No los veo, no los oigo, no me interesa
No hace mucho tiempo, escuché a un político local afirmar que la opinión pública no era de su interés, que aquello que se dijera acerca de él le resultaba indiferente. Inmediatamente, concluí que se refería a toda aquella opinión que dañara su imagen o que menospreciara su trabajo, pues sabemos que para la mayoría de los políticos las felicitaciones y los halagos no pasan inadvertidos y hasta pueden llegar a ser premiados, demostrando que las opiniones importan más de lo que muchos quisieran aceptar.
Innumerables personajes se han expuesto al ojo crítico de la sociedad (ya sea mediante la ocupación de un importante cargo, el reconocimiento del producto de un arduo trabajo en las artes o en las ciencias, o por ser los protagonistas de algún hecho relevante para una mayoría) y han sido elogiados o atacados por sus acciones y las causas que los llevaron a adquirir popularidad. Enfocándonos en el ámbito político, quienes se desenvuelven en altos mandos se convierten en figuras públicas, por lo que no sólo deben cuidar su imagen, sino también procurar que sus acciones y palabras sean congruentes con la misma para no fallar al sector poblacional que con su voto honesto los llevo a ganar dicho cargo.
Pensar que exista un político para quien la voz del pueblo le sea indiferente es difícil de creer, pues hasta el gobierno nacional se ha esforzado por mantener contentas o calladas muchas bocas, regalando unos cuantos entretenedores o recurriendo a algunas amenazas. No se puede ignorar a quienes se hacen escuchar por todos los medios posibles cuando tienen algo que decir, hecho que ya se ha confirmado con el poder que ahora tienen las redes sociales.
Todo político que se atreva a asegurar que la opinión social no le interesa, está acabado, especialmente si la comunidad se compone de gente que opina fuertemente, con o sin fundamento, de todo aquello que aparentemente le concierne, como en el caso de Jocotepec.
No se puede actuar en el ámbito político sin ignorar la crítica, que será la señal de un trabajo bien o mal realizado, pues la sociedad que la emite será quien dicte el veredicto final. Estratégicamente hablando, el pueblo es un aliado para el político que piense ejercer durante largo tiempo su profesión, pues no se llega muy lejos actuando en contra de él y en cambio, se trasciende con éxito cuando se trabaja por él, en conjunto.
Las opiniones variadas enriquecen el trabajo, y el poder aceptarlas y emplearlas a favor de un pueblo es la labor de un político, quien se vuelve humilde al saber escuchar y no se engrandece al pretender que no le interesan.
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