25 años de Yoga la han ayudado a vivir tantos años
Carmen Esthela, en la terraza de su casa, en la Ribera de Chapala.
Redacción: Frente a mis ojos veo su juventud, su fuerza, su alegría y en lugar de responderme su edad, sonríe diciéndome, “te sorprenderías”, también en eso noto su vivacidad.
Carmen Esthela Paez Puerta de Davis es la menor de sus hermanos y hermanas, hija del historiador y archivista de instrumentos públicos, Luis Paéz Brotchie y su madre Angelina Puerta Muro, una modista, quienes murieron a los 72 y 54 años de edad respectivamente.
“Luis, Angelina, Concha, Guillermo, Margarita, Felipa y Esthela, fueron mis hermanos mayores; había 20 años de diferencia entre mis hermanas y yo”, cuenta Carmen sentada en su sillón reclinable, mientras se arregla su chal.
Estudió comercio y trabajó durante 25 años en Bancomer, donde también se jubiló. “En mi casa ocupaban dinero, y aunque mi papá era muy intelectual y se la pasaba leyendo en su inmensa biblioteca, quien nos mantenía a todos era mi mamá, es por eso que quise ayudarla con el gasto”.
Primero murieron sus hermanos, su madre y después su padre. Se quedó sola, siendo la más pequeña y agrega con seguridad que su padre antes de morir le dijo: -váyase a una casa de asistencia mija-, “y que me voy a una muy elegante”, contesta pícara.
Vendió los libros de su padre al gobierno, y él a cambio, le regaló una casa, a la cual se fue a vivir por algún tiempo, pero con la intención de planear su futuro, vendió su propiedad y ahorró para comprarse una residencia elegante para pasar su vejez.
Pese a tener una variedad de novios durante su vida y que pensó en repetidas ocasiones “que no ya no le tocaban” ninguno de ellos y aunque le decían que “disque no estaba fea”, no encontraba la pareja ideal.
Antes de encontrar una casa para pasar su vejez, a sus 50 años conoció a un americano, salió con él tres días y al cuarto se casaron “sin tanta pensadera”. Él se llamaba Sam Davis. Viajaron desde Dallas hasta Ajijic para vivir muy felices durante los 32 años que tuvieron de casados hasta el 2020, año en que murió Sam, quien ya tenía problemas de salud. “¡Extraño a mi viejito lindo!”, dijo, mientras se le rozaron los ojos.
“Soy la única Páez Puerta, no tuve hijos, pero tengo muchas sobrinas y amigas, quienes me atienden como si fuera su madre”.
Esthela Davis cuenta con nostalgia que la vida le dejó muchas enseñanzas, algunas de ellas duras como ver morir a su esposo, a sus hermanos, padres y sobrinas; el desconsuelo de una falsa promesa de matrimonio que no se cumplió y donde le rompieron el corazón. Sin embargo, ella considera que su carácter le ha ayudado, junto a 35 años de yoga que practicó mientras su cuerpo se lo permitíó.
Ha tenido problemas de salud en varias ocasiones: ha tenido hernias y piedras en la vejiga, le quitaron la matriz y se quebró el brazo mientras se ejercitaba en un gimnasio, y añade: “he pasado por varias vidas, como un gato y sigo de pie”.
La viuda de Davis es elegante, presuntuosa, positiva y declara esas ganas de vivir desde que despierta hasta la hora de dormir.
“Soy vanidosa, perdón que lo diga. Me pinto el pelo, me pongo pestañas, me maquillo, uso ropa de moda para alguien de mi edad, salgo a caminar, manejo y veo películas, hago todo lo que el cuerpo me permite”, agrega audazmente.
Esthela Davis nos comparte la sabiduría que ha adquirido por décadas y las experiencias inoportunas de su camino, invitando a los lectores a aprovechar la vida, a vivir en el ahora, a darse cuenta de los privilegios con los que contamos, a levantarse las veces que sean necesarias ante las caídas, y la importancia de externar los sentimientos y respetar las preferencias individuales, sean cuales sean, ya que uno es dueño de su destino, asegura ella.
“Se necesita mucho valor y Dios me ha sacado de muchos hoyos en los que he entrado, he sabido darles las gracias a cada uno de mis problemas y tengo una alegría muy grande en mi corazón”, finalizó segura de sí misma.
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