Solidaridad
Foto: Archivo.
Daniel Jiménez Carranza
Los acontecimientos internacionales, no cesan su avance hacia la polarización de posiciones, en donde la guerra en Ucrania-Rusia, toma un curso mucho más radical, afectando la hegemonía mundial, cuyas consecuencias se verán reflejadas en todos los aspectos de la convivencia mundial, como consecuencia del desajuste oferta-demanda provocado originalmente por la Pandemia, y la actual guerra, con graves consecuencias, entre otras los costos de movilización de productos y mercancías por el aumento de los precios del crudo que han acarreado una escasez mundial de materias primas, cimentándose así, la inflación como la gran protagonista, consecuencia de toda esta desestabilización que ha iniciado sus estragos en todo el mundo: en Estados Unidos, en Europa, en donde la escasez de combustible en la industria, particularmente en Alemania, pivote industrial de Europa, y su población en donde se prevé un cataclismo en este invierno, y donde el cierre de empresas, ha iniciado su andar, generando un aumento de la tasa de desempleo, además de la sombra del fantasma bélico en el que se ve envuelto..
Dentro de todo este ambiente desorbitado, nuestro país ha logrado mantenerse de pie, después de la pandemia, en donde gracias a la disciplina desarrollada por la población en general, logró superarse la etapa crítica con relativa rapidez, en comparación con otros países y latitudes, sin embargo, el fenómeno bélico en Europa, ha incidido fuertemente en todas las economías, obligando a tomar severas medidas restrictivas en países altamente dependientes del petróleo; afortunadamente nuestro país ha invertido esfuerzos en la reactivación y rescate del control y comercio de hidrocarburos, incentivando su explotación e infraestructura de las refinerías, que aunque aún no se encuentran en el pleno de su funcionamiento, las condiciones están dadas para que en el corto plazo sea una realidad; asimismo, la política social implementada en el actual gobierno, (pensión para adultos mayores, apoyo económico a las personas con discapacidad, jóvenes construyendo el futuro, incentivos al campo, etc.), han permitido mantener el mercado de consumo en un nivel razonable, donde la población de menores recursos, puede tener aún acceso a los productos básicos; sin embargo, el fenómeno inflacionario, marcha sin tregua, y a medida que avanza, acrecienta sus estragos tanto para pequeños comerciantes, como para los consumidores, para quienes acceder a ellos representa cada vez de mayores esfuerzos para sufragar sus necesidades.
Es importante destacar que el advenimiento de estas crisis, afecta invariablemente a aquéllas personas con índices de ingresos inferiores, por lo que es inaplazable desarrollar una disciplina restrictiva en los gastos familiares, priorizando la satisfacción de necesidades alimentarias naturales, nutritivas y destinando el resto en vivienda, vestido, educación, absolutamente necesarias, evitando el derroche, pues nos enfrentamos a condiciones severas de subsistencia, en donde la tónica debe estar enfocada a la racionalización del consumo, solidaridad con aquéllos en necesidad, y apoyando con nuestro consumo a pequeños comerciantes establecidos a pocos pasos de nuestro lugar de residencia, quienes representan el eslabón más débil en la cadena de comercialización.
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