Notas sobre la Pasión de Cristo
La imagen de la dolorosa, cuyo autor y fecha de creación se desconocen, ha pertenecido a cuatro generaciones. Foto: María del Refugio Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina.
El altar a la Dolorosa (Ajijic)
Para hacer el altar de la Dolorosa, hay que traer las mejores ramas de cortapico, uno de los árboles que a pesar de las secas y la aridez de los cerros de Ajijic por estos días, es de un verde luminoso con ramas de abundantes hojas. Así le enseñaron sus antepasados a este hombre. Abel Romero Pérez reserva la tarde para ir a cortar lo que será el fondo del escenario. Cada año, su madre y su abuela colocaban el altar a la Virgen María en la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, un viernes previo al Viernes Santo.
El doctor Carlos Alberto Cuevas Ibarra habla con el público previo a la presentación de la puesta en escena. Foto: María del Refugio Reynozo.
Abel, es heredero de esa tradición, su madre Catalina Pérez López, originaria de Ajijic, recibió de su progenitora, la imagen de la Dolorosa, la cual había pertenecido a su abuela. Cuatro generaciones en lo que queda de la memoria familiar, han resguardado esta imagen, cuyo autor y fecha de creación se desconoce. En una ocasión, alguien se interesó por comprarla.
– No, esa es mi madre y ella me va a llevar hasta donde está-, le habría contestado Doña Catalina y nunca accedió a venderla.
La pintura plasmada en una lámina metálica muestra el rostro de la virgen mirando al cielo, enjuga sus lágrimas con un pañuelo, envuelta en una atmósfera terrosa. Vestida de tonos verdes, la dolorosa, ataviada con collar, pulsera y anillo, lleva clavado en el pecho, el puñal que vaticina el dolor inmenso de perder a su hijo.
En medio del verde follaje que le han preparado, la efigie guardada celosamente por la familia, cuelga en lo alto. A sus pies, la mesa cubierta por un mantel resplandeciente presenta las veladoras y los ramilletes de flores blancas, porque han de ser blancas y no coloridas, ya que este es un día de luto, y también porque representa la pureza de la madre de Dios. Cuando tienen, le colocan un camino de clavellina y lirios blancos de esos que brotan solo en tiempos de cuaresma. Manzanilla, romero y todas las hojas verdes posibles acompañan la ofrenda dedicada a la dolorosa.
Una de las hijas de doña Catalina, recuerda que en su infancia sembraban previamente alpiste, para tener brotes como alfombra verde que regaban por goteo utilizando una teja como canal, y así gota a gota, el agua representaba cada una de las lágrimas de la virgen. También en esos tiempos acostumbraban ofrecer a los fieles que acudían a velar y rezar, un vaso con agua de limón y chía que representaba también las lágrimas derramadas. Las mujeres decían que cada Viernes de Dolores era seguro que a alguien se le rompiera un vaso.
-Ya lloró la virgen- decían, cuando el agua de Jamaica rodaba por el suelo.
La primera escena pudo recrearse a lo largo de la calle Morelos desde el panteón. Foto: María del Refugio Reynozo.
Entre las hojas verdes resaltan los recortes de siluetas blancas de papel. La túnica de Jesucristo y el soldado que le despojó de sus vestiduras, el caballo de aquel soldado, la columna donde fue azotado, el gallo que cantó tres veces y la escalera que lo llevó al tormento.
Es de noche. Doña Catalina, a sus 89 años, contempla amorosa el altar que ha visto desde niña cada Viernes de Dolores. La luz de las veladoras tirita en medio de la oscuridad y de fondo, se escuchan las voces de los niños que corretean por las calles empedradas, o los pasos de los que caminan y saludan informales, llamándose por apodos que se antojan fraternos.
Romancero de la Vía Dolorosa (Jocotepec)
El Doctor Carlos Alberto Cuevas Ibarra y todo su equipo de colaboradores vuelven a traer vida al barrio de la Campana, en la calle Morelos poniente, esta vez con la puesta en escena del Romancero de la vía dolorosa. Comienza abril con el montaje presentado por la casa productora Fariano producciones de Guadalajara y la compañía de teatro Esparta. Cuyo centro de operaciones está en el Foro Cultural Calzada, de la ciudad tapatía.
El público con gran presencia de menores, espera con expectación la aparición de los actores. Foto: María del Refugio Reynozo.
Paulo Fariano, director y productor, adaptó las escenas previstas a las calles y rincones del barrio de las que el público se apropió de inmediato.
Los más de cincuenta actores en escena estuvieron acompañados por la complicidad de un público que se desbordó.
Las estaciones del Vía Crucis están colocadas a modo de pequeños escenarios a lo largo de la calle Morelos, desde el barrio de la Campana, continuando con el barrio de la Calabaza.
Al filo de las 18:00 horas, las calles están cerradas al paso de vehículos, los vecinos comienzan a congregarse en la plazoleta de la Calabaza. El doctor Carlos coloca un banco en los cruces de las calles y sube para dirigirse al público que ya se prepara con sus teléfonos celulares. En un breve mensaje, el doctor agradece la colaboración de los vecinos, en un evento libre de intervenciones políticas y sí nacido de la iniciativa popular.
Escena del Lavatorio de los pies. Foto: María del Refugio Reynozo.
Mujeres, hombres y niños se preparan expectantes. Las miradas están colocadas hacia el fondo de la calle Morelos, afuera del panteón, ahí se encuentran ya los primeros personajes.
-Allá viene ya Papá Dios-, le dice una mujer a su niño pequeño, atrapando su atención.
Esta tarde hay más de cincuenta actores en escena. La calle es el escenario, las banquetas y los altibajos de la nomenclatura del barrio sirven para recrear cada una de las estaciones a las que el padre Benjamín Sánchez compuso una poesía.
El personaje de Jesucristo, acompañado de sus discípulos, avanza hacia la escena de la Última Cena, en donde lava los pies a cada uno de los discípulos. La plazoleta sirve de escenario para la oración en el huerto y un Jesucristo a punto del suplicio es presa del temor y la agonía presentida.
El público sufre con el actor, la agonía en el huerto. Foto: María del Refugio Reynozo.
En el público que se mantiene firme de pie, hay muchos niños y niñas siempre atentos, sus rostros sonríen o se angustian, avanzan con el contingente en el recorrido de una estación a otra, sin perder de vista a los actores.
La noche comienza a cubrirlo todo, cuando el personaje de Jesús toma la cruz para emprender su vía dolorosa. -Salgamos ya, bien amada, la de los abrazos abiertos-.
Una señora adulta derrama una lágrima cuando en la octava estación las mujeres aparecen al encuentro de Jesús y son consoladas. El público sigue avanzando y se fusiona con los actores en un genuino acompañamiento, durante la vía más amarga en el camino hacia el martirio.
La presentación estuvo a cargo de la casa productora Fariano y la compañía de teatro Esparza de la ciudad de Guadalajara con más de cincuenta actores en escena. Foto: María del Refugio Reynozo.
Al fondo ya está preparado el templete donde se colocan las tres cruces. Al centro la de Jesucristo. En la doceava estación, los efectos de luces y sonido, más el manto de la noche, envuelven a los asistentes en profunda desolación, al sentir la muerte presente.
-Oh Cisne de Dios, que cantas a la muerte presentida: ya van tus siete palabras cantando en la lejanía… ¿Qué esperas para que salga de tu corazón la vida? ¡Vuelve ya a tu casa, Pródigo, el de las manos heridas!-
Para Paulo y su grupo de actores, en Jocotepec se vive una gran experiencia, porque se ve a su público inundado de conmoción y tristeza.
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