Jocotepec, ‘el carnaval que fue’ en los recuerdos de Marcos Cortez
Marcos Cortez Gómez es un gran conversador sobre las memorias que guarda de Jocotepec. Foto: María Reynozo.
María del Refugio Reynozo Medina:
Jocotepec es, para Marcos Cortez Gómez, uno de sus amores. Don Marcos es jocotepense y como tal ha participado en la vida cultural de su terruño. Ama la música, los antiguos retratos del recuerdo, las cámaras fotográficas de las que conserva más de un par. Además de algunas viejas máquinas de escribir.
En su sala, cuelga una copia del juramento realizado al Señor del Monte, a quien guarda un fervor especial, el señor Marcos es miembro de la Guardia de Honor.
Están también los retratos de sus padres y los de él y su esposa Juana de la Torre, quien puso la primera tienda de ropa en Jocotepec en 1965. Tuvieron siete hijos, tienen 15 nietos y 10 bisnietos.
Cerca de cumplir los noventa años, Marcos guarda en su memoria pasajes del Jocotepec de sus tiempos de juventud, y las celebraciones más importantes, una de ellas, el carnaval que no volvió.
-Era una fiesta de lo más hermoso- dice, y sonríe nostálgico.
Los festejos del carnaval iniciaban desde el sábado y terminaban el martes. Todos los días comenzaban con las mañanitas y la banda por las calles. A las once de la mañana era el convite. Ahí aparecían todos los jinetes que iban a participar en los toros, también desfilaban caballos y en medio de ellos unos toros mansos, era la manera de invitar al carnaval. El desfile culminaba en la plaza de toros. Era el toro de once, ahí hacían la prueba de uno de los que iban a torear por la tarde.
Se hacía el recibimiento, ahí daban la bienvenida a los que donaban las corridas. Venían de Zacoalco, Navajas, Ahuisculco, San Pedro y Zapotitán.
En Jocotepec, había una gran banda de música, la banda de Ignacio Zaragoza. Tocaban música clásica y popular. Rodolfo García Ibarra, era un impulsor, aunque él no era músico, su casa funcionaba como un estudio; ahí se reunían y ensayaban. Las noches terminaban con serenata y baile.
En la serenata las mujeres daban vuelta para un sentido y los hombres para otro. Había intercambio de flores o ramitos adornados y perfumados entre muchachas y muchachos. Recuerda que a media ronda, la banda tocaba El Papaqui, y mientras se tocaba la pieza, les rompían cascarones a las muchachas, a las amigas, a la novia, y les lanzaban serpentinas y confeti.
El último día se coronaba a la reina del carnaval. El presidente municipal o el grupo de charros designaban a la afortunada y a sus dos princesas. Todas acompañadas por sus chambelanes. Los toros eran a las cuatro de la tarde. El güero Loza, era uno de los toreros originarios de Jocotepec, a veces venían de fuera y en otras ocasiones, aparecían los espontáneos que en ese momento se aventaban al ruedo y se convertían en toreros, a veces no tan afortunados. Las reinas hacían su entrada a la plaza de toros en una carroza, daban una vuelta por el ruedo y luego se instalaban en su palco de honor que les habían preparado. Ellas premiaban a los participantes en la fiesta taurina, les imponían las bandas que estaban hechas de listones de colores. A don Marcos le llegaron a poner una banda, y luego el gusto era presumirlas con los amigos o las muchachas como un trofeo.
En las corridas de toros no faltaban los payasos con sus chistes. Había uno llamado Candelario que venía de Pueblo Nuevo, otro que le apodaban La rata.
Los payasos tenían una gran habilidad para componer los chistes en el momento, Marcos aún recuerda:
Las muchachas de Jocotepec, son como la flor de otate
Muy buenas para hacer novio, pero malas pal metate.
Cada que había esas corridas, el ruedo era armado con vigas de madera, y luego cuando terminaba volvían a desmontarlo.
Don fulanito de tal es un hombre muy bragado,
Se pasa mirando pierna por debajo del tablado.
Decía otro
Don Francisco Olmedo, era uno de los organizadores que recuerda, Donaciano Olmedo, José Gómez y Francisca Garavito.
Una vez que terminaban las fiestas del Martes de Carnaval y llegando el Miércoles de Ceniza, no se hablaba más de los toros ni de festejos. Se despedían de la alegría.
A Marcos le gusta mucho bailar y cantar, el cantante Jorge Valente era su amigo, a veces compartían comidas y canciones. Se querían como parientes, aunque no lo fueran. El compositor Gilberto Parra era su primo.
Don Marcos es un gran conversador, no solo tiene el gusto de cantar, también compone, en la conversación converge la narración con el canto y eleva la voz para entonar.
Te espero en los camichines, donde pasan los camiones
Para marcharnos muy lejos a unir nuestros corazones.
Te juro que nuestro amor permanecerá por siempre
Anímese chaparrita, verá que no se arrepiente.
Ha escrito tres canciones rancheras que guarda para sí,
sigue recordando y eleva la voz para entonar emocionado:
Esta noche con la luna te canto mis ilusiones,
yo te juro que mi amor es con buenas intenciones.
“Estoy muy agradecido con Dios por haberme dejado nacer aquí y vivir aquí, en la tierra de mis amores”.
Afirma sin concluir, porque don Marcos tiene muchas memorias que no terminaría de contar.
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