Unos ojos que te miran; la fiesta del Señor del Huaje
Las mañanitas son entonadas por el mariachi en la fiesta del Señor del Huaje.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina.
Las calles de Jocotepec aún están en penumbras; son cerca de las 5:30 de la mañana y las flores y follaje, naranja y verde de los tabachines, a la entrada del templo ahora se ven grisáceos.
Ya están congregadas cerca de un centenar de personas dentro y en las afueras del templo, bajo los frondosos árboles. Las danzas se preparan y la banda de música está tocando. Unas ollas vaporeras descansan en los cajetes. Chocolate, canela y atole de tamarindo, para los fieles que se dan cita en el templo del Señor del Huaje, por su fiesta.
…Vamos a bailar, vamos a bailar el mono de alambre, el que no lo baile, el que no lo baile, que me haga compadre….
Cantan los hombres de la banda. Las campanas tocan la segunda para la misa de seis y el padre Mario Fernando Sandoval Varela sale del templo para recibir a los cargueros.
–Qué tal la música- dice. Y El mono de alambre es interrumpido por los cánticos de una procesión.
..Que viva mi Cristo, que viva mi Rey… cantan unas mujeres y la banda se detiene.
Llega enseguida la Banda de Música de San Cristóbal y entona las mañanitas seguidas de valses y pasodobles, que se permean en la celebración eucarística.
Al final de la misa, un hombre lee los cargos varios; que son la música, el Alba, cera adornada, danzas, cena para los músicos y castillo. Nombra a las familias que asumen los gastos. Muchas del barrio de Nextipac.
A la salida de misa comienzan a repartir las bebidas y los danzantes ejecutan sus movimientos al sonido del tambor y el caracol.
El día de hoy se espera la visita del padre Eduardo García Orta que estuvo tres años en la comunidad de Jocotepec y aún conserva el cariño por estas tierras y la veneración por el Señor de Huaje.
El padre “Lalo” como la comunidad lo llama, viene en camino con un cendal muy valioso para ser estrenado por el Señor del Huaje en su fiesta. Algunos representantes de la guardia de honor están reunidos, son poco más de diez en este momento, y aguardan. Están a la expectativa: “dicen que ese cendal tiene hilos de oro”, se escucha una voz entre discreta y festiva. Hay mucha emoción por verlo y por encontrarse también con el padre.
A su llegada, el padre Lalo es recibido con muestras de cariño, se congregan en el altar y todos se acercan a ver el cendal que es de un rojo vivo con bordados dorados.
Para llevar a cabo el cambio de cendal, los varones permanecen en el recinto y las mujeres esperamos afuera.
Una mujer que me acompaña en la espera dice; son cosas de hombres, una no tiene nada que estar haciendo ahí. Refiriéndose a la ceremonia de cambio de cendal.
Carlos Mendo es el encargado principal, lleva diez años como responsable de la guardia de honor conformada por cerca de un centenar de personas en su mayoría varones y pocas femeninas recientemente integradas, aunque para Carlos fue difícil, ya que recibió cuestionamientos por parte de algunos feligreses por haber permitido el acceso a las mujeres.
-Dios no dice tú no o tú sí- dice seguro.
El señor Roberto Mendo, padre de Carlos era el encargado y dejó como herencia el cargo a su hijo.
Es una gran responsabilidad dice Carlos porque es cuidar no solamente la imagen de un cristo muy amado por todos sino de una pieza con valor artístico histórico. La última restauración costó 140 mil pesos, que fueron recaudados con donativos de la propia comunidad.
Es una responsabilidad difícil, pero también es una bendición.
“Ahora solo le pido trabajo y salud”.
Víctor, integrante de la guardia de honor cuenta un testimonio:
Su esposa estuvo enferma por un par de meses, inexplicablemente perdió la movilidad del cuerpo y permaneció en cama con mucho dolor. Acudieron con varios médicos y la salud de su mujer no mejoraba. Una mañana, ella le dijo:
-Soñé al Señor del Huaje-.
En el sueño, el Señor del Huaje le decía “toma de esa agua”, señalando un charquito que había al lado. La mujer pidió que la llevaran al templo con el crucificado.
Cuando estuvo frente al altar había un poco de agua ahí en el piso, ella acercó los labios e imploró por su salud.
Ese día salió caminando del templo, sana. A partir de entonces, ambos pidieron pertenecer a la guardia de honor para custodiar la imagen.
En el primer domingo de mayo, destinado a celebrar a este Cristo, la procesión es casi la última ceremonia del día, en la que coinciden los músicos del mariachi con sus trajes aperlados, los de la banda con sus camisas azules y al menos cinco grupos de danzantes. Abundan los plumajes coloridos al compás del tambor.
Hay filas de personas arrodilladas al encuentro del crucificado para cumplir con una manda o pedir algún favor.
El recorrido de un par de horas es un mosaico donde coinciden danzantes con plumajes y trajes multicolores, músicos con sus lustrados vestuarios y el cerco de la guardia de honor con sus camisas de rojo encendido.
El sonido de los tambores anuncia la cercanía de la procesión; a su paso, la figura del crucificado de casi tres metros de altura, arranca suspiros y lágrimas.
En un altavoz la voz de una mujer reza y canta:
…Hay unos ojos que si me miran hacen que mi alma tiemble de amor, son unos ojos tan primorosos……
El Señor del Huaje es llevado en una plataforma especial conducida por un hombre, avanza sobresaliendo entre la multitud con la mirada hacia el cielo, hacia las montañas, hacia los fieles que a veces se miran en sus ojos porque Él está vivo, dice una mujer a mi lado extasiada de fervor.
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