Vendedor de Semanario Laguna.
Por: Maria del Refugio Reynozo Medina.- Josué, un joven de 22 años es el mayor de tres de los voceros, que llevan la noticia impresa del semanario Laguna a los que aún aman leer en papel.
El día comienza con rastros de lluvia, me encuentro con Domingo Márquez, Director General del medio. A las nueve de la mañana coinciden en las oficinas del semanario en el Centro de Ajijic, los jóvenes voceros para recorrer sus rutas con los ejemplares impresos.
Cuando Josué empezó con la misión de llevar los periódicos a las calles no encontró buena respuesta, la mayoría de las casas lo rechazaban, luego comenzó a anotar en un cuaderno a las personas que sí le compraban, hasta trazar la ruta que recorre cada semana.
Vendedor de Semanario Laguna.
El viernes en Chapala, desde alrededor de las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde en que reparte hasta cien periódicos.
La otra ruta es en Jocotepec a donde se va también en la mañana y vuelve después del mediodía. Por ambas rutas puede ganar desde cuatrocientos hasta quinientos pesos, dependiendo de las ventas.
-Cuando vendo es lo más chido, también cuando les digo la noticia y se emocionan.
Para Josué, poder llevar la noticia es motivo de orgullo.
-Se me otorga un poder muy grande
Antes de vender el periódico, Josué lo lee para poder contar a sus clientes las noticias más relevantes, a los que aborda con una expresión de seriedad y un eslogan creado por el:
“Laguna, su periódico de confianza”
Iván es otro emisario de la noticia desde que tenía doce años. A la vez que estudiaba la secundaria era repartidor de los periódicos, y hoy sigue combinando su gusto por repartir la noticia en las calles con la escuela. Desde hace cuatro años cumple con la misión de llevar casa por casa la nota impresa; llega a vender hasta cincuenta periódicos. A veces le preguntan desde adentro de las viviendas: “¿Es El Charal?”, refiriéndose al periódico El Charal extinto hace unos diez años fundado por Héctor del Muro.
Dante es el tercero de los voceros, está por comenzar el bachillerato, quiere ser maestro y programador, para él vender el periódico más que un trabajo es una oportunidad para recorrer las calles de su pueblo y descubrir muchas veces parientes lejanos. Por cada periódico que vende gana tres pesos, con los que ha podido comprarse su consola de videojuegos, ayudar con el gasto a su familia, y comprar en ocasiones su propia comida, además de que ya aprendió a cocinar dice orgulloso.
Con su paquete de cincuenta periódicos, emprende el camino por las calles del centro. Domingo Márquez y yo vamos con él y caminamos a su paso.
-¡El periódicooo!- dice con voz fuerte y se asoma por la ventana de la primera casa, aparece una mujer adulta de pelo cano con gafas y con paso lento acude hacia la puerta, antecedida por el ladrido sordo de un perro; toma el impreso y regresa con su lento andar y el periódico en las manos.
Vendedor de Semanario Laguna.
-¿Viene bueno ahora?- pregunta un hombre desde dentro de un local.
-¿Qué trae ahora?- dice otro.
-Mis clientes muchos ya no caminan, no tienen celular ni internet para leer- me cuenta Dante.
Llegamos a un local de pollos fritos, detrás del mostrador no hay nadie. Hay un radio encendido y la voz de Joan Sebastian hace competencia al grito de ¡periódicooo! que por más que se repite nadie aparece.
Seguimos avanzando.
-¿Cuánto cuesta?- dice una mujer detrás de los barrotes de la puerta.
-Ya subió, antes costaba catorce- se responde ella misma.
-No está el que lo compra- dice una señora mayor en otra de las viviendas.
-No completo- dice la mujer de al lado de la tienda-. El sábado me lo paga.
“Hoy rico pozole” dice un anuncio escrito a mano afuera de una casa, y una olla vaporera cuelga del marco de la puerta.
Seguimos el recorrido buscando más lectores, cuatro horas a pie tocando puertas, saludando, intercambiando pláticas y dando un avance de las noticias del día.
Con la pandemia, muchos lectores dejaron de comprar el periódico, la venta de unos sesenta y cinco ejemplares llegó a reducirse hasta treinta y cinco.
Para hacer posible la noticia, trabajan reporteros, correctores de estilo y editores, colaboradores externos también. El costo semanal para producir Laguna, es de dieciséis mil pesos. El tiraje del semanario es de 1500, los ejemplares que quedan, los donan para reciclaje y uno de ellos va a la hemeroteca.
Para recuperar los costos que conlleva un medio impreso, los esfuerzos son grandes, la publicidad es muy importante. Un anuncio de media plana cuesta mil quinientos pesos, la contraportada seis mil pesos y trescientos cincuenta pesos un octavo que es la publicación más pequeña. En alguna ocasión, el Director de Laguna ha tocado puertas para vender los periódicos que se están quedando.
Para los muchachos vendedores de periódicos, los lectores tienen rostro, hay veinte suscriptores, además de los hombres y mujeres adultos mayores que son sus fieles compradores.
Los voceros, representan el último eslabón de una cadena de esfuerzos para llevar la noticia impresa a los lectores de papel, así llegan las letras, a fuerza de los pasos andados por las calles, de manos de los jovencitos que mientras llevan los periódicos no trabajan, sino que caminan la vida.
Ajijic. 10 de julio de 2021
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