Carmelita es, probablemente, la mujer con más edad en la pintoresca población
Ella tan solo tiene 105 años. Foto: Domingo Marquez.
Domingo Márquez (Ajijic, Jal.).- “Carmelita”, como la conocen los ajijitecos es una mujer menuda, con una mirada expresiva, boca mediana, de andar lento y mente brillante. Este 28 de abril cumplió 105 años, y es, probablemente, la mujer con más edad en la pintoresca población.
María del Carmen Núñez Medeles “Carmelita”, trae puesta una blusa con flores bordadas, trae pendientes a tono, los labios pintados y desprende un olor agradable.
En una plática con Laguna, dice que nació en 1912 y vive sola en una casa donde se respira pulcritud y organización en la zona centro de Ajijic, aunque sus sobrinos que viven en Guadalajara siempre están al pendiente de ella.
Ella se casó a los 21 años con Agustín Ladrón de Guevara, a quien conoció en Guadalajara. Desafortunadamente, tuvieron un niño y una niña que no sobrevivieron, y enviudó después de sólo 13 años de casados, hace 71 años. Pese a esto, nunca se ha sentido sola, pues su mamá, Agustina Medeles García, con quién vivió la mayor parte de su vida, murió a los 102 años.
Carmelita cuenta que su papá vivió y murió en Torreón. De ahí le mandaba dinero a su mamá para la manutención de sus dos hermanos y ella; sin embargo, cuando cumplió alrededor de 13 años, tuvieron que emigrar de Ajijic a Guadalajara, debido a que uno de sus hermanos consiguió trabajo en la ciudad.
Ahí en Guadalajara, Carmelita comenzó a trabajar, conoció el amor, enviudo, hizo amistades, estudió en la escuela de música sacra, cantó en el teatro Degollado y hasta tuvo la propuesta de ir a cantar a la radio.
Sin embargo, la vida le tenía preparada otro destino; un sacerdote aconsejó a su mamá que se la trajera nuevamente a vivir a Ajijic, ya que una hija no podía estar lejos de su mamá, así que, a su pesar, Carmelita regresó al pueblo para olvidarse para siempre de un prometedor futuro como cantante soprano.
“Como antes eran muy obedientes”, Carmelita escuchó a su mamá y se regresó a vivir a Ajijic cuando tenía alrededor de 34 años. No obstante, le costó mucho trabajo volver a acostumbrarse debido a que ya no conocía a nadie.
El canto no la abandonó. Una vez que tuvo oportunidad, formó un coro con 16 mujeres del pueblo, un coro que, aunque no tenía nombre, si tenían un uniforme color beige y corbata café.
Carmelita cuenta que cuando invitó a las mujeres a formar un coro, debido a que la parroquia de San Andrés se había quedado sin música porque el encargado se había ido con su familia a la ciudad a estudiar, tuvo buena respuesta de las vecinas por lo que se pusieron a estudiar. Esto, porque las voces de las mujeres si bien estaban entonadas, no estaban educadas, pues antes sólo cantaban en los cerros o en sus casas, cuenta la entrevistada.
Por fin, se formó un coro que con el tiempo se ganó el respeto y la admiración de los locales y visitantes de aquellos años.
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Aunque le siguieron mandando a Ajijic propuestas para cantar en otro concierto en Guadalajara, Carmelita tampoco volvió a presentarse con la sinfónica o cantar por primera vez en la radio, porque otro sacerdote aconsejó a su mamá que no la dejara ir, ya que las aspirantes a cantantes las hacían firmar contratos y luego tenían que cumplir compromisos a la ciudad como presentarse en centros nocturnos donde “agarran la copita”.
Así que Carmelita se olvidó del canto de manera profesional y se enseñó a cocer y comenzó a trabajar en el pueblo. Primero en el Burro Rosa, una tienda de ropa y artesanías para extranjeros y después por tres años trabajó en la tienda taller de la conocida Neill James, donde por envidias de las empleadas por el favoritismo de Neill James hacia ella y su mamá, fue acusada de ladrona. Nunca fue despedida por estas acusaciones, mas ella prefirió renunciar.
“Trabajé [en la tienda de Neill James] tres años, pero puro sufrimiento. Cada ocho días decían [las empleadas] que faltaba dinero. Todas me criticaban, me hacían mala cara. Ya no pude soportar tanto. Se metió el sindicato y no me dejaron trabajar, y me llevaron para darme credencial y Rosario que tenía envidia le dijo a Neill James que a mí no me dieran credencial porque era una ladrona.”
Ante las difamaciones, Carmelita “La Catrina”, como le decían en el trabajo en todo de burla, siempre conservó la calma pues recordaba los consejos de su hermano difunto: Ante las críticas, prudencia y educación.
Sin embargo, Carmelita tiene buenos recuerdos de aquella época del Burro Rosa, a donde iban muchos camiones con guías de turistas, “pero como ahora todos traen automóvil, eso ya no se ve”, dice Carmelita.
También recuerda que antes las muchachas decentes sólo platicaban por la ventana de su casa, que además tenía una reja, ya que si se le veía platicar a una mujer en la oscuridad era acusada de deshonestidad. “Antes, qué esperanzas, platicábamos con ventana y reja. Platicando en la oscuridad era muy delicado”.
Su niñez, según recuerda lúcidamente, fue placentera, pues nunca sufrió carencia alguna. Su padre, que vivía en Torreón, le compraba sus “Rorras”, muñecas y cuándo creció le mando una máquina de coser que aún conserva.
A sus 105 años, Carmelita barre, se cocina, lava los platos, su ropa, riega su jardín y no sufre de mayores complicaciones de salud. Sólo tiene una fractura en la clavícula, porque se cayó de una mecedora hace años y tiene un marcapasos que le fue colocado cuando ya tenía los 100 años.
Su salud cree que se la debe al ejercicio desde pequeña, la alimentación de frutas y verduras y a que vive el presente.
“Contenta de vivir 105 años no he sido muy enferma, no me duele nada ahora. Ya camino lento, pero también estoy preparada para mi viaje, hacer a la voluntad de Dios. Todos nacimos para morir. Ya me toca. Pero si por algo sigo aquí, por algo será.”
Sobre cómo sobrevive, Carmelita cuenta con los ahorros de toda una vida de trabajo y la ayuda que le brinda el gobierno de mil pesos cada dos meses, con lo que adquiere su medicina y ya hasta pago para el lugar donde la enterrarán.
El consejo de quien nunca creyó que iba a llegar a tanta edad sin perder ni un gramo la lucidez para las nuevas generaciones es que vivan el presente, que mantengan su mente ocupada, realicen ejercicio y cuiden su alimentación.
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