Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Por: Leticia Trejo
“Declive” es una palabra poco utilizada pero muy precisa para describir cuando algo está perdiendo fuerza, potencia o brío. Hace aproximadamente 14 años mi papá (ahora de 84 años), estaba desesperado porque tenía síntomas de enfermedad en su cuerpo y los médicos no sabían decirle que es lo que pasaba, hasta que un día uno de esos especialistas le dijo: “don Ismael, usted no tiene ninguna enfermedad, simplemente está envejeciendo”.
Envejecer no es una palabra con buena fama ya que lo relacionamos con la destrucción de la juventud, con el deterioro, con la enfermedad, con el dolor y otras muchas cosas que no nos gustan, y creo que debemos, por salud emocional, empezar a cambiar esos conceptos que vemos de forma tan negativa. Declive es una buena forma de ver este proceso natural de la vida y todos vamos a pasar por ello (siempre y cuando no haya un accidente que nos quite la vida antes de llegar a la vejez).
El problema en realidad es el mal estado de salud en el que llegamos a esta etapa de la vida y a la poca información que tenemos al llegar a ella. En ciertos libros que leí hace más de 20 años explicaban que la vejez se debe preparar con 30 años de anticipación, es decir, si tienes 60 y apenas te empieza a interesar el tema ya vas tarde… es broma, creo firmemente que podemos empezar a mejorar nuestra salud y buscar información sobre cómo llevar a mejor término nuestro declive.
En cuanto a especialistas, apenas se están formando los ejércitos de geriatras que podrán atender la demanda que se está gestando, es una carrera “nueva” en México tomando en cuenta que el primer Curso de Especialización se impartió en 1986, 20 años es relativamente poco para generar suficiente evidencia científica sobre lo que sí funciona o no funciona para tener mejor calidad de vida en la vejez.
El algólogo o médico paliativista es quien trata el dolor de los enfermos terminales, también es una especialidad relativamente nueva que desgraciadamente no va creciendo al mismo ritmo que están creciendo las personas que viven con dolor sus últimos momentos de vida. La UNAM estima que en 2006 había solo 300 algólogos en México y en 2013, 800 especialistas en medicina del dolor en todo México. Es un tema que también deberíamos aprender la población en general, ya que incluye el trato digno, derechos humanos y compasión hacia el paciente.
La gerontología estudia cómo envejece la gente desde un visión integral ayudando al adulto mayor a envejecer de forma activa para mantener su salud emocional estable, podríamos decir que es el coach que nos da herramientas (no medicina, eso lo hace el geriatra) para evitar el deterioro temprano de nuestra movilidad, ejercicios de motivación, juegos, rutinas activas y lúdicas para el día a día de las personas de la tercera edad.
Como un ejercicio de conciencia piensa: si tu declive va a durar 20 años ¿cómo quieres que este sea? ¿estás aprendiendo lo necesario para entender este proceso? No se trata de organizar tu funeral, o preparar tu testamento, aunque claro que debes hacerlo, sino de enriquecer tu experiencia de vida y formar la sabiduría necesaria para declinar la vida con añoranza y agradecimiento por todos los regalos disfrutados durante tu estancia en la tierra.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Por: Leticia Trejo.
La disfagia es una de las variantes de la dificultad para pasar los alimentos, es una sensación de que la comida o los líquidos se quedan atorados en la garganta o en algún punto antes de que lleguen al estómago; puede ser tan grave que te impida respirar adecuadamente.
La digestión empieza en la boca con el proceso de masticación, hay un ritmo, una cadencia, una integración de diferentes músculos involucrados en este proceso. Investigando un poco en el mar de información de internet encuentro que se mencionan los siguientes: temporal, masetero, pterigoideo medial, pterigoideo lateral. Pero estos músculos no se mueven por sí mismos, necesitan del nervio trigémino para ser estimulados, además de necesitar una fuente de irrigación sanguínea que proporcionan las ramas de la arteria maxilar. Además, el proceso de organización de los músculos de la respiración está ligado a la digestión.
