Los pasos de la discordia
Ajijic tiene la fama de ser un pueblo tranquilo y lo es, siempre y cuando nadie se meta con su empedrado, así sea con el pétalo de una rosa. La última ocasión en que el Ayuntamiento de Chapala osó tocar las piedras que en conjunto conforman las vialidades del pueblo, al final de la última administración panista -encabezada por Joaquín Huerta-, la crispación social en aquel entonces pudo haber terminado en desgracia, luego de que el gobierno azuzó al gremio de albañiles e instaló frente a la plaza una manta con los nombres de cada uno de los principales oponentes a las obras de instalación de cemento en algunas de las calles del centro.
Ahora el actual Ayuntamiento vuelve a poner el dedo en la llaga de piedra, al continuar en Ajijic los pasos peatonales de cemento color amarillo que ya instaló en otras delegaciones del municipio. En Facebook ya existe un grupo denominado “No al cemento Ajijic”, en el que participan cerca de un millar de usuarios y que ha servido para ensalzar la fisionomía pueblerina del asentamiento, además de demandar a la autoridad municipal una vía de diálogo para encontrar soluciones consensuadas a las necesidades de la población pues ven en estas obras una imposición.
Por su parte, el Ayuntamiento argumenta que en su momento sí se consultó a la ciudadanía al respecto y que estos pasos peatonales forman parte de un paquete de medidas para que el municipio de Chapala encuadre dentro de la norma internacional denominada “Ciudades Inclusivas”. Incluso aseguran que en San Antonio Tlayacapan y en San Nicolás de Ibarra esos mismos cruces ya se instalaron y no hubo quejas por parte de la población.
A mí me parece loable que el gobierno haga un esfuerzo por hacer del entorno urbano un sitio más amable e incluyente, sobre todo si tomamos en cuenta que buena parte los turistas y residentes extranjeros, que aportan una nada despreciable cantidad de divisas, son personas de la tercera edad y entre ellos hay muchas personas cuya condición física tiene los deterioros que el tiempo impone. Bastones, andaderas y sillas de ruedas forman parte del paisaje urbano del pueblo.
Sin embargo, me parece un tanto surrealista el tener pasos peatonales incluyentes, mientras que la gran mayoría de las banquetas del pueblo son totalmente excluyentes, pues son muy angostas y están plagadas de postes que impiden el paso a cualquier persona que sea incapaz de utilizar sus dos piernas, así sea un bebé en carriola, un lisiado o un anciano.
También me parece muy excluyente que, cuando se trata de obras de infraestructura urbana, el recurso siempre encuentre prioridad en las zonas turísticas, mientras que las calles que suben al barrio del Tepehua, por ejemplo, se caen literalmente a pedazos. En esa zona usar una silla de ruedas sería un acto suicida.
Uno de los argumentos de los quejosos, uno bastante interesante, es que no quieren que sus pasos peatonales se parezcan a los de las otras delegaciones. Su argumento es que el ayuntamiento quiere homogeneizar la imagen urbana de todos los pueblos que conforman el municipio, sin importar que cada uno tiene sus propias esencia, dinámicas y fisionomía. Digo que es interesante este punto, pues muestra al oriundo de Ajijic tal cual es: orgulloso y necio, dos rasgos que no necesariamente son malos, sino respuestas naturales ante la histórica invasión cultural a la que son permanentemente expuestos. Esta actitud les ha permitido mantener viva y cohesionada su identidad.
Yo creo que al ayuntamiento no le vendría mal acercarse a estas voces discordantes y dar un paso más hacia la socialización de sus propios proyectos. Un poco de diálogo y la apertura para incluir otros puntos de vista, aunque ello implique variar en algunos detalles las acciones que tienen previstas para Ajijic, podría dar a las autoridades involucradas la imagen de un gobierno que escucha y que es sensible ante las opiniones del pueblo al que atiende.
Está claro que cuando el gobierno actúa no le da gusto a todos. Como se dice comúnmente: le pasa como al cohetero, pues si le sale le chiflan y si no también.
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