La enfermedad que más dañó su vida social, familiar y emocional, fue el cáncer de mama, padecimiento que le hizo gastar sus ahorros, además de hacerle caer en depresión. Por eso no puede pagar a SIMAPA
La señora Josefina Martínez Quevedo haciendo sus lonches en su negocio en la central camionera de Chapala.
Manuel Jacobo (Chapala, Jal).- El ruido de los camiones parece ser cotidiano. Un camión se va y otro llega, y eso significa venta para la lonchería. Todos los piden para llevar, unos porque se van y otros porque llegaron pero ambos para llevar; del fondo del local se escucha una voz que dice: “doradito o nomás calientito”, es la misma voz que dice que no puede pagar esa multa.
40 años vendiendo lonches, y casi 50 de matrimonio, eso habla del cansancio físico, habla del agotamiento corporal, habla de miles de paladares deleitados por el sabor de los lonches, pero sobre todo habla de los golpes que sufre Josefina Martínez Quevedo y que ha sabido superar, excepto el pago del agua.
Josefina es bajita de estatura, piel clara y parece tener armadura escondida. Toda su vida se ha inclinado a los sabores, a la buena mesa y los ricos manjares, su afición culinaria ha deleitados todo tipo de paladares, hasta los más necios de conquistar.
Un día, cansada de que su marido no tuviera trabajo, le hizo la propuesta a él de trabajar en la central camionera combinando el virote, la crema, la carne, la cebolla, el jitomate, el aguacate y los chiles, en el lugar donde el padre de Josefina hacía el aseo y cuidaba del inmueble. Doña Pina, como es conocida, antes trabajaba en su casa, trabajaba en la central y trabajaba en Chula Vista. “Empecé a trabajar a los 11 años, con unos alemanes. Yo les hacía la comida”, ahora sólo puede trabajar en la central.
Es madre de cuatro hijos; uno de ellos ya pereció. Ahora, sólo tres hijos son su fortaleza. Como toda madre, apoya a sus hijos; su hijo trabaja el barro y por su trabajo ha tenido complicaciones respiratorias; su hija mayor (la que más le apoyado en la vida) tiene a su esposo con enfermedad renal, y su hija menor apenas está incursionando con un restaurante y económicamente no es redituable el local, desde su local de cuatro por cuatro, nos cuenta que su hija tiene el mismo sazón.
“Nunca me cuidé de una cama. Siempre a los tres días ya estaba aquí (se refiere al puesto de lonches)”. Ésos son parte de los factores que influyeron para que estuviera a punto de perder a su hija menor. Sin embargo, la enfermedad que más dañó su vida social, familiar y emocional, fue el cáncer de mama, padecimiento que le hizo gastar sus ahorros, además de hacerle caer en depresión, por eso no puede pagar a SIMAPA.
Doña Pina trabajó desde pequeña edad, trabajó para un alemán. Lo que ella sabía es que fue inventor de cohetes; no sabía más. Walter Dornberger murió hace 36 años en su Alemania natal, lugar donde fue el director del Programa de Misiles antiaéreos del ejército Nazi. Cuando él se retiró a su país, ella dejó de trabajar en Chula Vista, y al retirarse, le pidió que le regalara a su hijo, por lo que ella no accedió.
Josefina cree que ha sufrido lo mismo que muchas personas y confía en que la virgencita y su fe le han ayudado. Su rutina empieza desde las cinco de la mañana hasta que regresa a casa, a las 10 de la noche. Hace unos años su esposo se dañó de sus rodillas por lo que ella se endrogó con más de 80 mil pesos y apenas terminó de pagar, nos comenta mientras sobre el comal prepara cuatro lonches.
Como todos los padres lo harían, Josefina y su esposo han apoyado a su hija menor para salir adelante con su local de comida que logró instalar en el municipio, junto con una amiga. “Me pidió un mostrador de acero inoxidable y yo le dije que no, que es muy caro y que en su lugar le daría una mesa de madera. Ésa que está lijando mi esposo”, doña Pina dice que quiere que sus hijos aprendan a valorar lo que les proporcionan y por eso hace eso.
Mientras su marido lija el mostrador de madera que regalará a su hija, doña Pina, con una sonrisa que salta de su rostro apunta orgullosa a su marido para mostrar el trabajo conjunto que hacen por su familia, quizá en unos días reciba ese mostrador su hija y en un futuro las cazuelas que Pina resguarda desde que empezó a vender lonches.
Doña Pina, con sus 68 años, sabe que está en un mes en que la venta es muy mala. Los meses de agosto y septiembre son los que más les pesan por la falta de venta, y no es hasta el mes de diciembre cuando el negocio se empieza a recuperar. Por eso, en este mes ha realizado reducciones en sus gastos, aún así no pierde su espíritu de caridad y cuando mira que una persona lo necesita le regala un lonche, y algunas veces hasta el refresco.
Desde la llegada a la central, salta el olor del loche, y hace evidente porque los lonches de Pina han sido enviados a distintos lugares de la república y de Estados Unidos. Mientras se realiza la entrevista de 30 minutos, su cazuela parece quedarse sin carne; un loche por cada minuto y medio, 20 lonches realizados durante nuestra estancia.
Doña Pina, desde la muerte de sus padres, ha quedado a cargo de los gastos de esa casa, y ha realizado sus pagos año con año. Con sus recibos de pago hasta el 2015, me mostró en la presidencia municipal los documentos que SIMAPA le había mandado, donde le avisan que pase a pagar más de 7 mil pesos.
Josefina, después de visitar por cinco días la presidencia para hablar de su caso y pedir que le reduzcan el pago, no lo ha logrado. Parada frente a la oficina del presidente, oficina que tiene un letrero (nuevo) que dice “La atención ciudadana será el lunes”. Parece que nunca llega el día lunes y en su caso fue atendida (con molestia) el miércoles para volver a decirle que vuelva el viernes, cosa que ella ya no puede hacer, por su edad y porque no hay quien le apoye (su hija cuida de su enfermo) y ella se ha malpasado en sus alimentos pese a su edad y su enfermedad de diabetes, padecimiento que requiere buenos hábitos alimenticios.
Pina ha recogido el dinero de las cundinas de 20 pesos a las cuales se unió para hacer los pagos del agua, pero ahora son insuficientes, y su enfermo necesita ese dinero. Por ahora, la lonchería (que ha sufrido dos asaltos) no puede aportar para pagar los costos excesivos que fueron impuestos por SIMAPA, y que la señora Pina no se niega a pagar, siempre cuando se haga el reajuste y que consideren su calidad de persona de adulto mayor.
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