Damos por sentado que al tener los alimentos en la boca el cuerpo sabrá que hacer, y generalmente así es, pero cuando comemos mirando la televisión, revisando el celular, mandando documentos en la computadora estamos volviendo inconsciente el delicado e importante proceso de alimentarnos; este debe ser un proceso consciente, en donde nuestra atención esté plenamente involucrada precisamente en el ritmo, la cadencia y la integración de todos los procesos que se deben organizar para que después los alimentos pasen a la fase de deglución, la peristalsis y la defecación de forma eficiente.
Algunos de los síntomas de problemas al tragar son:
Toser o ahogarse durante cualquier fase
Sonidos de gorgoteo de la garganta mientras comes
Aclaramiento (carraspera) de la garganta
Devolver el alimento al toser o después de comer
Hipo después de tragar
Molestia en el pecho durante o después de tragar
La disfagia o problemas al tragar pueden ser ocasionados por un trastorno cerebral o nervioso, estrés, ansiedad o problemas que involucren la parte posterior de la lengua (por ejemplo: cuando las anginas están inflamadas), la garganta y el esófago, que es el tubo que va de la garganta al estómago. Incluso la tensión excesiva de los músculos de los hombros, el cuello y la parte alta de la espalda puede contribuir a esta problemática.
Otros disparadores de los problemas al tragar son un proceso de respiración deficiente, músculos de la respiración débiles, apretar la boca al dormir o rechinar los dientes (bruxismo) y roncar.
Se recomienda permanecer relajado a la hora de comer, sentarse derecho, tomar bocados pequeños, masticar más de 12 veces cada bocado, no mezclar alimentos sólidos con líquidos al mismo tiempo, no hable y trague al mismo tiempo, permanezca sentado erguido entre 20 y 30 minutos después de comer (o salga a caminar con calma). Si has presentado alguna problemática para tragar puedes visitar a tu médico y a un terapeuta de lenguaje o deglución, así como a un gastroenterólogo o un otorrinolaringólogo.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo Laguna.
Por: Leticia Trejo. En las publicaciones anteriores pudimos leer sobre dos importantes órganos que se extirpan del cuerpo como si estorbaran, cuando en realidad sirven de mucho a la salud integral de cada persona: las amígdalas y la vesícula. En esta tercera entrega les escribo sobre el apéndice.
El apéndice vermiforme (también llamado apéndice cecal o vermicular) es un órgano con forma de cilindro sin salida conectado al ciego que es la primera porción del intestino grueso o colon. Es una estructura funcional y activa toda la vida, pero la desinformación lo catalogó en el pasado como un órgano que había perdido la mayor parte de sus funciones con la evolución lo cual NO es cierto, por el contrario, en estudios recientes se relaciona al apéndice con la buena función inmune porque está asociado con tejido linfático sustancial.
En realidad ha faltado suficiente investigación que pueda develar su o sus funciones, por eso se sigue creyendo que es un vestigio pero que no es importante. Pero si sigue recibiendo aporte sanguíneo de las arterias y drenaje linfático es claro que debe tener una función específica.
En la medicina ancestral de muchas culturas es el órgano que, a través de sus incómodos síntomas, indica que tanto el hígado, como la vesícula biliar y el colon (ciego) están pasando por una crisis que se debe resolver de forma integral atendiendo a TODO el sistema digestivo. En algunas culturas se le relaciona con el elemento fuego.
En la medicina china se relaciona con el yang junto con otros órganos que son los que reciben y transportan agua, alimentos y desechos por lo que se dice que a mayor exceso de desechos o impurezas mayor enfermedad en estos órganos. (la energía yang es la parte rápida, activa, caliente y luminosa de las personas, conectada al Sol y el movimiento).
Algunos de los síntomas que debes tomar en cuenta para acudir al médico y hacerte el diagnóstico adecuado son:
Hinchazón del abdomen
Pérdida del apetito
Nausea y vómitos
Estreñimiento y diarrea
Gases e incapacidad para eliminar los gases
Fiebre baja
Aunque no todas las personas presentan los mismos síntomas los médicos determinan que debe ser tratada como emergencia ya que si la inflamación o infección es muy intensa, repentina o duradera puede reventarse y causar sepsis (infección generalizada que puede derivar en fallecimiento).
Como siempre querido lector, lo mejor es practicar la prevención para no llegar a la extirpación de un órgano que sí sirve; como nutritivamente, cuida la salud de tu sistema digestivo y disminuye el fuego con medicina China o medicina Ayurvédica (además de visitar a tu gastroenterólogo regularmente).
