Opinión de Dr. Roberto Arroyo Olivarez
E-mail: drrobertoarroyo@hotmail.com
“Para algunos políticos mexicanos, la corrupción en México es un recurso ilegítimo para alcanzar un fin legítimo, lo cual no solo justifica el medio, sino que termina purificándolo y haciéndolo imprescindible en su forma de ver, hacer y ejercer la política nacional”
– Karla Dªrtigues. Columnista política
Para que una democracia se considere sana es necesario replantearse urgentemente la revaloración y la reinvención del ejercicio de la política como una responsabilidad compartida entre los diferentes actores, con la idea de construir el progreso de nuestras comunidades para ofrecerles condiciones de vida más justas y mejores oportunidades de desarrollo.
Es por eso que necesitamos estimular la conformación de una ciudadanía más activa y más participativa; que impulse, que exija y que supervise las reformas y los cambios necesarios para el desarrollo democrático de México.
Sin este consenso, será cada vez más difícil alcanzar los objetivos de una política más sana, más libre y más justa para el país.
En Grecia se llamaba “idiotas” (ausentes de los asuntos de la ciudad) a quienes se dedicaban exclusivamente a sus asuntos personales, renunciando a su condición de ciudadano.
En la actualidad, esta connotación tiene otro significado. Como ciudadanos comunes, no podemos dejar que otros nos resuelvan todo, ni debemos confiar solamente en el liderazgo de los gobiernos en turno, ni siquiera en sus capacidades expertas, porque se encuentran en juego muchas cosas, como la necesidad de una práctica política más renovada y con otro tipo de principios, valores, virtudes y objetivos.
No sabemos cómo se hará esto, ni siquiera si estamos en el camino de conseguirlo; por eso es importante encontrar nuevos liderazgos menos desgastados, más legítimos, menos ambiciosos del poder por el poder; y esto lo encontraremos preferentemente en los jóvenes que están impulsando y tratando de encontrar espacios de democracia hacia la consecución de sus propias necesidades de desarrollo, en las mujeres, que nos han demostrado históricamente su capacidad.
Quienes pretenden encumbrarse nuevamente en el poder a todos los niveles, siguen siendo las mismas personas, con los mismos nombres, con los mismos vicios, aunque ahora con la ambición más afilada.
Deberemos ceder los espacios poco a poco a los jóvenes para que se pongan al frente de los procesos de cambio, de experimentación y de aprendizaje social en cualquier ámbito de la vida democrática de México.
Que se formulen visiones diferentes y compartidas, con criterios cada vez más amplios, para que al adquirir el liderazgo formen equipos capaces, no solo para gobernar, sino para sacar adelante todos los rezagos en materia democrática y política del país, y en nuestro medio hay muchos jóvenes con esa capacidad.
Por lo tanto, hacen falta nuevos actores sociales, con intereses democráticos a corto, mediano y largo plazo; con un amplio espectro de percepción y de sensibilidad sobre las necesidades nacionales; que encuentren el equilibrio entre los diferentes polos del desarrollo institucional vigente; que tengan una conciencia más amplia, suficiente y congruente con las necesidades de cambio institucional, con una visión más innovadora; que se conecten con los intereses y las motivaciones de una sociedad cada vez más demandante; que estén dotados de legitimidad, para que así se vinculen en una comunicación más afectiva y efectiva con la sociedad, por lo que es importante que logren un alto índice de credibilidad y de confianza entre la gente; que conecten el discurso con las acciones y los resultados; que sean capaces de enfrentar los conflictos de manera positiva y propositiva; que vean en el conflicto una oportunidad para el aprendizaje del desarrollo social y político, sin dejarse amedrentar por la adversidad y por los ataques por la espalda que sentirán de todos los rencorosos sociales y resentidos o frustrados de poder; que conviertan las motivaciones conflictivas en ejercicios de acción coherentes y capaces de generar nuevas actitudes.
Que generen los cambios institucionales que propicien las reformas que deben darse para una democracia diferente, más participativa; que sean catalizadores de los procesos de renovación y adaptación social hacia un nuevo rumbo de nación. Será entonces que estaremos entendiendo para qué sirve la democracia y estaremos en camino de hacer una política que nos saque del subdesarrollo del que no hemos podido salir, para así ofrecer las mejores oportunidades para todos, generando la forma de democracia que todos los románticos sociales soñamos para las generaciones posteriores.
Tal vez la democracia no sea la panacea que resuelva todos los males sociales que padece esta sociedad cada vez más demandante de valores, pero es lo mejor que tenemos actualmente. Fomentemos entonces la conciencia en los jóvenes y en las mujeres para que se atrevan a participar cada vez más. Ya se están dando avances importantes en este sentido, pero falta; falta más compromiso para que podamos decir algún día que sí sirvió la democracia para hacer crecer a México.
Foto: cortesía de la red.
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