Una colaboración del Archivo Histórico de Chapala
Las blancas torres de la iglesia parroquial se destacan en la atmosfera, como bancos de hielo, convertidos en pirámides de triángulos esbeltos. Gibbon 1892.
Una de las más importantes huellas que dejó el párroco don Raúl Navarro Ramos en Chapala es, sin duda, la remodelación casi total de la iglesia parroquial de San Francisco de Asís, destacando su gran torre, de estilo corintio, llena de originalidad, belleza y proporciones.
A mediados de 1968, bajo proyecto y dirección del ingeniero Ricardo Agrás, iniciaron los trabajos de esta monumental obra artístico-religiosa, quedando como maestro responsable el reconocido artesano chapalense Antonio Torres Herrera. Como oficiales de albañilería estuvieron Pedro López (†), Pablo Hernández (†), Andrés Enciso y cuatro peones de los que se recuerda a Ramón Vázquez y Pedro “Cotijo”.
A los quince días, por la razón de que no sabían cómo pegar la cantera, se incorporó como maestro responsable el señor Miranda, bajo la supervisión del señor Antonio Torres, e ingresado, además, los oficiales Pedro Flores, Juan Cervantes José Reyes, y los peones Francisco Ibarra y Alfredo Miranda.
Se dio prioridad a la edificación de la torre. En los planos originales autorizados en la Ciudad de México por la dependencia de Monumentos Nacionales estaba contemplada la remodelación de ambas torres, ya que los estudios realizados arrojaron que la construcción tiene capacidad para sostener dos torres del mismo peso de un solo lado.
La torre original no se tumbó toda, sólo las columnas y capiteles que tenía alrededor. Se reforzó lo que había de material dentro, se pegó la cantera para las columnas cónicas y los capiteles, todo estilo corintio.
Los maestros labradores de cantera vinieron de San Luis Potosí y Yahualica de González Gallo, bajo la dirección del maestro Antonio Jasso, fueron dieciocho canteros y cinceladores quienes labraron las lozas.
Un gran escultor, nativo de Yahualica, de nombre Marcia, cinceló las bellas molduras, cornisas, repisas y angelitos de los altares laterales en el interior del templo, convirtiéndolo en verdaderas joyas de arte.
Posteriormente vino de Guadalajara otro gran escultor llamado José Luis, quien fabrico la preciosa Torrecilla con angelitos que sostenían el manto en el reloj que airosa se levanta en las alturas del frontispicio.
Cuando se inició la obra del altar mayor se tumbó todo, y bajo dos columnas grandes en el centro donde el sacerdote dicta misa se encontraron pedazos de género como lana, color morado, restos humanos, un cráneo y como el 70 % de huesos. Vinieron unas personas de la Ciudad de México, los analizaron y resultó que eran los restos del gran santo catequizador fray Miguel de Bolonia, por lo que se pusieron en una cajita y se introdujeron en la pared al lado sur del altar mayor donde actualmente reposa.
Cuando cambiaron al señor cura Raúl Navarro, vino en su lugar don Ramón Hernández. El maestro José Miranda entregó la obra al señor Ramiro Siordia, quien concluyo el altar mayor y detalles que quedaron.
Cabe mencionar que también se proyectó en el lado norte del atrio una fuente de cantera que figuraba caudas de agua con lámparas para su iluminación, con un monumento de un niño orinado y una gran puerta del mismo material para ingresar al curato.
A la llegada de este nuevo párroco se hicieron modificaciones al plomo original, como se observa en las construcciones de ladrillo laterales en el atrio, que rompen con el bello estilo de la parroquia, al parecer con ideas distintas a su antecesor se infiere que es la principal razón por la que ya no se continuo con la modificación de la otra torre.
El costo de esta bella obra se ignora, ya que el párroco Navarro aporto de su peculio, apoyo del arzobispado y la cooperación de los feligreses.
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