LA PUERTA SE ABRE
Para mi fortuna, el enorme calor interno que sentía fue disminuyendo en intensidad, así como el ritmo frenético y marcialidad de caminata que había sostenido Alicia desde el inicio del segundo segmento. Sin disminuir la velocidad imprimió ahora un ritmo diferente a la caminata que solo puedo calificar de manera imperfecta como de “caminata de atención” rápida pero suave, buscando un desplazarse alertas pero relajados a la vez. Varios traspiés y tumbos aquí y allá nos mostraron a todos que el lograr dominar aquel ritmo de caminata y coordinarlo con nuestro necesario silencio interno iba a ser una prueba dura de lograr. Después de unos quince interminables y desesperantes minutos de búsqueda personal infructuosa, note con claridad debido a que todos llevábamos fija nuestra vista en el horizonte, que el brazo izquierdo de Rosana quien iba delante de mí se levantaba y sostenía horizontal y paralelo al suelo y a la altura de su hombro como indicando hacia adelante; Pronto pude percibir que todos mis compañeros incluyéndome a mí hacíamos lo mismo. ¿ Que nos indicaba esa señal ?
Decidí suspender todo razonamiento resistiendo la tentación de entregarme a mi viejo defecto de analizarlo todo y después de varios minutos cuando ya casi no podía sostener mi brazo en vilo, el ansiado silencio interno hizo su aparición. Todo razonamiento desapareció para dejar lugar a la clara, rítmica y potente representación mítica y trascendental que evocaba la música conchera de los hermanos Plasencia, cuyo ritmo se escuchaba desde varios contingentes adelante de nosotros. ¡ Esa era la Señal que nuestra inspirada guía nos había enviado levantando su brazo en dirección de los concheros ¡ Su música nos daría la pauta en nuestra caminata. Había solo que estar atentos a sus patrones, ritmos e intensidades para con ello dominar aun cuando fuera imperfectamente la caminata de atención que necesitábamos en esos momentos.
Uno a uno, los integrantes de Nuevo Camino fuimos bajando los brazos en señal inequívoca de que habíamos recibido la señal de Alicia y poco a poco fuimos capaces de caminar con suavidad pero enorme rapidez, con soltura pero concentrados, siempre atentos a los retumbantes y milenarios sonidos de los guerreros que nos precedían en aquella memorable romería.
Aquel era un día de oportunidad espiritual para nuestra noble nación pues éramos parte de una multitudinaria celebración en honor de nuestra generala, nuestra Virgen María de Zapopan, la Madre del Dios vivo y que se llevaba a cabo el día en que recordábamos la realidad de nuestro mestizaje y nuestro sincretismo; de la creativa fusión de lo más sagrado y ancestral de nuestras dos culturas que en toda la república Mexicana encontraban sus más logradas representaciones en procesiones, ofrendas y festividades religiosas, artísticas y culturales y en las diversas romerías que tenían lugar en diferentes fechas y a todo lo largo y ancho de su sagrado territorio.
Había en aquellos momentos, cantos, danzas, oraciones, fervor, alegría, celebración y una enorme energía que circulaba de la catedral a la basílica en oleadas cada vez más intensas y frecuentes y para beneficio de todos los asistentes. Después de unos cuarenta y cinco minutos, y cuando ya se escuchaba con gran claridad el retumbar de los tambores de los concheros que nos precedían, Alicia cambio de nuevo el ritmo de nuestro caminar a un andar marcial y con cierto balanceo lateral que se encontraba perfectamente sincronizado con el ritmo que imprimían los tambores concheros. Estábamos prácticamente arribando en esos momentos al final del tercer segmento de la romería ubicado en el cruce de la carretera vieja a Zapopan con la Avenida General Manuel Ávila Camacho.
Los retenes
Cuando me preguntaba por qué habíamos adoptado ahora un andar marcial encontré casi de inmediato la respuesta, pues una vez cruzamos -no sin dificultades a pesar de venir dentro del área acordonada- la carretera vieja a Zapopan que se encontraba pletórica de feligreses que esperaban ansiosos a su Virgencita, nos dimos cuenta que había un grupo numeroso y disciplinado de organizadores de la romería que estaban prácticamente desintegrando a todos los contingentes en el inicio de un enorme arco de cantera que enmarca el ingreso a la zona peatonal y enorme plazoleta que conducen al atrio de la Basílica. Su intención era por supuesto facilitar el ingreso de la Virgen de Zapopan a su sagrado recinto. Los únicos que esperaban ya en el atrio a la parroquia eran los hermanos Plasencia que continuaban incansables sus danzas guerreras y sus cantos fervorosos.
Alicia utilizo de nuevo la ayuda de señales que fueron imitadas uno a uno por todos nosotros para hacernos saber que debíamos reforzar nuestro andar y emplear a fondo todo nuestro silencio interno para no ser desbandados antes de arribar al atrio. Levanto su brazo derecho al cenit unos instantes, luego lo bajo a la altura de su hombro paralelo al suelo y después de otros breves instantes lo bajo completamente a su posición original. Uno a uno, fuimos imitándole. Cuando Krista, quien cerraba impecablemente nuestra formación, termino de bajar su brazo éramos ya una compacta y poderosa unidad. Uno a uno, lográbamos ser los últimos en pasar los diversos retenes que escalonados iban deteniendo a los diversos contingentes.
