Los pastores de la iglesia
Mientras que el Papa Francisco I pide a sus feligreses una iglesia incluyente, solidaria, humilde, que abrace a los más necesitados, y a los excluidos, entre los que ha mencionado explícitamente a los divorciados y a los homosexuales, por no mencionar a quienes profesan otras religiones, algunos representantes de esa misma iglesia en la ribera de Chapala se empeñan en lograr justamente todo lo contrario.
Como si se tratase de un acto de rebeldía hacia el Santo Padre y sus directrices, los curas encargados de las parroquias de Ajijic y San Antonio Tlayacapan se desviven por demostrarnos que sus prédicas de amor al prójimo son sólo de palabra. Su falta de respeto a los demás encuentra su acto más que simbólico en la receta diaria del rosario en altavoces por todo el pueblo de San Antonio cada que el sol sale (“al que no le guste, que se largue de mi pueblo”, es lo que siempre dicen los fanáticos).
Si por algo los ribereños hoy en día recuerdan fehacientemente cuando y quienes fueron los primeros evangelistas en la ribera (1531, franciscanos), es porque esa primera generación de predicadores cristianos no solo vino a hablar de misericordia, sino que también fueron misericordiosos; no solo vino a imponer una tradición, sino que se maravillaron y se fundieron también en la tradición que encontraron.
Por eso es que los sacerdotes egoístas, rencorosos y autoritarios (no todos son así, hay que decirlo), copias chafas de Juan Sandoval Íñiguez, ese Cardenal emérito que nadie echa de menos, no encajan con sus feligreses, un pueblo que sabe de humildad y solidaridad, pues ambas virtudes son las que estos ribereños practican en su vida comunitaria día a día.
Todo parece indicar que el poblado menos favorecido ante la designación de párrocos es Ajijic. El dedo en la llaga lo ha puesto una vez más, un valiente hijo de este pueblo que, una vez más, nos ha demostrado que la hombría no está en la orientación sexual, sino en la capacidad de ser valiente y decir públicamente las cosas como son.
El señor Eduardo Ramos, quizá el evangelizador católico más efectivo en el pueblo, responsable de la manifestación más importante, impactante y tradicional de Ajijic hacia el Dios de los católicos, denunció recientemente, no sólo el boicot del párroco a la Pasión de Cristo, sino además una serie acciones, omisiones y actitudes del cura, que no hacen sino demostrar que hay sacerdotes que hacen y dicen todo lo contrario a lo que el Papa pide a su iglesia.
Entre lo que ha salido a la luz con relación a este párroco, está el rumor de que en algún momento ciertos testigos le escucharon decir textualmente: “yo no estoy a gusto aquí”. De ser así, lo ideal sería que este señor solicite su cambio a otro templo. Se haría un gran favor y de paso le haría también un gran favor a este pueblo que desde hace tiempo espera un párroco amoroso, solidario, humilde y caritativo: un buen cristiano.
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