Foto: Iván Ochoa.
Iván Ochoa (Chapala, Jalisco)-. El hombre de mis sueños es una niña, y la conocí hace tres años, un 11 de febrero.
Soy Azul Celeste González Navarro, jugadora de la Selección Femenil de Chapala, y te contaré cómo conocí a la niña de mis sueños: Jacqueline Hernández, goleadora de mi equipo.
Les contaré algo muy breve de mi infancia. Gran parte de esa etapa la tuve que pasar sin ninguna figura materna. La causa, que mis padres se habían divorciado cuando apenas tenía cinco años. Lo que probablemente causó que a esa edad nos mudáramos a Tamaulipas mi hermano, mi medio hermano y mi padre.
Yo tuve que adaptarme al estilo de vida de mi padre y al de mis hermanos, pero eso sí, no podía faltar el fútbol. No puedo dar una fecha exacta en la que empecé a practicar este deporte. Sólo recuerdo que fue en la primaria y con niños. A mis 17 primaveras regresé a mi tierra, Atequiza. Ahí, una prima me llevó a jugar a un equipo de su rancho, en Atotonilquillo, una comunidad vecina. Es entonces cuando inicia mi participación en el fútbol chapalense.
Las cosas marchaban bien. Era una buena época. Poco a poco fui haciendo amigos. Claro que el fútbol fungió como un buen socio para eso. “¡’Grillo’, ’Grillo’, pásamela, estoy sola!”, escuché cuando finalicé un partido en Ixtlahuacán de los Membrillos junto con mi prima Liz. Cuando estaba acomodando mis cosas para retirarme, pude percatarme de quién era la dichosa “Grillo” a la que todo mundo le gritaba. Se trataba de una chica de poca estatura, delgada, de piel blanca, medianamente colorado de sus labios y muy vistosa.
Al principio no le tomé mucha importancia, pero entre más pasaba el tiempo, su nombre no dejaba de ser pronunciado por la tribuna, así que le puse más atención al juego, y dejé de acomodar mis cosas para retirarme. Al término del mismo, le pregunté a Liz.
—Oye, ¿quién es ella?
Me contestó de manera sencilla
—Amm, es sólo una amiga —y yo, pues, no lo pensé más de una vez y pregunté por su número, pero mi amiga también lo desconocía…
—A ver déjame le preguntó a ver qué me dice —me dijo mi prima, sin preguntar el por qué. Así que se dirigió a ella, y poco antes de lo esperado regresó con los diez dígitos.
No sé, pero en ese momento esa chica tocó mi corazón. Empecé a sentir algo por ella, por una chava, y deja aclaro que yo en mi momento tuve mis novios, pero ese no es el tema de esta conversación, así que lo omitiré.
Comencé a hablar con ella vía teléfono. Su nombre es Jacqueline Hernández, proveniente de El Rodeo —poco antes de llegar al puente de Santa Rosa— y poco fue mi paciencia para preguntar sobre su famoso sobrenombre, pero ni ella sabía el porqué de “Grillo”. Sólo me lanzó un par de teorías: Una de ellas, que por chica (de estatura), la otra por saltarina. Al final de cuentas ya no le dimos mucha importancia al tema. En su momento también me reveló que ella tenía pareja, un novio. No quise profundizar mucho en el tema, pero de cualquier forma empecé a interrogarme a mí misma sobre el caso.
Al paso de los días, comenzó a llamarme más la atención… Ahora ya no sólo platicábamos por teléfono, también la visitaba a su casa —claro, cuando se daba la oportunidad—, y poco a poco a ella le empezaba a interesar mi compañía; sin embargo, en ese momento quise no irme más allá de la cuenta y le planté temas de conversación sencillos. Le pregunté por su familia, cuántos hermanos tenía. Ella me contestaba de una forma muy peculiar.
—Pues, somos cuatro hermanas. Yo soy la más chica de todas. —Yo ponía mucha atención a lo que sus labios rojos me decían.
En un momento, me ganó la curiosidad y le pregunté por su gusto por el fútbol, pues yo veía que cada vez que empezaba a saber más de ella comenzábamos a tener muchas cosas en común, y el fútbol, algo tan maravilloso, tenía que escucharlo salir de su voz. A mí pregunta ella me contesta que fue a la edad de los nueve años cuando empieza a gustarle el balompié. En sí, fue un tío el que le inculcó y le inyectó el valor por el mismo.
—Tenía una prima hermana y siempre me llevaba a jugar. “Ah, vamos a las muñecas. Vente pa’ acá”, y yo miraba a mis primos, que estaban en el patio jugando fútbol y mejor me salía con ellos —me dijo con una sonrisa grande.
Las anécdotas que me contaba eran fantásticas, hasta le tocó ser protagonista de un “vals” (risas).
—Entre un primo —llamado Freddy— y yo, jugábamos dominadas, y yo le ganaba. Él se enojaba y ya ves cómo son los hombres, que por ser machistas de que son mejores. Los primos de él le empezaban a echar carrilla y le daba más coraje. —Era un festival de sonrisas con ella, me encantaba a estar a su lado.
Cada vez que la visitaba era lo mismo: risas, pensamientos, compartíamos recuerdos. Una vez me comentó que la invitaron a jugar en la categoría mayor de un equipo, pero con niños. Me dijo que en su momento que ella tenía más “huevos” que el resto del equipo.
¿Ya les conté de la vez cuando platicó de lo quería estudiar cuando concluyera su bachillerato? ¿No? Pues les cuento. Fue una anécdota, me relató que, en su etapa de secundaria, algunos profesores les pedían como actividad dibujar a lo que se quisiera dedicar cuando fueran adultos. Ella trazaba varias líneas, una tras otra y después las conectaba; era árboles, muchos árboles, flores y plantas de todo tipo. Ella quiere ser agrónoma. Sonriente me dijo le cuestionó que esa carrera era para hombres, pero le dio igual… Se decidió por ese camino. Poco después de haber ingresado a la universidad —sí, ya estudia la carrera— me dijo que había más niñas que niños. Curioso.
Nosotras ya estábamos más allá que para acá. Poco a poco esa unión que nació como amigas se empezó a convertir en más que eso. Sabíamos que había conexión. Un día llegó conmigo y me reveló que había dejado a su pareja. Yo me sorprendí con la situación. En ese momento yo le cuento lo que siento por ella, y sin más por comentar, decidimos hacer de nosotras una sola persona, un 11 de febrero. Desde ese momento que estamos juntas, que hemos compartido muchas cosas… muchas cosas especiales, pero creo que lo que más me ha apasionado es estar junto con ella en el terreno de juego. Literal, hemos formado una mancuerna cada que jugamos, tocamos de pared, nos vemos al espacio, asisto a gol, ella asiste a mí, todo es espléndido, esto… era lo que más deseaba en mi vida, lo que me más me gusta hacer con la persona que más me gusta.
¿Qué se imaginaban ustedes? ¿Qué esta historia concluía aquí? Pues no. Esto es sólo el principio.
No ha sido nada fácil mantener mi relación con Jacky. Las terceras personas en dado momento han tratado de intervenir en nuestra relación, queriéndolo quebrantar. Pero más allá de alejarnos nos hacen más fuertes, como si fuéramos un juego de ligas, que entre más tratas de separarlas va a ser cada vez más complicado romperlas.
Cuando me refiero a que quisieron inmutar nuestra unión, no sólo me refiero a las personas que nos rodean, ni a figuras machistas o religiosas, también han sido familiares los que han intervenido, que cerca de sentir compasión de nosotras tratan de hacernos el mayor daño posible.
Uno de los casos, y quizá uno de los más dolorosos, fue por parte de mi abuela, que lejos de entender nuestro amor, nos atacó con argumentos religiosos, que la relación se lleva “con un hombre y una mujer”. Personalmente me sentí ofendida por su comportamiento conmigo. Yo no encontraba razones. Quizás esto fue uno de los principales motivos por los que yo comenzaba a alejarme de mi familia. Mi padre también se sorprendió de mi relación con “Grillo”. Me comentaba que “a lo mejor estaba confundida, y necesitaba tiempo”, pero yo estaba totalmente enfocada en lo que sentía por ella.
Para “Grillo” tampoco fue la excepción. Sus papás también le reprochaban en ese momento su atracción por mí y no hacía a un hombre. Su padre fue una de las primeras figuras en mostrarle su descontento.
—Yo esperaba todo menos esta cosa de ti —le comentaba.
Parece que después de la tormenta vino la calma, pues después de un tiempo —no me acuerdo cuánto— empezaron a aceptar lo nuestro. Fue como si el mismísimo creador de los cielos les hubiera iluminado sus mentes y sus creencias, y haber acatado y entendido lo nuestro.
En la actualidad vivo en la casa de Jacky —Quién lo iba a pensar, ¿no?—. El ambiente es bueno, me tratan muy bien, su familia es un amor. Me resulta grato compartir el mismo techo que ella. El haber tomado esta decisión nos ha fortalecido en todos los sentidos.
