Por: Berónica Palacios Rojas
Hoy amanecí con tu nombre atravesado en la garganta,
me nacieron alas para escribirte ciudad olvidada de Dios.
A la sombra de un naranjo, las hojas dictan y
vuelo al enconado pretérito que duele.
Una niña platica con una muñeca al ras del machuelo.
Emergen recuerdos en hilos de tiempo:
diminuto cuarto, un calentón
y sostener agitada respiración ante el aparato caja.
Ciudad Juárez en mi memoria
Nunca vi la sonrisa del padre que me heredó: inteligencia y apellido.
Fui una niña con sueños azules,
jugué con pedazos de juguetes, trompos y canicas
que encontraba en la calle de tierra,
del basurero recogí hilos y tejí sueños.
II
Nací de un óvulo joven y un esperma inteligente.
Disfrutaba la excelente comida que veía en la tele
y soñaba, con refinados gustos que no existieron.
Límpida niñez era cuando entre hermanas,
paseábamos por el desierto y asombradas
reíamos al descubrir: correcaminos, culebras y conejos.
Pescábamos a orillas del río Bravo y vislumbrábamos en la comisura de ojos indocumentados: ambición y miedo.
Sin embargo, si no hubiera sido por la prudencia y arrebato de mi madre,
fuera una más de ellas, de las muertas de Juárez.
III
Hoy, los naranjos -de todos los tiempos- murmuran reclamos
a esta ciudad-infierno.
Ciudad Juárez frontera noble que resguarda al emigrante,
al coyote, al protestante, al salvaje.
Ciudad, coladera del mundo,
escoria donde hacen imperio
los peores demonios.
Hay días que las muertas tocan mi sueño
y por la madrugada una inquietud me oprime el pecho.
Inquieta viajo y presencio: una súplica, atroz oscuridad,
hambre, sangre, silencio
entonces reanudo el rezo.
Sangre que bombea lento, palpitar de la última cita,
orgasmo maldito, cuencas vacías
y una María perdida en la ciudad-infierno.
Un hombre-animal que asaltó la comisura de 500 clítoris ajenos
y merece
ser decapitado.
Las hojas esmeraldas tararean una canción de paz
y presencian extraviado aliento.
IV
Mujeres-tierra, morenas y delgadas, atribuladas de juventud
portaron el pecado de ser pobres
y extraviaron el camino a casa.
Hoy, la fuerza de un perverso nos arrebató a 500 juarenses
que no arrullarán más infantes y menos,
cantarán canciones de cuna.
Por hecho de nacer con el pecado de ser féminas.
ofrezco el tarareo de estos versos, brindo corona de naranjos
para devolverles, la dignidad perdida
y que la Justicia pertinente,
llegue en su momento.
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