Por: Leticia Trejo.
Recientemente vi un “reel” (así se les llama ahora a los videos cortos de la red social Instagram) en donde un médico decía que las amígdalas de la garganta NO deben extirparse. Me puse triste pensando que cuando yo tenía 9 años me realizaron esa cirugía para retirar esas “bolas” que se me inflamaban constantemente desde mi infancia.
Era muy incómodo y doloroso que cada que tenía una infección de las vías respiratorias sintiera que me ahogaba debido al gran tamaño que llegaban a tener las anginas.
Resulta que las amígdalas faríngeas o adenoides son una masa de tejido linfoide, es decir, son parte del sistema linfático, que es el encargado de detectar organismos dañinos y determinar qué hacer con ellos: atacarlos, eliminarlos o dejarlos pasar a que salgan por los propios medios del cuerpo. Empiezan a crecer a los nueve meses de vida. De hecho, las amígdalas producen inmunoglobulinas en las membranas que las recubren (las inmunoglobulinas son proteínas/anticuerpos que realizan una gran cantidad de funciones e influyen de forma importante en nuestro sistema inmune)
Generalmente la respuesta inflamatoria de estas importantes estructuras es benigna, pero también tratable. En mi caso no es que las infecciones fueran mortales, sino que mis amígdalas estaban mostrando un sistema inmune débil y vulnerable que descubrí hasta que me dediqué de lleno al bienestar.
En la medicina moderna posterior al año 2000 ya no quitan las amígdalas completas, si están dando muchos problemas, reducen su tamaño extirpando una pequeña porción de estás y afortunadamente tampoco atacan al organismo con miles de antibióticos (como me pasó a mí) sino que se buscan otros tratamientos, entre ellos el fortalecimiento del sistema inmune de la persona. Recordemos que el abuso de antibióticos debilita al organismo, daña al hígado y a los riñones, debilita a los huesos, vulnera a los dientes cambiando incluso el color a uno amarillento incrementando la posibilidad de propagación de caries.
Para que estés atento a tus amígdalas estos son algunos de los síntomas:
Respiración bucal, dificultad para respirar por la nariz que está congestionada.
Respiración ruidosa y ronquidos durante el sueño incluyendo apneas (interrupción de la respiración durante el sueño).
Moco nasal permanente.
Tos nocturna y tos durante el día con dolor, ardor y picor de la garganta.
Otitis agudas con frecuencia (infecciones de los oídos).
Dolores de cabeza.
Trastornos del desarrollo esquelético.
Temores nocturnos, pesadillas, etc.
Considerando que las amígdalas son la primera barrera de protección del organismo mi mejor sugerencia es que cuidemos el sistema inmune en lugar de pensar en quitar algo que sirve de mucho y por muchos años para avisarnos que algo no marcha bien en nuestra salud. Las recomendaciones son las de siempre: come nutritivamente, haz actividad física, busca tener un sueño apacible y reparador y regula tus emociones.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo Laguna.
Por: Leticia Trejo.
“Es que estás hormonal”, ¿cuántas veces escuchamos esa frase cuando nuestras emociones se expresan con impulsividad y fuerza? La frase dicha desde un lugar de superioridad, deja claro que nosotras no teníamos control sobre nosotras mismas.
¿Cuántas veces escuchaste explicaciones frías y reducidas sobre este tema? Yo, cientos, tanto de familiares como de médicos que en lugar de ayudar me hacían sentir inadecuada y que algo estaba mal en mí. Pero ahora entiendo que muy pocas mujeres, y muy pocos médicos también, estamos suficientemente informados, sensibilizados y preparados para entender a nuestro sistema endócrino y menos para saber qué es lo que necesita.
Veamos que ocurre con los síntomas que nadie nos explica nunca y uno hace lo que puede con ellos:
Sudoración excesiva, dolores intensos de cabeza, caída del cabello, resequedad en la piel, dolores musculares y articulares, insomnio, bochornos, infecciones en las vías urinarias frecuentes, miedo irracional, ansiedad, depresión, distracción, impulsividad, solo por mencionar algunos.
Por eso es por lo que ahora existe la medicina funcional, que en realidad ha existido desde los tiempos más antiguos de la humanidad y que se llamaba y se llama medicina holística. Holos significa “todo”, “entero”, “completo”, considerando las estructuras o elementos que se encuentran funcionalmente relacionados entre sí.
