‘A mí siempre me gustó que mis alumnos fueran los primeros, nunca los últimos’-, maestra Catalina Valencia Navarro
A la “seño Cata” no le gustan las fotos. –Estoy muy fea- Me dice. Pero su presencia la contradice. Foto: María Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina.
A sus 93 años, anda sola por la casa, apoyada de una andadera con un rostro impecable. –Yo soy muy feliz- dice detrás de un hondo suspiro.
No hace falta que lo diga, lo anuncian sus pasos de lento pero seguro andar, sus bonitos ojos luminosos y la apacible sonrisa enmarcada por sus bruñidos cabellos. Lleva unos zapatos negros que dejan ver sus dedos perfectos. Una falda larga línea “A” color caqui y una blusa suave color almendra.
Catalina Valencia se retiró a los 82 años; fueron 62 años de servicio como maestra.
-Es un error estar en el magisterio si no nos gusta- comentó.
Además de ser maestra de primaria, le tocó empezar a dar vida al proyecto de la Secundaria Magdalena Cueva en 1963; junto con la directora Antonia Palomares Peña. Ahí impartió clases de inglés y geografía. La primera primaria completa la formó la maestra Palomares, porque en ese tiempo en Jocotepec, la primaria elemental era solo hasta cuarto grado.
-La directora confiaba mucho en mí, ella era enérgica muy preparada-
La “seño Cata” como le decían sus pupilos, cuenta sus vivencias como si fuera ayer, recuerda datos, nombres.
-Le voy a contar, que bonito- dice con emoción.
“La directora nos comisionó para ir por todo el pueblo invitando a los muchachos casa por casa”.
La primera secundaria inició en un edificio prestado, el de la escuela Primaria José Santana. En la tarde, ya que los niños de la primaria habían terminado su jornada.
Había un personaje muy conocido, Mario González Barba, él fue el padrino de la primera generación, impartió clases de biología.
El sacerdote Santiago Ramírez impartía la clase de dibujo y el Ingeniero Jorge Ibarra Gálvez de química.
También fueron a invitar a los pueblos; a San Cristóbal, Zapotitán, Huejotitán y El Molino. Era una secundaria por cooperación, recuerda que pagaban 30 pesos al mes. Los maestros ganaban 15 pesos la hora y si es que había para pagarles. Había un patronato conformado por personas de la comunidad que transparentaba los recursos.
En 1970 logró el patronato hacer el edificio propio, hasta los albañiles aportaron de su mano de obra, fue un edificio que se construyó gracias al esfuerzo de los padres con sus aportaciones, de los maestros y de la comunidad. Sin embargo, en 1982, bajo la premisa del presidente de la República de que hubiera secundarias por todo el país; vino una autoridad a Jocotepec para ofrecer la escuela secundaria, el presidente municipal en ese entonces, les respondió que ya había secundaria y no recibió el proyecto. Pero sí permitió su apropiación para la creación de la secundaria oficial y terminaron despojando de él a los maestros fundadores. A quienes despidieron. Fue para la maestra y sus compañeros un hecho repudiable.
“No quiero ni decir el nombre de esa autoridad porque aún me duele”.
Como maestra de secundaria, algo que siempre la llenó de satisfacción era ver a aquellos niños que con tantas dificultades lograban su meta. Los que incluso provenientes de algunas delegaciones, atravesaban el cerro caminando para llegar a la escuela. En el pueblo había pocos profesionistas, los maestros ajustaban las clases a sus tiempos y a veces hasta en sábados se completaban las jornadas.
La maestra, recuerda un niño de Potrerillos que con muchos esfuerzos asistía; se quedaba a dormir en la cochera de su amiguito.
“A los de San Cristóbal los quise mucho porque eran muy nobles, dejaron una hermosa huella en mí”.
Cuando la maestra Catalina se retiró, la secundaria contaba con 300 alumnos. Aún los recuerda.
-No sé si me querían- dice-, pero muchos aún me visitan; y yo los amo.
La secundaria marcó un hito en la historia de Jocotepec. Para muchos, hay un Jocotepec antes de la secundaria y Jocotepec después de la secundaria.
En 1987, la “seño Cata” se jubiló con 36 años de servicio en la educación primaria. Pero no terminó ahí su misión, un sacerdote zacatecano en San Juan Cosalá, Alberto Macías Llamas hizo un internado en San Juan, escuchó hablar de la maestra y fue a buscarla, la maestra iba por seis meses y se quedó por 21 años al servicio de los 200 niños albergados, provenientes de comunidades rurales.
Aunque Catalina fue directora, para ella lo más bonito no eran los cargos importantes, sino la cercanía con los niños en el aula como maestra.
“A mí siempre me gustó que mis alumnos fueran los primeros, nunca los últimos, y me traía los primeros lugares en los concursos de aprovechamiento”.
Cuando le pido que me muestre sus reconocimientos, accede, pero me dice:
-¿No será una chocantería?-
Caminamos hacia el pasillo donde cuelgan sus títulos y reconocimientos.
Esas condecoraciones y el reconocimiento de sus alumnos es lo más valioso para ella, aunque no son proporcionales a la cantidad de la pensión que recibe.
-Eso sí se lo digo- y me menciona el modesto monto de su pensión.
-¿Verdad que hay injusticias?, dice la mujer que entregó toda una vida al magisterio.
-Si yo le dijera que sabía bailar tango no me creería- dice pintando una sonrisa.
La “seño Cata” es una maestra enamorada de su hacer; ama la música, las flores pero no en los floreros, sino en los jardines.
-Si volviera a nacer, volvería a ser maestra-
“A mí me tocó ver morir a mi madre cuando niña, me tocó que me diera la bendición; besarla y verle los labios morados antes de morir. Me volví tartamuda y fue hasta los nueve años que lo superé y me recibieron en la primaria”.
Recuerda que el espacio donde ahora es el mercado municipal de Jocotepec fue el lugar donde aprendió sus primeras letras.
“Éramos tan pobres en el pueblo que no teníamos ni escuela; una de las aulas solo tenía paredes y techo no. Algunos maestros se llevaban a su casa a los niños y ahí les daban clases”. Recuerda con amor a su maestra Felicitas Palomares; que fue muy importante en su infancia. Quizá por ello la “seño Cata” es también para muchos de sus alumnos, es una maestra entrañable.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala