LA CADENA DE TRAICIONES EN LA POLÍTICA NACIONAL
La iniciativa presidencial de reforma a la industria eléctrica fue rechazada en la Cámara de Diputados por la oposición. Foto: Cortesía.
En la guerra con que la supuesta oposición le asestó una segunda derrota consecutiva al gobierno de Andrés Manuel López Obrador resulta que ahora todos somos traidores, pues unos y otros se acusan de lo mismo en cuanto a la Reforma Eléctrica que no pasó en la Cámara de Diputados con el consecuente disgusto presidencial y el de sus seguidores.
El enfrentamiento se da entre los definidos neoliberalistas que comprende a los gobiernos de Miguel de la Madrid Hurtado (MMH) hasta el de Enrique Peña Nieto, todos del PRI, con excepción de los de Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa del PAN, super corruptos a juicio del PEJE, que presume encabezar la Cuarta Transformación de México.
Fueron casi 40 años los que el PRIAN mantuvo el poder contra los tres que van del fundador de MORENA. El recuento de traiciones se lo lleva entonces esa dualidad que hoy se engolosina por haber resultado vencedora en las recientes contiendas por la Revocación de Mandato y la Reforma Electricista. Tal vez tengan razón los prianistas de acuerdo con sus argumentos a modo. Pero la realidad los condena mucho más:
Porque de traidor al pueblo fue acusado el sexenio de MMH por iniciar el desmantelamiento de las empresas e instituciones del Estado producto de la Revolución Mexicana, y principalmente por no haberse inmutado ante la tragedia de millones de familias dañadas por el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Eso no se olvida.
Mucho menos las traiciones de Carlos Salinas de Gortari quien adelgazó casi a nada la presencia del Estado para entregar ese poder financiero a las empresas particulares del país y el extranjero. Concesionó la mitad del territorio nacional a compañías mineras principalmente foráneas, concretó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN) y provocó con esto la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); privatizó el campo mexicano con reformas al artículo 27 constitucional por el que murieron millones de campesinos en su lucha a inicios del siglo XX. Esas sí que eran deslealtades al país y a sus paisanos.
Y llegó Ernesto Zedillo Ponce de León al que se le recuerda por haber vendido los Ferrocarriles Nacionales de México. No sólo eso, en su cinismo terminó su periodo presidencial y se fue de empleado con la Union Pacific, la compañía gringa a la que vendió la infraestructura ferroviaria que tanta falta nos hace. Traicionó al EZLN al no cumplir con los Diálogos de San Andrés Larráinzar, Chiapas; la crisis económica registrada durante su sexenio dejó no más de seis millones de mexicanos, la mayoría jefes de familia, en el desempleo. Pequeñas minutas, dirán algunos al no olvidar el llamado FOBAPROA usado para rescatar a los dueños de la banca, en vez de encarcelarlos como sucedió en Finlandia, y endeudó a los mexicanos de por vida. Todavía debemos un billón de pesos que deberán pagar las próximas generaciones. Esas sí que fueron felonías. Si no que lo diga el propio PRI que desde el 2000 inició el derrumbe de su dictadura casi perfecta con la decisión zedillista –en nombre de la democracia—de entregar los destinos del país al PAN.
Fue así como arribó el garfielesco Vicente Fox Quezada, representante en México de la trasnacional Coca Cola, es otro de los monarcas –según Krauze—que ha gobernado a México. Derrochó las ganancias del petróleo mexicano, utilizó a la iglesia católica, evidencia que hizo pública la revista Proceso– para concretar sus amoríos con Martha Sahagún y frustró las esperanzas de mexicanos al no concretar prácticamente nada de sus promesas de campaña. Sólo brindó circo con sus payasadas, que siguen, y heredó la presidencia a algo peor: Felipe Calderón Hinojosa.
Felipillo, le dicen. Empañado por el fraude electoral del que se dijo víctima López Obrador, el panista vistió su mandato con la violencia que hasta la fecha sigue. Con su forma de gobernar alentó el narcotráfico, estancó los salarios, incrementó la inseguridad y atacó a los sindicatos independientes para empoderar cacicazgos que culminaron con el regreso del PRI a la Presidencia, lo que para muchos fue también una vileza del ahora ex panista que nada hizo por castigar a los verdaderos culpables de la muerte de infantes en una guardería de Sonora.
El peor presidente de México, registran las encuestas de entonces, desde los años 90 a la fecha resultó ser el priista Enrique Peña Nieto caracterizado por su Casa Blanca y la corrupción sin freno con el ejemplo mayor de La Estafa Maestra con protagonistas de poderosos integrantes del gabinete presidencial, universidades, gobiernos estatales y directivos de empresa del gobierno; estudiantes desaparecidos –Ayotzinapa–, gasolinazos, violencia sin precedente y coqueteos con el mandatario estadounidense Donald Trump. Todo esto configuró acusaciones de traidor a la patria.
Hoy, bajo la presidencia de López Obrador, los seguidores de aquellos acusan al tabasqueño de lo mismo. Para ello utilizaron la iniciativa presidencial de reforma a la industria eléctrica que fue rechazada en la Cámara de Diputados por la oposición que calificó el texto presidencial de retrógrada, de ir contra la generación de energías limpias y de que traiciona a las clases más vulnerables por pretender encarecer el servicio. Antes, el Peje los había señalado de estar a la defensa de los intereses extranjeros que actualmente controlan todo lo que alguna vez el presidente Adolfo López Mateos nacionalizó.
Como se dijo al inicio hay de traidores a traidores, la balanza ahí está.
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