El concepto holístico en la Salud Hormonal tiene cuatro importantes pilares:
Según Jan Christiaan Smuts describió lo holístico como “la tendencia de la naturaleza de usar una evolución creativa para formar un todo que es mayor que la suma de sus partes”. Las mujeres NO somos nuestra emociones, tampoco somos nuestra morfología corporal, ni somos la imagen que damos ante la sociedad, como algo más sutil, más fino, más sofisticado y por eso, el abordaje hacia la salud hormonal debe ocupar un espacio integral en nuestra vida. Buscamos tratamientos para la menopausia cuando lo que deberíamos buscar TIEMPO PARA LA MENOPAUSIA y su nombre nos lo dice: mens = mensual, pausi = PAUSA. Desde que el sistema endócrino entra en su primera crisis en la adolescencia nuestro deber sería hacer una pausa para entender lo que está pasando, y otras muchas pausas para hacer lo que debemos hacer para ayudarle al organismo a pasar a la mejor manera estos momentos.
Si tienes más de 35 años te sugiero empezar a investigar y aprender sobre tu sistema endócrino y todas las hormonas para que puedas salir adelante en cada etapa de cambios hormonales (y los hombres también).
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Por: Leticia Trejo.
La semana pasada escribí la columna completamente estresada, mi computadora murió y al intentar hacer la compra de una nueva, el banco bloqueó mi tarjeta; me agobió el hecho de no poder entregar a tiempo mi texto; fueron varios los detalles que incrementaron la producción de la hormona cortisol en mi organismo.
Afortunadamente tengo suficientes herramientas para evitar que las hormonas del estrés causen estragos en mi cuerpo, si no fuera así ese día hubiera perdido el sueño, o quizás me hubiera dolido la cabeza, habría tenido acidez estomacal así como poca tolerancia para los demás asuntos que se presentaron en mi día.
Tendemos a pensar que el cortisol es la única hormona que se dispara durante el estrés, pero no es así, también se produce adrenalina. Tanto el cortisol como la adrenalina tienen la tarea de activar energía almacenada hacia los músculos para poder responder a la emergencia, por eso aumenta nuestra frecuencia cardiaca, la presión sanguínea y la velocidad de la respiración.
Gracias a este sistema la humanidad ha sobrevivido a lo largo de los años ante situaciones catastróficas reales como pandemias, guerras, hambrunas y eventos extraordinarios de la naturaleza. Desgraciadamente esos mismos sistemas se activan por emergencias imaginarias o situaciones mínimas, eso quiere decir que hay una sobreproducción de estas dos magníficas hormonas, y ese estrés constante y sostenido dañará sin lugar a dudas al organismo. Estos son algunos de los síntomas:
Agotamiento
Alteración de los ritmos metabólicos (aumento excesivo del peso corporal o descenso del mismo sin causa aparente)
Hipertensión
Úlceras
Descenso de testosterona en los hombres (disfunción eréctil)
Ciclos menstruales irregulares en las mujeres
Baja del sistema inmune (mayor probabilidad de enfermedades infecciosas)
Depresión
Ansiedad
Trastornos del sueño
Adicciones
Comportamientos obsesivos-compulsivos
Al inicio mencioné que tengo algunas herramientas para regular mis respuestas naturales ante el estrés, y todos podemos hacer uso de ellas. La realidad es que vivimos dentro del estrés, así que más vale que la producción de cortisol y adrenalina sea por situaciones que valgan la pena; a todos nos conviene que existan desafíos en la vida que nos saquen de nuestra zona de confort, que nos estimulen a crecer, madurar y tomar las lecciones que esas situaciones nos dan y si estamos conscientes y presentes conectados con nuestro organismo podemos ayudarle a gestionar el estrés de forma positiva, ya que es muy común que en esos momentos nuestra mente quiera escaparse y evadirse, y lo hará a través de hábitos que nos perjudican, entonces ya no solo nos hacemos daño debido a la situación estresante sino también con esas “soluciones” que solo nos debilitan.