Nosotros jugamos para un equipo de nombre Liverpool en Chapala, una escuadra reconocida en la Ribera y en todos sus alrededores por sus uniformes chipocludos, pero más que eso, por su grado de competitividad. Nosotros destacábamos. Fue un día cuando Elena Chávez, la presidente de la Liga Dominical Femenil de Chapala, cuando me invitó a mí y a Jacky a hacer parte de una selección que competiría en un torneo a nivel nacional. Nos había explicado que había más competitividad y mayor posibilidad de trascender en el fútbol profesional femenil, pero había que tener más compromiso y más seriedad, pues se trataba de la oportunidad de nuestras vidas, de darnos a conocer en el fútbol y de lo que somos capaces de hacer.
Aceptamos. Decidimos participar.
Era algo asombroso, majestuoso y mágico. Aparte de hacer extensos viajes a diferentes lugares de la República, mi compañera de asiento, de vestidor y de cuarto fue mi querida pareja. Regularmente aprovechábamos el viaje para dormir, me recargaba sobre su hombro y reconciliaba el sueño, mientras ella me acariciaba suavemente el cabello con sus manos sedosas. Los regresos, pues ni se diga, llegábamos tan agotadas del partido que lo único que deseábamos era que la barriga estuviera llena y descansar durante el regreso a casa.
A pesar de que teníamos buenas experiencias fuera de nuestras respectivas casas, era difícil cargar esta responsabilidad. Tan difícil, pues encima teníamos la escuela, el trabajo, y claro, el dinero fue muy ingrato con nosotras, pues había ocasiones que nos quedábamos sin él… ¿Qué hacíamos? Realmente yo ni me atrevería a contestar la pregunta. Sabe de dónde salía, pero de que salía, salía.
A veces, nos apoyaban los padres de Jacky, nos decían que después les pagáramos, pero siempre a nuestra llegada se nos olvidaba que debíamos algo. Había otras ocasiones que les pedía dinero a mis padres… No siempre, pero a veces me prestaban. Lo que sí me queda claro es que no nos damos por vencidas, buscábamos la forma de salir de pie.
Si de plano no se podía, pues nos íbamos a descansar. ¡Ah, caray! ¿Dije “a descansar”? Más bien “a trabajar”. ¡Sí, “a trabajar”! Jacky es muy celosa con el trabajo. Me decía:
—Tú sólo quieres llegar a comer a dormir, anda, vámonos a correr. —Lo decía de una manera muy chistosa, entre enojada y jugando, y claro, me sacaba una que otra sonrisa. Al final de cuentas yo le contestaba:
—Está bien, vamos a correr, pero un rato. —Ella siempre ha sido así, no quiere perder condición, no quiere terminar los partidos y verse que está cansada. Al contrario, que se vea como si no estuviera cansada. A lo mejor eso fue lo que nos hizo para tomar un buen física.
Al término de la temporada regular, creo que tuve una grata participación. Mi desempeño no estuvo nada mal. Logré un total de cinco goles, tres asistencias fueron cedidas por mi querida pareja, y di cuatro. En cambio, “Grillo” marcó 15 goles y dio tres asistencias. Bien, ¿no?
Lo que me sorprendió es que ella antes de ser la goleadora del equipo, era la asistente, su posición natural no era una punta, era una volante o carrilera. Le gustaba el encare y la velocidad, pero creo que desde que empezó a demostrar que podía a hacer daño en la portería enemiga, la colocaron como una atacante referente.
El partido más importante, bonito, decoroso, emblemático y simbólico de toda mi vida fue hace cuatro semanas cuando jugamos la final de la Liga Mexicana de Fútbol Femenil (LIMEFFE) ante Juventinas de Celaya. Fue un día especial, y a pesar de que se tuvo la derrota, estoy satisfecha de lo que hice dentro de la cancha. Pude compartir con la persona que tanto anhelo en esta vida, este bonito recuerdo, no puedo decir más… Lo atesoro.
Ahora sólo pensamos en nuestros planes a futuro, y le escribo así textual, porque hemos decido formar una sola persona. Ya tenemos nuestro plan de trabajo. Deseo terminar con éxito la preparatoria, misma que no pude concluir por lo mismo de mis padres, pero no cabe duda que estoy comprometida en hacerlo para posteriormente estudiar la ingeniería industrial. Jacky va por buen camino. Una chica de 19 años de edad que tiene metas ambiciosas. Primero desea su carrera, para a futuro comprar, levantar y administrar su propio negocio de agronomía.
Es así como llego a este punto.
Es así como nace este libreto lleno de amor.
Es así como conozco a la niña de mis sueños.
Soy su fan número uno. Lo he dicho enumeradas veces y lo seguiré presumiendo.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala