MOMENTO DE REFLEXIÓN
Lago de Chapala. Foto: Héctor Ruíz
Por: Daniel Jiménez Carranza
Estimados Lectores, en este mi inicio, paradójicamente coincide con el final de este año, en el que nos hemos visto inmersos en una serie de acontecimientos que han afectado nuestra vida diaria, y obligado a adoptar medidas extraordinarias en cuanto a nuestro esquema de comportamiento cotidiano; por segundo año hemos estado sujetos a los vaivenes del desarrollo y evolución de un imperceptible virus, que ha modificado nuestros hábitos y costumbres, además de los cambios geológicos naturales de la tierra, no sólo a nivel local, personal, sino a nivel mundial catapultando las economías al grado que potencias como EE.UU. y la UE, se encuentran en una seria disyuntiva entre adoptar medidas restrictivas hacia la población, con los consecuentes efectos económicos, o bien permitir el desplazamiento regulado en reuniones familiares y eventos que congreguen un gran número de personas.
Esto no es sino el inicio de una modificación sustancial en la vida de la humanidad, que se ha venido gestando como consecuencia de los excesos cometidos por el ser humano en detrimento de la naturaleza, de las propias relaciones humanas, llegando a un bochornoso extremo que el propio hombre no ha logrado identificar, y que ahora un diminuto ser imperceptible a simple vista como lo es un virus, nos ha obligado a adoptar medidas hasta ahora inusuales a lo largo y ancho del planeta, mismos que serán parte de nuestro hacer rutinario en el futuro: las comunicaciones personales, se distancian, mismas que se verán sustituídas por equipos electrónicos de comunicación propiciando que los centros de reunión y concentración, antes obligados, pasen a un segundo término; aquéllos de esparcimiento y lujuria, estarán asimismo, restringidos en su uso, incidiendo en un reagrupamiento familiar, que en muchos casos, resultará en rompimiento, por la propia naturaleza de la inercia desarrollada en el pasado por todos los apetitos, existentes fuera de casa; los desplazamientos internacionales, se verán más restringidos y condicionados a diferentes regulaciones, así como aquéllos innecesarios que en forma habitual realizamos en nuestro alrededor, todo ello, amén de muchos otros cambios, porque esta pandemia, con su gran influencia desatada a nivel mundial, no podrá erradicarse en el corto o mediano plazo.
Debido a ello, es necesario reflexionar sobre nuestros propósitos para el año que se avecina, porque usualmente en estos tiempos, acostumbramos correr a comprar regalos, celebrar comidas de trabajo, preparar exquisitas cenas con la familia, olvidándonos del gran compromiso que tenemos con nosotros mismos y con la sociedad, de adaptarnos a los cambios que enfrentamos, asumirlos con responsabilidad suficiente, a través de profunda reflexión sobre nuestros excesos consumistas, sobre nuestra integración familiar, sobre nuestros semejantes, que ahora mismo, requiere mayor solidaridad, cohesión e integración, porque únicamente por medio del mutuo apoyo, podremos salir avante de las calamidades que nos agobian en el presente, y que en el mediano plazo no se visualiza su disminución, sino lo contrario, como consecuencia de la inercia de vida que nos precede, negándose a en muchos casos a adaptarnos a la nueva realidad.
Que el año nuevo se manifieste en todos nuestros corazones con este propósito.
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