Darse un baño relajante, escuchar música suave, meditar, practicar ejercicios de meditación, darnos tiempo de disfrutar alguna actividad artística, pasar tiempo con nuestros seres queridos y la contemplación son algunas de las herramientas más comunes. De verdad, encuentra alguna o algunas para ti, y no las sueltes a menos que sea por salir de tu zona de confort y desarrollar tu gran potencial humano.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Por Leticia Trejo
Durante mi adolescencia, pasé por cuadros bastante graves de gastritis y acidez, algunas veces reflujo y recuerdo con claridad el miedo que me daba comer ciertos alimentos. Evité por algunos años tomar café, ponerle salsas (que tanto disfruto) a mi comida, comer pan, tortillas, quesos y crema… En fin, la lista era larga porque, en esos tiempos, hasta la lechuga me generaba molestias. Afortunadamente no me gusta depender de los medicamentos, así que ni siquiera me terminaba los antiácidos que me prescribían los doctores; en años recientes me enteré de lo peligroso que es tomar estos medicamentos que “alivian” el dolor que generan estos cuadros gastro-intestinales.
El pH es una medida que indica la acidez o la alcalinidad del agua, se define cómo la concentración de iones de hidrógeno en el agua y nosotros somos 75 % sustratos líquidos. Esto quiere decir que no debe pensarse en ácido cómo “malo” y alcalino cómo “bueno”, la nutrición adecuada para ti es vital para lograr un equilibrio óptimo. La escala para medirlo es del cero al 14 por lo que siete se considera un valor de pH neutro.
El nivel idóneo del pH en la sangre debe oscilar entre 7.35 y 7.45 pero la contaminación atmosférica, los malos hábitos alimenticios o el exceso de estrés acidifican y alteran ese pH, entonces ocurren desequilibrios graves como por ejemplo que la microbiota intestinal se salga de control, o que no podamos absorber las vitaminas del complejo B, tampoco los minerales, y tampoco el calcio, así que la osteoporosis puede tener cómo causa que la persona ha estado consumiendo antiácidos durante años, desequilibrando su pH. Otros síntomas de pH con alta acidez es disminución de la actividad del sistema inmune, pérdida de masa ósea y muscular, fatiga crónica, calambres y dolor muscular, caída del cabello, piel irritada.
Un buen equilibrio depende de la adecuada combinación de alimentos que dan reacciones alcalinas y alimentos que dan reacciones ácidas. Los minerales cómo el potasio, el calcio, el sodio y el magnesio forman reacciones alcalinas y se encuentran en las frutas y las verduras. Los alimentos que contienen hierro, azufre y fósforo cómo las carnes, el huevo, los lácteos y los frutos secos son promotores de la acidez.
Según algunos estudios se recomienda que la dieta esté compuesta de un 20 a 25 % de alimentos ácidos y de un 75 a 80 % de alimentos alcalinos. Así que sigue el pie la sugerencia de los nutriólogos de aumentar el consumo de frutas y verduras, o el plato con todos los colores, o según la Universidad de Harvard distribuir en nuestro plato de alimentos:
Color verde, que corresponde a los vegetales.
Color rosa, que corresponde a las frutas.
Color café o marrón, que corresponde a los granos integrales.
Color amarillo, que son las proteínas saludables.
Seamos creativos al comer las tres comidas del día, sé que no siempre es fácil o accesible, pero podemos ponernos cómo meta comer de forma saludable cinco días de la semana hasta que se convierta en un hábito continuo, salvo por esas contadas ocasiones que es inevitable salirse de la dieta sana, cómo en las fiestas navideñas o en las vacaciones.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Hace unas semanas una amiga me compartió un podcast de una chica de esas que se denominan “influencer” y que tiene muy buenos invitados. En esa ocasión la invitada era una nutrióloga que habló de la “gordofobia”. La verdad estuvo muy interesante, me gustó su punto de vista ya que comparto su idea de que debemos aprender a respetar al otro y, en este caso, a que las personas con obesidad se sientan incluidas y apreciadas en un mundo que rechaza a quienes se les considera de “talla grande”. En lo único en que no estuve totalmente de acuerdo es que ella decía que al comer nos dejáramos guiar por la intuición.
La intuición tiene que ver con el instinto, no es que sean lo mismo, el segundo es esa fuerza natural y totalmente primitiva que nos permite luchar para sobrevivir, la primera es una voz interna que se desarrolla y se nutre con todas las experiencias de vida desde que nacemos, entre más aprendizajes de las experiencias de vida, más herramientas para tomar mejores decisiones. Ambas nos ayudan a responder mucho mejor a los desafíos cotidianos.
