LA CAMA DEL MUCA
Por: Oscar España Ramos
Mi nombre es Manuel Cárdenas, soy de Ajijic, y nunca supe por qué me apodaron “El Muca”. A la edad de 16 años, mi pasión por la música me llevó a emprender el camino a la Ciudad de México en busca de una oportunidad para poder vivir mejor.
Muy pronto me convertí en un vago de todos los barrios. La cosa no pintaba bien y había que sacar pa’ las gordas. Mi círculo de amigos era muy amplio, pero todos dentro del mismo género: borrachos y prostitutas. Deambulé por las calles de la Ciudad a su lado, me adapté a sus reglas, a su estilo de vida y cuando desperté, ya era uno más de ellos. Ya era un hombre de personalidad nocturna. Todos decían que tenía talento de sobra, pero la oportunidad no llegaba.
Un día amanecí con la cara llena de pequeños granos y con harta comezón. Me atacó la viruela a un grado tal que mi rostro desfiguró. Mi época de galán quedó atrás. Me aislé, me volví reservado, descuidado y sólo pensé en volver a mi terruño querido, a mi querido Ajijic. Me dije… “aquí quiero morir”.
Ya de regreso en mi pueblo, me dediqué a darle duro al oficio. Sólo sabía tocar la guitarra y cantar. En aquel tiempo, allá por los años treinta, eran contados los hombres que pagaban por una serenata, otros me pagaban invitándome los tragos, no faltaba quien me ofreciera algo de comer. Mi ropa se impregnó con el olor del mezcal cotidiano. Pareciera que fuera mi marca registrada o mi perfume preferido.
Poco a poco fui cayendo. De mi vida nadie supo. Sólo veían que plácidamente dormía en cualquier calle de mi pueblo. Alguien dijo que tenía mirada triste e inocente, pero lo que nadie puede contrariar es que fui un tipo de un buen trato y respetuoso. Tuve amores, mas nunca supe si fui correspondido. La verdad, mi apariencia no fue una buena herramienta para poder seducir a alguna joven cenicienta. Creo que me convertí en un poeta de tristeza.
Un día todo cambió. Uno de mis mejores clientes, quizá el único, quien más tarde se levantó como mi gran promotor, el general Ahumada, me descubrió. Al darse cuenta hasta una cama me construyó. Don Chayo España (mi padre), atento escuchó la orden y pronto la ejecutó. “Chayín, hazle una banca al Muca afuera de la cantina, cuando menos en el suelo no estará”. Así nació mi cama, por orden del general Ahumada en la confluencia que hacen las calles Ramón Corona y Constitución. Ésa no sólo es una banca, fue mi aposento, mi descanso, mi adoración.
Sé que no fui un buen amante, pero a la fecha, aunque parezca fría, por mi cama siguen pasando y posando sus encantos toda clase de mujeres. Últimamente me llegan gringas. No me gusta su olor. Huelen a hamburguesa. Me gusta lo mío, de esas con olor a guamuchil, a guaje, a lirio de la laguna. Me gustan las de Ajijic, de frescura del Tepalo, a tempisque, a frijol. Aquéllas que luego de una larga jornada de lavar a la orilla del lago a descansar llegan oliendo a espuma de un rico jabón. Sí, aquéllas que decían “Vamos a esperar el camión de Pantoja. ¿Dónde? Allá en La cama del Muca”.
La Cama del Muca sigue ahí, de pie, firme, dando lo mejor de sí. El mejor lugar para descanso por las calles de mi pueblo, siendo testigo del llamado progreso, la mayor parte de las veces ignorada, sin respetar su origen, su tradición. Hoy les digo que no es una fría banca. Es mi cama. Cuídala. Aunque vieja, en su memoria guarda “bellos, hermosos y olorosos pasajes femeninos de mi querido Ajijic”.
Cada familia, persona, rincón, calle, son los ingredientes que sazonan la historia, la magia, la tradición de un pueblo que nació… por bendición de Dios.
Cuando descanses ahí, recuerda que no es una banca. Estás en mi cama, conmigo, con Manuel Cárdenas (†). Ahí durmió el poeta triste, ahí escribí mi historia. No lo olvides. Descansas en…
LA CAMA DEL MUCA, ¡¡Y SOY DE AJIJIC!!
Pronto te haré un homenaje…
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala