Entre tumbas y leyendas de Jocotepec
Juan, Enrique y Marcelo descansan en la parte antigua del panteón de Jocotepec.
Miguel Cerna.- Los relatos de ultratumba, apariciones misteriosas y hazañas inexplicables, forman parte de la identidad de casi todos nuestros pueblos, incluso con historias similares. No es la excepción de Jocotepec, en donde se cuentan numerosos mitos y leyendas que han sobrevivido gracias a la tradición oral.
En esta primera entrega, presentamos la historia de los hermanos Sánchez de León, a quienes la avaricia condenó a la muerte y cuyos restos, se cree, descansan en el cementerio municipal que data del año 1860.
Cuenta la leyenda que los tres hermanos eran hijos de doña Jacoba de León, quien vivía por la calle Morelos oriente a un lado de la casa de don Cándido Pérez; mientras que del padre solo se conocía el apellido “Sánchez”, por lo que respondían a los nombres de Enrique, Marcelo y Juan Sánchez de León.
Los tres hombres encontraron una fuerte cantidad de dinero en relucientes monedas de oro, pero más que una fortuna que les asegurara una vida cómoda y de placer, pasaba sobre ella una maldición dada la manera en que se hizo con ella quien la escondió.
La sentencia era clara: quien llegara a hacer uso de las monedas de oro, sufriría como castigo la muerte repentina e inevitable de tres miembros de su familia. Sin embargo, ofuscados por la necesidad de saberse ricos con tal fortuna a su disposición, los hermanos Sánchez de León desestimaron la maldición.
Meses más tarde, esa fuerza fatal reclamó a cada uno de los jóvenes, cuya suerte en la vida recién había cambiado. El primero en fallecer fue Juan Sánchez de 32 años, a quien un 14 de agosto el Lago de Chapala le arrancó su último suspiro.
Enrique, fue comisionado para reconocer el cuerpo inerte de su hermano Juan y por ende, en seguirlo a la sepultura. Con tan solo 27 años y siete de diferencia, este joven falleció un 14 de marzo de 1929, al parecer en las mismas condiciones, es decir, en las aguas de la laguna.
Finalmente, Marcelino Sánchez de León escapó solamente seis meses de su cruel destino al que la avaricia lo condenó, murió en el mes de septiembre de ese mismo año, pero esta vez no en manos de la naturaleza, sino del hombre: por una herida de arma de fuego.
Poco pudieron los tres hermanos disfrutar del oro encontrado, pues con su vida tuvieron que pagar el verse tentados por el anhelo del poder. Juan, Enrique y Marcelino Sánchez descansan en la parte antigua del Panteón Municipal, en donde hasta nuestros días, se habla de su presencia en este mundo al que ya no pertenecen.
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