Las brujas de mi pueblo
Por: el cronista de San Juan Cosalá Gabriel Chávez Rameño
Durante muchos años se ha platicado por conducto de los más ancianos, sobre la existencia de brujas y que a lo largo de los años han influido en la imaginación de la gente del pueblo. Incluso, hay quienes creen que las brujas se convertían en tecolotes. Suposiciones o realidad es lo que gira en torno a estas personas capaces de volar y convertirse en animales, incluso desaparecer sin dejar rastro y a los segundos volver.
La creencia en las brujas o espíritus nocturnos se remonta a la época prehispánica, donde nuestros antepasados solían llamarlos “huehuecollis” o seres de la obscuridad, es decir personas comunes y corrientes que por las noches se trasformaban o hacían travesuras a los demás.
Las brujas las encontramos de manera común en toda nuestra república e incluso en el mundo entero. Hasta un día al año se les deja para un festejo, el 31 de octubre, y las de nuestra comunidad no podían faltar. Por muchos años se ha creído que en San Juan Cosalá es la tierra de las y los brujos, e incluso la gente señalaba a “fulana de tal” como bruja y a “fulano de tal” como brujo. Incluso, hay quienes aseguran haberlos visto volar, para caer y fracturarse una parte del cuerpo. “Si yo la vi a fulanita, la de la esquina, que iba volando y se cayó en el mango y nomás azotó. Qué casualidad que dicen que está enferma, y que después la vi vendada de su pie, que se lo había roto. Eso no es cierto, yo la vi cuando cayó en el mango de la escuela”.
Y así, podemos encontrar varias historias de esta índole, como la que señala “Yo la vi cuando iba llegando. Se hizo un remolino y después que se calmó ya estaba doña fulana sentada en la banqueta de su casa. Sí, ahí enfrente del negocio de fulano. Ahí estaba. Ya era noche. Yo iba a mi casa porque apenas había acabado de vender”.
Se platicaba del famoso brujo José V. que según testigos, él sí era de los buenos. “Ese brujo sí era de los mejores. Se desaparecía y luego volvía al ratito. Un día estábamos pescando mi compadre Ramón, Lupe mi primo y yo, y eran como las tres de la mañana. Estábamos fumando a un lado de la lumbre que hacíamos y de repente llegó (el brujo José) y ya estaba ahí junto a mi compadre Ramón. Y nomás nos asustamos poquito y dijo ‘Deja traer algo para calentarnos’, y así como llegó se fue. Apenas nos habíamos volteado a ver, y de repente llegó otra vez, en cuestión se segundos, con una botella de tequila. Mira, muchacho, que es cierto lo que te digo. Ése sí era bueno”.
Historias como éstas han puesto de manifiesto la existencia de personas que, de alguna u otra manera, les gusta o les interesa la práctica de lo paranormal y salir de lo cotidiano. E increíblemente, hoy en día hay quienes siguen practicando este tipo de actividades oscuras, e invitan a jóvenes a que también lo realicen.
Se cuenta que en una ocasión, cierta mujer estaba muy enferma, y que los médicos no le encontraban el origen de lo que la aquejaba. Los hijos decidieron llevarla a un pueblo por la sierra, cerca de Mazamitla, para que la viera un curandero. Cuando el curandero la revisó, quedó muy impresionado, y les dijo “Miren, esto yo no lo puedo curar. Está muy mal. Pero vayan a San Juan Cosalá, ¿si conocen? Allá por Chapala. Le dan vuelta a la laguna y ahí preguntan por doña “fulana de tal”. Vive por la carretera. Ella sí se las cura. Es la mejor para curar esos males. Está embrujada su mamá”.
Algo que es un poco creíble, pero que puede ser posible, es la capacidad de levitación o de volar. Siempre se ha creído que vuelan en su escoba, y para muchos sí es cierto. Desde principios del siglo pasado, se han escuchado historias sobre luces que se ven y vuelan por encima del lago. Que vienen desde San Cristóbal y San Luis, e incluso San Pedro, y que llegan a la montaña de San Juan en dirección de “la cueva del platanal”, donde se creía que era el centro de reunión de los brujos y brujas de los alrededores. Es un poco creíble, ya que en ese tiempo no existían los vuelos comerciales de aviación, y aún no se construía el aeropuerto de Guadalajara. En fin, una gran cantidad de historias que podríamos seguir contando sobre el tema y que nos llevaría el fin de semana en escribirlo.
Espero su compresión, amable lector, por entender la falta de nombres, que yo sí los sé, pero para no herir susceptibilidades, no los agrego.
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala