parque Revolución, hoy conocido como Parque Rojo (obra que realizó en conjunto con uno de sus hermanos); los fraccionamientos Ciudad Satélite, El Pedregal de San Ángel (en la Ciudad de México) y Jardines del Bosque (en Guadalajara) son de su autoría.
Desde muy joven y debido a sus contactos familiares, tuvo la fortuna de construir y diseñar residencias para gente destacada y poderosa. Por ejemplo, entre los años 1929 y 1930, a los 28 años de edad, construyó una residencia por encargo al destacado filósofo y político Efraín González Luna, fundador del PAN y candidato a la presidencia en 1950. Hoy la casa González Luna funciona como un centro cultural que administra exitosamente el ITESO.
Aunque en México cobró desde tiempos mozos relevancia su trabajo, en realidad su reconocimiento internacional se consolidó durante su vejez, primero, al ser convocado para exponer su trabajo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el año de 1976, bajo el título de The architecture of Luis Barragan. En 1980 recibió el premio Pritsker, considerado el Novel de arquitectura. De hecho hasta el día de hoy es el único mexicano que ha sido acreedor de tan distinguido reconocimiento.
La obra insigne de Barragán es su propia casa, la cual construyó en 1948 en la ciudad de México, y que cuenta con el nombramiento de la UNESCO como patrimonio universal de la humanidad. Esta finca es hoy un museo administrado por la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, institución de la cual formo parte desde hace algunos años.
Según un reporte que tengo entre mis manos, la cantidad de visitas que el público realiza a este sitio está al borde de los 20,000 por año, justo la cantidad máxima de visitas que establece la UNESCO para garantizar el buen cuidado del inmueble. Es decir, hemos llegado al tope permitido. Los ingresos por taquilla y la venta de artículos promocionales, además de sus libros, permite una administración sustentable de los recursos que ingresan.
Aún y cuando la experiencia nos dice que la firma Barragán es sinónimo de éxito para el uso comercial responsable de esos espacios, aún y cuando sus fincas más reconocidas en México y Guadalajara son importantes espacios culturales, las dos residencias que este insigne arquitecto tiene en Chapala están en el total abandono, durmiendo el sueño de los justos.
La Casa Jardín del Mago, ubicada en la zona más hermosa de Chapala, rodeada de opulentas villas, muchas de ellas porfirianas, es la que corre la peor de sus suertes, pues debido a los constantes movimientos geológicos que sufre el cerro de Lourdes, ha generado considerables fallas estructurales, por lo que su estabilización y posterior restauración requerirán de un esfuerzo y de recursos extraordinarios.
La otra finca ha corrido con un poco más de suerte. Si bien es cierto que también luce desolada, la realidad es que en sus interiores y a través de su fachada se puede constatar que no tiene básicamente problema estructural alguno y su restauración se antoja menor. Se ubica frente a la actual alcaldía, el antiguo hotel Nido. Sin embargo, desde que recuerdo ha estado deshabitada y sin uso alguno.
Esta casa, que en realidad pertenece al antiguo caserío original del pueblo, fue adquirida por Juan José Barragán, hermano de Luis, entre las décadas de los 20 y 30 del siglo pasado. Fue posteriormente remodelada por el arquitecto, según los cánones estéticos de su primera etapa, la cual tiene grandes influencias de las haciendas coloniales del sur de Jalisco, con algunos toques mediterráneos.
Durante la pasada campaña electoral, la fachada de esta histórica finca terminó reducida a un vil anuncio espectacular con propaganda para un partido político, al cual pertenece la familia de los propietarios. A mi en lo personal me dio mucha pena, pues no sólo se contravinieron especificaciones claras que se establecen para este tipo de construcciones relevantes, sino que además me hizo meditar sobre si los actuales dueños valoran el tesoro que tienen en sus manos.
Ambas fincas tienen un gran potencial. Si bien una requiere más esfuerzo que la otra, su restauración es necesaria. Aunque están en manos privadas, su recuperación constituye una necesidad de orden público, pues se trata de obras de arte que también forman parte del patrimonio de Chapala, México y la humanidad. Por lo tanto, me parece que el interés por rescatarlas no debe recaer sólo en sus propietarios.
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