Aprendamos observando
La Ribera de Chapala tiene muchos defensores de nuestro medio ambiente y más de algún colectivo dedicado a la generación de una conciencia más respetuosa para el entorno. Pero también es cierto que este movimiento ambientalista es más apasionado y menos fundamentado, pues quienes lo integran son más bien artistas, profesionistas y hippies que se han avecindado en la zona, y no son precisamente expertos en el tema. Por eso me dio mucho gusto haberme topado con Alejandro Juárez hace unos tres o cuatro años en Ajijic.
Alejandro Juárez, biólogo de profesión, es hoy en Guadalajara una de las más prestigiadas autoridades en el ámbito ecológico. Y se ha distinguido precisamente por ser de los menos gritones y de los que más propuestas técnicas pueden aportar en la búsqueda de soluciones. Su asociación civil Corazón de la Tierra es sin duda la asociación civil ambientalista más activa en el estado, pero no en marchas y manifestaciones, sino en la generación de estudios científicos y la divulgación del conocimiento.
Juárez y su equipo de trabajo comenzaron a hacer hace algunos años el Festival de las Aves, un encuentro mitad científico y mitad cultural que cada año se celebra en distintos puntos de la ribera, con motivo de estudiar la naturaleza que habita el lago, desde la perspectiva de las especies de aves migratorias y endémicas que lo habitan. Muy a pesar de que este tipo de encuentros no suelen parecerles muy atractivos a nuestras autoridades, ha logrado la subsistencia por medio de esporádicos y muy modestos apoyos de gobierno en sus distintos niveles y una cada vez más amplia alianza con instituciones educativas y particulares generosos.
Ese esfuerzo de años en la ribera a través de su festival hoy ha rendido un fruto concreto que va más allá de un fugaz, aunque enriquecedor encuentro: el observatorio de aves Alexander Von Humboldt, ubicado en el polémico malecón de San Antonio Tlayacapan. Este sendero es ante todo, una solución sencilla y creativa a varios planteamientos, que van desde lo científico y lo económico pasando por lo político. A este tipo de ejercicios yo les llamo: proyecto integral y siempre les aplaudo.
Primero que nada, ofrece una medida creativa y divertida para que quienes no somos expertos, aprendamos a acercarnos más a la naturaleza y la observemos más de cerca. Esto implica que los principales usuarios de este espacio serán los propios habitantes de la zona, conformados por grupos escolares, los siempre curiosos extranjeros que aquí habitan y de manera deseable, vecinos ociosos originarios de la zona. Pero estoy seguro que también atraerá a turistas y generará una derrama económica directa sobre el pueblo.
Pone en alto el nombre de San Antonio Tlayacapan (últimamente usurpado por su vecino pueblo Ajijic), pues genera un atractivo directo en el pueblo. Y curiosamente, este atractivo en específico es el primer proyecto ecoturístico en la zona, así que le da la oportunidad a San Antonio de convertirse en el polo ecológico-turístico, con lo cual impactaría a futuro de forma muy positiva en educación e ingreso económico por esta vía verde.
Propone una solución alternativa al tema del malecón y su intrusión en un santuario de aves, pues con este sendero se vinculan precisamente la naturaleza y el ocio humano a través de su observación. Con esta especie de “tercera vía” se podrá vacacionar el malecón para adecuarlo de una manera que se integre con su entorno. Además permitirá la reconciliación ente vecinos confrontados por sus distintos puntos de vista. De ese modo incluso en el terreno de lo legal podría haber una buena solución.
Volviendo a nuestros entusiastas ecologistas, espero que sean los primeros en solicitar su visita guiada en el sendero, no solo para que vivan en carne propia esa experiencia, sino también para que generen un vínculo directo con los gestores del observatorio y encaucen todas esas energías y buena voluntad que les caracterizan.
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