El poder que emana del pueblo
Marcha por los desaparecidos en Chapala.
Por Santiago Baeza
El lunes 15 de junio fue uno de los días más emocionantes que he vivido. Fui testigo del poder y de la fuerza que emana del ciudadano y no porque lo diga la constitución, sino porque cuando el pueblo se une por una causa noble, ese poder hace cimbrar a los edificios vibra, contagia, mueve, conmueve.
Centenas de ciudadanos, madres, esposas, hijos, hermanos y amigos de chapalenses desaparecidos en los últimos años, convocados por la ausencia de Gris, Adán y Wences, jóvenes conocidos y apreciados en la comunidad y que habían sido “levantados” -es decir, privados ilegalmente de su libertad- al principio de la semana pasada, salimos a la calle a exigir seguridad, justicia y paz.
Últimamente hemos visto cómo las manifestaciones públicas en el país y en Jalisco se tornan más violentas. Los saqueos, los disturbios, la destrucción, el amotinamiento y el ataque directo a los policías, por un lado, y la respuesta en ocasiones desmedida por parte de las fuerzas de seguridad, se han vuelta algo cotidiano.
Es verdad que la inseguridad reina en Jalisco y México. Es un hecho que el crimen organizado controla territorial y estructuralmente de una u otra forma en cada rincón de nuestro estado. Por eso los malos saben que tienen el fuero que les otorga la impunidad de la barbarie y se rigen bajo una ley alterna en la que impera el más fuerte, el más violento y buscan someternos a todos a sus propias reglas.
Las últimas manifestaciones en Jalisco han tenido que ver con la alarmante inseguridad. El asesinato de un jóven en el vecino municipio de Ixtlahuacán indignó a la sociedad. Las imágenes de un EEUU en llamas debido a los disturbios que se dieron tras la muerte del afroamericano George Floyd y, presumiblemente, la intromisión de algún grupo político para desestabilizar al gobernador Enrique Alfaro, prendieron la chispa de una semana difícil para Guadalajara.
La siguiente semana las dificultades se trasladaron a Chapala. La noticia de la desaparición de los tres provocó la indignación social y también el hartazgo. Las redes sociales se movieron de tal forma que la noticia subió a nivel nacional, primero, y luego se publicó en agencias internacionales. Estoy seguro de que en el gobierno de Jalisco ya no estaban dispuestos a que Chapala se convirtiera en el nuevo dolor de cabeza del gobernador, pues rápidamente se anunciaron movilizaciones sociales, tanto en la alcaldía ribereña, como en Casa Jalisco, en Guadalajara.
Da la impresión de que el gobernador instruyó a su fiscal y a su secretario de seguridad para que utilizaran todos los recursos disponibles a la búsqueda de nuestros tres desaparecidos, seguro por el peligro inminente de las vidas de los cautivos, pero también para “desactivar” las movilizaciones programadas. Tan es así, que al no poder dar una rueda de prensa para anunciar su rescate, por la premura del tiempo, decidieron difundir un comunicado menos de una hora antes de la protesta en guadalajara.
Mientras los ciudadanos nos manifestábamos, en ese preciso momento, la policía del estado inició el operativo de rescate, pues a través de los equipos técnicos de la fiscalía habían logrado ya rastrear y ubicar la casa de seguridad donde estaban, maltrechos pero con vida, nuestros tres amigos y otros cinco desconocidos más. Entiendo que llegaron justo a tiempo, pues al parecer ya estaba dispuesta la fosa en la que los pensaban enterrar.
Evidentemente hubo un trabajo eficaz y muy profesional por parte de los cuerpos de seguridad estatales. Pero también hay que reconocer que la prontitud de respuesta por parte de nuestras autoridades se debió también a la presión social. A que en Chapala perdimos el miedo a que nos vean en la calle pidiendo seguridad aún en medio de una pandemia, ejerciendo ciudadanía, uniéndonos al dolor de los que sufren, pero también alzando la voz para decir ya basta.
El lunes pasado para mi será inolvidable. La marcha fue en total silencio, el silencio de los que se llevaron. En cuanto el contingente arribó, todos nos tiramos al piso un par de minutos, en homenaje a los que nos han arrancado de nuestras comunidades. Los mismos manifestantes dispusimos una soga a lo largo de la fachada del antiguo hotel “Lido”, la actual alcaldía, a manera de valla, para contener cualquier intento de ataque al edificio. Mantuvimos total disposición al diálogo y en consecuencia el alcalde de Chapala, Moisés Anaya, nos recibió y nos escuchó en su oficina.
Todavía hay muchos cabos sueltos y nos falta mucha información como para sacar las mejores conclusiones sobre este dramático incidente por el que atravesamos la semana pasada. Todavía debemos seguir involucrados como sociedad activamente si queremos vivir en un mejor lugar. Pero estoy seguro de que nuestra movilización fue un parteaguas, por lo menos aquí en Chapala. Movimos nuestro poder y ese poder abrió puertas, movilizó estructuras, acorraló a la delincuencia y propició el rescate de los nuestros. Sociedad y gobierno ganamos. Por lo menos en esta ocasión.
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