Un hecho que cada vez se vuelve más y más cotidiano: la muerte de un inocente -o mejor dicho, el asesinato
Foto: Cortesía.
Cornelia M. P. (Guadalajara Jalisco)- No fue el estado, es el país entero. No fue uno, somos todos; no fue la autoridad, es el sistema corrompido; no es la víctima ni el victimario, son las circunstancias; no es una carpeta por investigar, son los nombres. La hora de salida y la incertidumbre de si habrá un regreso, el momento y el lugar que nos convierte en posibles actores de una obra escrita con el título de “desaparecido”, el resultado de una mala estrategia en busca de lograr un México mejor. Es la rabia, es la angustia, la desesperación y el motivo para convocar una marcha.
Una voz que se alza y emite un discurso que reza “nos amenazaron…”. Las imágenes de los hechos, la prepotencia de la humillación y el miedo a la fuerza bruta. Un hecho que cada vez se vuelve más y más cotidiano: la muerte de un inocente -o mejor dicho, el asesinato-. La acusación que se presentó un mes después o en el momento exacto para exigir justicia y señalar culpables.
No es el desacato de las normas, son los opresores, el mal gobierno, los políticos corruptos, el crimen “ordenado” -y su sinónimo-, el abuso de poder, la baja calidad educativa de un alto número, la tasa de desempleo, la ruptura de la democracia, el país entero, es el México en el que vivimos, somos todos.
Un asesinato más añadido a una larga lista, esa es la chispa que enciende el fuego de la preparada antorcha que empuña una sociedad cansada de muertes con motivos dudosos y participantes pocas veces expuestos. Una que reconoce su poder y se organiza para manifestarse y entiende que entre más voces se sumen mayor posibilidad habrá de ser escuchados.
Resuena el grito: ¡Justicia! Por los tantos que no regresaron. Y poco a poco fueron llegando las noticias de los medios que comunicaban lo ya sabido. ¡Justicia! Pero la exigencia pocas veces es escuchada. ¡Justicia! Y la marcha fue justificada y el fuego de la rebelión avivado. El daño causado a uno, con anterioridad a unas y a un sin número en todo el país. La obra se repite en distintos escenarios, con múltiples actores, el título pasa a ser “asesinado”.
La catarsis provocada se encapsuló en un enunciado, un hashtag bien planteado que evoca el espíritu social, que engloba el sentimiento de solidaridad, que reafirma la idea de unidad, que nos hace saber que donde se alce un grupo de poder que ponga en riesgo lo que se sabe y considera bueno, que apague vidas y silencie voces -sin importar el nombre con el que se le conozca-, uno más se alzará para pelear en contra, uno que no se acobarde y sea capaz de hacer lo que deba hacer para lograr justicia, incluso si debe arriesgar su vida para vencer.
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