Habíamos logrado recorrer en todo su largo las cuatro o cinco cuadras adoquinadas que albergan casas viejas y negocios que dan paso a la enorme plazoleta e incluso recorrer en línea recta casi completamente la amplia plazoleta peatonal que da acceso al atrio de la Basílica cuando encontramos frente a nosotros un escollo formidable, pues una larga fila de organizadores que había notado nuestra presencia se acercaba a nosotros encarándonos en forma de abanico para cerrarnos totalmente el paso pidiéndonos a gritos en forma cortes pero firme que abandonáramos la plazoleta porque ya casi llegaba la Virgen y nadie podía estar en donde nos encontrábamos.
Cuando se participa en una multitudinaria celebración en la que poderosa energía espiritual es manipulada en forma consciente por ciertos grupos e inconsciente por el grueso de los participantes, la dimensión sagrada de la celebración puede modificar en ocasiones y de manera momentánea las condiciones espacio-temporales en las que nos manifestamos. Dicha situación debió haberse presentado a través de la voluntad inquebrantable y silencio internos que por instantes preciosos Nuevo Camino manifestó como un solo ser, pues el hecho es que ya cuando casi se producía el encuentro entre caminantes y organizadores a unos metros de la puerta de hierro que delimita el acceso principal del atrio de la Basílica, de manera bastante notoria, el ritmo y volumen de los tambores concheros aumento considerablemente y con características que evocaban con toda claridad la interpretación de una danza guerrera.
Alicia continuo inmutable al frente sin detener su marcha ni titubear por un instante y en vez del inminente choque, la barrera humana que formaban los organizadores se hizo a un lado en los últimos momentos y se convirtió en dos columnas laterales que protegieron nuestro ingreso al atrio de la basílica. Alcance a escuchar varios gritos que repetían:
– ¡ Estos son los últimos, nadie más, cierren el paso, cierren el paso, allí viene ya la Virgen ¡ –
Al trascender por el umbral del arco de piedra que enmarca el ingreso principal del atrio de la basílica sentí que me tocaban suavemente con la mirada por decirlo así, y al voltear a mi izquierda para indagar sobre mi extraña percepción note asombrado los ojos puros y luminosos y la sonrisa de un anciano limosnero que estaba sentado en uno de sus escalones. Apenas repuesto del fugaz encuentro con el enigmático personaje que tranquilamente esperaba la llegada de la Virgen, escuche de nuevo los rítmicos y ancestrales sonidos de los concheros que bailaban en el atrio a nuestro alrededor y que parecían con el nuevo énfasis que estaban imprimiendo a sus melodiosos cantos, estar al tanto de nuestro logro al haber llegado hasta donde ahora nos encontrábamos.
Continuamos avanzando unos metros más al frente hasta situarnos en el centro del atrio y en ese preciso instante las enormes puertas de madera de la Basílica se abrieron ruidosamente. El sacristán que las abría para recibir la inminente llegada de la Zapopana no pudo ocultar su sorpresa al ver frente a sus ojos a nuestra peculiar agrupación. ¡ Que magnifica señal ¡ La Zapopana bendecía nuestro noble esfuerzo abriéndonos las puertas de su corazón ¡ Comprendiendo que el tiempo apremiaba por la inminente llegada de la Virgen todos nos hincamos frente al ingreso y realizamos una breve oración de agradecimiento por las gracias recibidas, para de inmediato ir a ubicarnos en la parte izquierda del atrio con intención de recibir discretamente y desde esa posición la llegada de nuestra querida Generala. Los concheros que no cesaban de cantar nos dejaron muy claro que aceptaban formáramos parte de su grupo allí en el atrio pues varios de sus danzantes pasaban por detrás de nuestro pequeño grupo danzando y cantando.
Jubilosos y agradeciendo con genuflexiones y muestras de respeto a los concheros por su invaluable ayuda durante toda la jornada, abrazamos efusivamente a nuestras impecables guerreras Alicia y Krista que nos habían conducido una al frente y la otra cerrando nuestra formación, con gran habilidad y bravura en aquella memorable jornada. Acto seguido, nos tomamos de la mano para esperar a la Zapopana.
No tardo nuestra Madre mucho tiempo en hacer su aparición rodeada del amor y del fervor de su pueblo, entre vivas y cantos, lágrimas y aplausos. El verla pasar rumbo a su casa y a su bello retablo desde el cual nos colma a diario de bendiciones y gracias inmerecidas, cimbro hasta lo más profundo nuestros corazones. En el mismo momento en el que su venerada imagen traspasaba el umbral de la Basílica percibí desde mi corazón y con toda claridad que un intercambio de vibraciones amorosas y energía espiritual poderosísima tenía lugar de manera instantánea y simultanea entre los sagrados santuarios de Zapopan, Talpa, San Juan de los Lagos y el Tepeyac.
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