La coordinadora de la banda de guerra disolvió el conjunto después de que no recibiera apoyo ni por autoridades ni por comunidad
La Banda de Guerra Oficial Delegación Ajijic. Foto: Cortesía.
Domingo Márquez. – La falta de economía para pagar un maestro y un espacio donde ensayar fueron las causantes de que la banda de guerra Oficial Delegación Ajijic se desintegrara hace un año y cuatro meses.
La banda de guerra, formada el seis de junio del 2014, llegó a albergar hasta 40 niños y adolescentes de todas las edades, sin embargo, el proyecto pensado para que Ajijic tuviera su propia agrupación para los eventos cívicos y religiosos no hizo eco en la nueva administración, pues semanas después de la celebración de su segundo aniversario en el 2016, se desintegró.
La coordinadora de la banda de guerra, María Isabel Díaz, explicó que fue como tres veces a la presidencia para pedir apoyo para pagar el salario al maestro debido a que algunas mamás no contaban con los 30 pesos semanales que costaban los dos días de clases (lunes y viernes), pero nunca recibió respuesta, aunque las autoridades siempre la recibieron amablemente, explicó a este medio.
La historia se repitió cuando fue a platicar con el delegado de Ajijic, Jesús Chuni Medeles y expresarle su interés de que se necesitaba la ayuda de las autoridades para que el proyecto continuara, aunque mostró simpatía por el rescate de la agrupación. Todo quedó en buenas intenciones.
Angélica Reyes, presidenta de la Banda de Guerra Oficial Ajijic, explicó vía telefónica que la gota que derramó el vaso fue un día que llegaron a recoger los instrumentos a la delegación (donde se guardaban), para irse a ensayar al malecón y los encontraron a la intemperie (en un patiecito adjunto a las oficinas), lo que fue interpretado como que ya no tenían cabida en ese lugar.
“Los instrumentos estaban en la terraza. Hay muchos modos de correr a la gente”, sentenció por teléfono Angélica Reyes.
Ante este panorama, las dos mujeres madres de familia decidieron llevarse los instrumentos de la delegación para guardarlos en otro lugar y continuar con el proyecto, pues les alentaba que jóvenes de entre 17 y 18 años prefirieran estar tocando un instrumento a estar bebiendo alcohol. La base de la banda era entre 18 y 22 alumnos.
Otro de los factores que ayudó a la desintegración de la banda fue que se les avisó que ya no podrían ensayar en el malecón debido que algunas personas se molestaban por el “ruido” de los tambores y trompetas, sin embargo, aunque las autoridades les ofrecieron nuevos espacios para ensayar, las invitaciones fueron denegadas porque se encontraban lejos de la zona centro.
La propuesta para ensayar en el DIF o en las canchas al poniente de la población no fue bien recibida por las encargadas de la agrupación, quienes consideraron que las opciones se encontraban lejos de su antiguo lugar de ensayo y esos lugares representaban un peligro para los adolescentes por lo retirado de la población. Así que decidieron dar por terminado el proyecto que tuvo poco eco en una población que presume de cultural.
En entrevista, la coordinadora María Isabel Díaz indicó que, desde el nacimiento de la banda de guerra, el grupo siempre tuvo que sortear un sinfín de obstáculos, desde la falta de un vehículo para su transporte, cuando salían a tocar a otros lugares, hasta falta de dinero para pagar el maestro, aunado a la molestia de algunas personas y restauranteros porque ensayaban en el malecón.
De los 15 tambores y 16 trompetas donados por el ahora Instituto Tecnológico Mario Molina para la conformación de la banda de guerra en el 2014, “Sólo quedan alrededor de seis tambores y seis trompetas, ya que la mayoría se encuentran regados en casa de los exalumnos de la banda de Guerra”, explicó con decepción María Isabel Díaz, quien señala que si encuentra el apoyo debido no descarta volver a formar la agrupación.
Según cuenta, el maestro recibía a la quincena lo que se juntaba, que iban desde 1200 pesos quincenales o cuando había poca recolecta, sólo se llevaba 400 pesos. También recordó que el anterior delegado, Héctor España, y la sociedad de extranjeros les consiguieron sus uniformes que constaban de botas, pantalón, casaca y golpes.
Añade que ni siquiera porque el candidato y ahora presidente de Chapala, Javier Degollado González, durante su campaña les había firmado un papel donde se comprometía apoyar a la agrupación con transporte, les valió.
La decepción por la falta de apoyo aunado a los obstáculos por sus ensayos en el malecón terminó por matar el proyecto y la oportunidad de que Ajijic contara con su banda de guerra para eventos cívicos como los desfiles del 16 de septiembre y 20 de noviembre, o religiosos, como la Fiesta de la Virgen del Rosario a celebrarse el 31 de octubre.
Al finalizar de contar la historia, dijo que ya no siguió porque “Como que se me fue bajando aquella emoción. No les interesó, pero era bien importante el evento cívico del 15 de septiembre. En estos dos años de Chuni Medeles (delegado de Ajijic) no la ha tenido. Estamos en la disposición de volver a regresar, pero necesitamos el apoyo” (sic).
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala