‘Señor de la Esperanza’
El Cristo sepultado entre el polvo de los años llevaba en el cendal con un papel en el que estaba inscrito “El Señor de la Esperanza”.
Texto y fotos: María Reynozo Medina.
El brazo ensangrentado y la mitad del rostro era lo único que se apreciaba de la figura inerte del crucificado. Estaba sepultado en medio de la vieja bodega de suelo sin piso del templo de San Cristóbal Zapotitlán. Una montaña de tierra de hormiga y polvo acumulado de los años cubría la figura.
“Señor de la Esperanza” decía un trozo de papel amarillento que cayó cuando le removieron el cendal. También el cendal estaba manchado y al tocarlo se rompió en pedazos. La cruz desvencijada era de un color verde pálido; el Cristo estaba completo.
Fue Rubén Solano González quien soñó a ese Cristo sin conocerlo. Lo señaló a él precisamente, cuando fue al templo en busca de aquel crucificado que en sus sueños le pedía que lo sacaran de ahí. Rubén estaba enfermo, pero sus insistentes palabras decían que detrás del altar estaba aquel que le pidió salir a la luz. Había buscado a las hermanas de la casa Magdalena Sofía, le había dicho al padre; fue el sacristán Genaro Reyes Gallardo quien lo llevó ante él.
-Es él- le dijo.
Unos meses después, Rubén falleció.
-Si te quieres salir nadie me va a decir nada- le dijo Genaro al Cristo que aguardaba en aquella sábana de arcilla, mientras con la ayuda de un par de niños emprendió el rescate.
Luego lo colocó en el bautisterio; cuando las monjitas lo vieron, solo preguntaron de dónde había venido ese Cristo. También el sacerdote dio su aprobación. De aquello hace cerca de 40 años.
Genaro le tomó un gran cariño, y recibió milagros del Cristo. Aún cuando se retiró por un tiempo de su actividad en el templo, pensaba en él con fervor.
A su regreso al pueblo, Genaro se encontró con que el sacerdote en turno le había bautizado como “Dulce nombre de Jesús”. Y al hacerle un milagro, el párroco le organizó un triduo para honrarlo. Con el paso de los años, el triduo se convirtió en novenario y cada segundo domingo de mayo las campanas doblan en su honor y se celebra la misa de función.
En 2022, a casi cuatro décadas de aquel hallazgo, el Señor de la Esperanza recibe los honores y el fervor de los feligreses, aunque con otro nombre.
A las 5:00 de la mañana estalla el primer cohete en su honor y los fieles, en su mayoría mujeres, se encaminan por las calles empedradas, algunas llevando una vela. Los músicos del pueblo comienzan a llegar al punto de reunión hoy toca al oriente.
Una de las encargadas del día camina en frente de la procesión llevando un Cristo de un metro de altura. Somos apenas 25 los que caminamos hacia el templo acompañados de la música.
Al llegar nos recibe el repicar de campanas y otro montón de cohetes.
El Señor de la Esperanza está ataviado ahora por un cendal marrón que lleva el cáliz y la Sábana Santa en el centro, en medio de un azul celeste; dos días de arduo trabajo le llevó al obrajero de Jocotepec, don Pedro Mendoza Navarro, tejer cada hilo de lana para regalarle al crucificado el estreno en su día.
La voz de una mujer sobresale y otras la secundan en el cántico final, que con dificultad llega al final porque se escucha a varios toser; los últimos minutos son un concierto de toses, que son compensados por la canela caliente y las piezas de pan que ofrecen al final los encargados del día.
Para la procesión, el Señor de la Esperanza es adornado con un resplandor de rayos dorados y colocado en la plataforma de una camioneta. A su lado esta otra vez Genaro Reyes, que decora con crisantemos blancos y amarillos el altar móvil que recorre las calles principales del pueblo dejando rostros deslumbrados de fervor.
Hoy no sólo lo acompañan los fieles armados de sus sombrillas floreadas y multicolores, sino también el mariachi, la banda y las danzas que le rinden honores.
A su llegada, los ojos de los fieles están absortos en el rostro maltratado del Cristo, el semblante de una mujer que está al frente parece que se transfigura y el crucificado parece no querer entrar cuando un grupo de unos cinco hombres con dificultad ingresan al templo con él a cuestas.
-¡Viva el Dulce nombre de Jesús! Grita la voz de una mujer.
-¡Viva el Señor de la Esperanza! Grita otra.
-Yo creo que sí se quería salir, porque lo pude con la ayuda de dos niños. Y ahora no lo pueden- Dice Genaro.
Dicen que a muchos sacerdotes que han visitado la parroquia les ha llamado mucho la atención ese rostro, por su realista aspecto mortuorio; por el profundo dolor que guardan sus ojos entreabiertos y el dramatismo de su cuerpo desfallecido.
Cuentan que según un restaurador que vino a verlo, la figura fue labrada a mano en madera de huaje, que su costado encarnado está recubierto por una fina pintura y los dientes que asoman por sus labios entreabiertos son de marfil.
Ahora está ante los ojos de todos aquel Cristo que aguardó por quién sabe cuántos años en el olvido, llevando su nombre ceñido al cendal, esperando tal vez las voces invocando su nombre.
¡Viva el Señor de la Esperanza!
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