Y aquí es en donde yo no estuve de acuerdo con la nutrióloga del podcast; cada día veo más disminuido el instinto de supervivencia en las personas: comemos cosas que nos dañan, si nos sentimos mal no cambiamos de comportamiento, no nos hacemos cargo de nuestro estrés, no vamos al psicólogo, no queremos hacer ejercicio, no nos queremos dormir temprano y menos levantarnos temprano, tomamos en exceso, fumamos, y etc. etc., no tiene fin la lista de comportamientos que van totalmente en contra del instinto de supervivencia, entonces, yo me pregunto, ¿si ya estamos perdiendo un instinto natural y primitivo, cuáles son las chances de que tengamos desarrollada una intuición refinada, atinada y precisa?
Para sobrevivir necesitamos ambas cualidades: Instinto e Intuición, que nos permitirían gestionar de forma eficiente el estrés, que ya hemos escrito aquí es una respuesta natural a nuestras actividades, pensamientos y forma de vida. El estrés es estimulante, nos saca de nuestra zona de confort, el filósofo Horacio decía: “la adversidad tiene el Don de despertar talentos que en la prosperidad hubieran permanecido dormidos”. Pero saber CUÁNTO estrés estamos dispuestos a soportar depende de tener buenos instintos, no hay otra forma de saberlo, las sensaciones y síntomas nutren al instinto, hacerles caso es reconocernos y tomar decisiones que nos permitan sobrevivir y vivir más y mejor.
Saber, sentir, experimentar CUÁNDO necesito calma y CUÁNTA calma necesito también es tarea de estas dos cualidades: instinto e intuición.
Por todo lo anterior me pareció que, en este podcast, la invitada, tenía y no tenía la razón; si una persona tiene bien desarrollados su instinto y su intuición entonces le va a ir muy bien decidiendo qué alimentos lo nutren, le dan energía y lo hacen sentir bien, y no solo eso, decidir qué le produce ansiedad por la comida, qué detona su estrés y qué lo lleva a tomar malas decisiones también serían parte de este “seguir sus instintos”. Pero, sin ser pesimista, creo que pocos individuos poseen esa capacidad entre la biología y la percepción.
Estimulación, estrés y calma en equilibrio nos ayudarán a tener una mejor calidad de vida, más disfrutable, más llevadera y desarrollando una intuición aguda y precisa.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal.
Por Leticia Trejo.
Desde que el bebé empieza a dar sus primeros pasos DESCALZO, se forma la relación e integración de estas tres importantes articulaciones. Dicen los buenos ortopedistas que NO HAY QUE PONER ZAPATOS a los bebés entre su primer y segundo año sino hasta que empiezan a caminar, ya que esto es lo que fortalece y determina la alineación entre los pies, las rodillas y la cadera y, por supuesto, la columna vertebral.
Otro dato interesante es que la mayoría de los bebés tendrán sus piernas “chuecas” o “torcidas” hasta los cuatro años, en lo que los músculos se fortalecen y se alinean. La actividad física es vital para que los músculos puedan realizar esta alineación y eso ocurre en los primeros siete años de vida.
Pero lo más relevante es que en realidad las rodillas NO SON las que tienen un problema, a menos que hayas tenido un traumatismo, accidente, golpe, caída. La relación de la cadera y la rodilla es muy importante.
La posición de las rodillas depende casi totalmente de la forma de la cabeza del fémur, por un lado, y por el otro lado del tamaño y profundidad del acetábulo que es la cavidad en donde embona la cabeza del fémur; existen más de seis formas y ángulos en los que hacen socket estas dos estructuras, si hay alguna asimetría, debilidad o exceso de rigidez en los músculos circundantes de la pelvis y las piernas las rodillas sufren las consecuencias. Lo mismo ocurre cuando los pies no tienen músculos fuertes.
En mi experiencia, cuando se operan las rodillas sin tomar en cuenta la biomecánica de la articulación de la cadera el problema vuelve a aparecer en los dos o tres años posteriores a la cirugía.
La recomendación es mantener un buen tono muscular y una sana movilidad en las articulaciones a través de la actividad física, el uso moderado de tacones, y el mantenimiento del peso ideal, ya que la obesidad y el sobrepeso son otras de las causas que producen dolor de rodillas.
Es importante que sepas que las piernas están diseñadas para cargas de trabajo intensas, que no se van a romper si las entrenas para fortalecerlas, para eso están hechas. Cada fémur resiste un peso de 250 kilos, siempre y cuando los músculos que lo rodean estén bien desarrollados.
Así que sacude ese esqueleto, ponte de pie y camina.
Leticia Trejo es profesora de Yoga y entrenadora personal. Foto: Archivo.
Por Leticia Trejo.
Hace unos dos meses grabé un podcast sobre el peso saludable en los adultos; mi amiga la nutrióloga Marcela Torres me acompañó para dar los datos que, como especialista, ella ha reunido a lo largo de más de 30 años de carrera. Al principio ella quería que el tema fuera “Control del peso en los adultos” pero yo le dije que no, tengo rato que me cae mal la palabra control, sobre todo cuando se trata de impulsos que tienen diversas causas y que una restricción estricta solo logra incrementar el deseo por satisfacer ese impulso, además de generar frustración y enojo; si cedemos al impulso luego se siente culpa y vergüenza.
Y justo hace unas semanas una amiga me pasó otro podcast en donde se trata el tema de la “gordofobia». Yo había escuchado el término, pero no le di importancia, sin embargo, acabo de ver una nota de la CNN en español que decía que, con los años, los asientos de las aerolíneas se han ido achicando, pero el tamaño de las personas ha ido creciendo. Dice la nota que los expertos predicen que más de la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad para 2035. Los pasajeros con obesidad consideran discriminatorio que no haya asientos adecuados a su talla. De verdad, es un tema controversial.
Durante muchos años yo juzgué a las personas gordas (no lo digo con afán de ofender), consideraba que estaban así porque no se esforzaban lo suficiente, porque eran flojos, porque eran débiles y cedían a sus impulsos de apetito desmedido. Afortunadamente ahora me doy cuenta que existen por lo menos diez factores que hacen que una persona suba de peso. Entonces he dejado de hablar de control del peso o de retos para bajar de peso y ahora promuevo el peso saludable.
Pero, ¿qué es el peso saludable? Un peso que tu esqueleto soporte sin deformarse, en donde tus valores de química sanguínea sean en los rangos permitidos, que no tengas el colesterol alto, que no tengas hipertensión, que tengas triglicéridos normales, niveles de glucosa dentro de los parámetros y otros más.
¿Conozco a una persona así? Sí, sí conozco a alguien así, tengo una amiga que mide 1.85 mts. Y su peso oscila entre los 95 y 115 kilos, pero ella nada todos los días uno a dos kilómetros, se va a su oficina en bicicleta, lo cual implica 30 kilómetros al día. Tiene una hermosa piel, los ojos frescos y brillantes, excelente carácter y actitud, creo que estas características nos hablan de alguien que consigue estar saludable, más que algunas personas delgadas que padecen varias enfermedades.
Ahora veo con claridad que, efectivamente, si hay un estigma muy fuerte hacia las personas de talla grande y extra grande, hay discriminación y no sé por qué los delgados nos sentimos con el derecho de opinar sobre el cuerpo de los demás, ni para señalar lo delgado que están o lo gordos que se han puesto. Cada uno de nosotros debe realizar una toma de conciencia sobre el estilo de vida que le permita vivir plenamente, no ser una carga para los demás, tener libertad para moverse, para trabajar, para disfrutar la vida.
Si quieres lograr un peso saludable, hay muchos valores a tomar en cuenta: el estado de la salud hormonal, la etapa de tu vida, los niveles de estrés, la regulación de las emociones, la calidad del descanso, la actividad física, las creencias limitantes con las que creciste, tu círculo de confianza, amigos, familia…
Uff, son tantos factores que le corresponden únicamente a cada persona. Espero que cada persona encuentre su lugar en el universo, en la sociedad, en su familia y se sienta bienvenido. Y cómo le digo a mis alumnos, dale la bienvenida a todas las sensaciones, cómodas e incómodas, después de todo son pasajeras. Aprende a habitar tu cuerpo, con gentileza y amabilidad.
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