Del origen de los pueblos de Indios que poblaron la ribera. Parte I
Por el cronista Gabriel Chávez Rameño.
Un agradecimiento a los directores del semanario Laguna quienes me abren sus puertas para poder plasmar estas líneas en esta nueva sección y que ojalá sea de su agrado para que semana a semana poderlos acompañar en un espacio de lectura y que pronto sea de su grado, también escribiré leyendas e historias de nuestros pueblos ribereños y de la región.
Advierto al lector que algunas palabras están escritas en el español utilizado por Fray Antonio Tello, en su Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco. No se sabe quiénes fueron los que poblaron después del diluvio aquellas Provincias de Aztatlán o Aztlán, pero puede presumirse que las poblaron algunas de las familias de las diez tribus y de las mismas naciones que poblaron en los principios todo lo que correspondía la Nueva España o mejor dicho lo conocido como Mesoamérica y Aridoamérica, que como se iban multiplicando se fueron desparramando y distribuyendo y poblando las tierras disponibles para habitar, hasta que se poblaron las provincias septentrionales y tierras de Aztatlán o Aztlán y hasta hoy no se sabe a ciencia cierta donde fue esta provincia y ninguno de los españoles conquistadores o religiosos la vio o supo donde era, sólo tuvieron noticas de ellas y supieron que estaba hacia el Septentrión y según los cronistas históricos, citando a Fray Antonio Tello: “Ahí se apareció el demonio por primera vez a dos indios principales, llamados el uno Tecpatzin y el otro Huitziton, y les mando que saliesen de aquella tierra estéril y desabriada, y ellos, obedeciendo, salieron en busca de nuevas tierras el año de 1113 y habiendo caminado un año, hicieron alto en un lugar que nombraron Hueyculhuacan, donde estuvieron tres años, al cabo de los cuales se les apareció otra vez, muy galán y ricamente vestido, acompañado de otros tan galanes y también adornados como él; y estando juntos los capitanes, les hablo diciendo: «Hijos y amigos míos, lastimado de vuestros trabajos os vengo segunda vez a ver, porque os quiero guiar a tierras de descanso.» (Cap. 26, Libro Primero, Tello)
Hizoles en este viaje que le adorasen, no habiendo adorado antes más que al Sol y la Luna, sin ofrecerle ningún género de sacrificio más que incienso (copal); enseñóles mil géneros de vicios y entre ellos el de la embriaguez, diciendo que les haría alentados guerreros y siempre vencedores, y que había criado el Sol, Luna y estrellas y todo el universo, y que su habitación era en el cielo, donde le gozarían después de muertos, y que él era Supremo Creador del cielo y de la Tierra, y, finalmente, todo aquello que qüenta la Sagrada Scritura de Dios se atribuyo así, poniendo en tercera persona lo que le sucedió a Lucifer en el cielo; y a los cuatro años después de la salida de Aztatlán le juraron por su Dios y le adoraron y le ofrecieron inciensos y él les mando que hiciesen unas andas y una silla en que llevasen su imagen y ídolo a quien puso por nombre Huitzilopuchtli, y de allí adelante, quando les faltaba la presencia del demonio que les persuadió ser Dios, consultaban y recibían las respuestas del ídolo.
Volvióseles a aparecer a los ocho días, mostrando mayor majestad que antes, acompañado de mucha gente al parecer, y los mexicanos los recibieron con muchos bailes y danzas y le hicieron muchas fiestas, y luego le suplicaron que abreviase su partida para las provincias que les había prometido, el qual les dijo que a eso había venido con sus criados, los quales había traido para que los acompañase hasta fundar su imperio mexicano, y les pregunto que qué bastimentos tenían para el viaje; le dijeron que pocos para tanta gente y él les dijo que para mostrar su poder les quería dar de comer y les mando que se asentasen e un valle, y luego al punto se anubló el cielo y cayó mucha comida, como maíz o tortillas, pájaros y otros animales aderezados a su usso, dándoles cuando pudieron desear; y luego se les apareció con mayor majestad que otras veces y se fue diciendo que dentro de breves días volvería a verlos y se daría principio a su viaje, mandándoles que cada capitán juntase los de su familia, sin mezclarse unos con otros para que caminasen con comodidad, y ellos lo hicieron así, y viendo que pasaban más de diez días y que no volvía, estaban suspensos y tristes, y estando en esto, a los quince días se les appareció con el traje que antes le habían visto; dixéronle y preguntérole que si acaso le habían ofendido en algo, se los dixese, porque ellos se enmendarían y serían muy puntuales en todo lo que les mandase, a lo que el demonio respondió que en su persona no cabía pesar ni enojo, pero que sólo estaba celoso de verles poco correspondientes y gratos a los favores que les había hecho y les había de hacer…” (Continuará)
Los comentarios están cerrados.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala