Una campaña de vacunación para aves abrió para unos estudiantes las puertas de la sensibilidad
Nextipac, delegación de Jocotepec. Foto: Cortesía de segundamano.com.mx
José Antonio Flores Plascencia (Jocotepec, Jalisco).- Empezamos a caminar por los diferentes barrios de Jocotepec llevando en las mochilas las vacunas para prevenir el Newcastle, que en 2009 esta enfermedad de aves de jaula había azotado el país.
Después de dos días de campaña, yo maestro y alumnos nos sentamos en el laboratorio de Física para intercambiar nuestras impresiones.
Sergio dijo que le llamó la atención como viven algunas perosonas; una de las casas tenía el marco de herrería pero todo estaba forrado de cartón, la puerta era de cartón, cuando pase a poner la vacuna a sus pollos, el lugar donde cocinaban no tenía estufa, era un fogón en el piso y cocinaban con leña, se podía oler el humo, su casa no estaba dividida, era un sólo cuarto, la paredes eran combinadas de bloque y ladrillo sin engarre y ahí vivían como ocho niños, los papás y la abuela. Soy de aquí de Joco y nunca había visto vivir a gente en esas condiciones.
Para Karla una joven que raya en los quince años ir a tocar las puertas fue enfrentarse con una realidad que a veces no volteas a ver, hay gente que sólo tiene para comer los huevos que ponen sus gallinas.
Rosario se quedó pensativa al escuchar los relatos y dijo que al lugar donde había ido la casa sus paredes eran sólo de carrizo.
Cecilia, Monserrat, Violeta y Jazmín quienes caminaron por uno de los barrios con mayor nivel de marginación, comentaron que desde la primera casa a la que llegaron, con lo primero que se toparon no fue con el recibidor sino con una habitación que del lado derecho de la puerta era adornada por una cama y ropero, salías y el comedor cumplía también las funciones de sala, no había piso.
Una casa era atendida por un señor en una silla de ruedas que al momento de decirle que íbamos a vacunar sus pollos, dijo que tenía dos, pero estaban en la azotea y él no podía subir, -no se preocupe nosotras nos subimos, al darse la vuelta los seguimos por un pequeño pasillo que estaba a desnivel por el mal estado del piso donde apenas cabía la silla de ruedas, se adelantó y nos mostró la escalera, con la mano derecha sujeto a su pitbull, al llegar allá arriba encontramos a una gallina y un gallo encerrados en jaulas independientes, les pusimos la vacuna y les dimos agua, que en cuento se las pusimos empezaron a beber como si se fuera acabar.
Al salir nos dimos cuenta que el señor andaba acomodando un pequeño, pero muy pequeño puesto unas bolsas de dulces y unos churritos, si de esos que venden con sal, limón y chile. Continuamos tocando puertas algunas las abrían y nos preguntaban que si también vacunábamos perros, no, contestábamos, sólo aves como gallinas, codornices, pichones, guajolotes.
Por supuesto que hubo gente que cuando llegamos nos bromearon diciendo que tenían cotorros o guajolotas, alusivo a los hermanos o hermanas que nunca han tenido pareja.
Apenas se veían los ojos de un niño como de ocho años que nos dijo que su mamá no estaba y al abrir más la ventana estaba su hermano como de unos catorce años, sólo su hermana, salió y nos dijo que si tenían aves, dos gallos de peleal; el niño más pequeño nos alertó que el gallo de la segunda jaula picaba, ahí junto a las jaulas tenían dos cuartos donde apenas alcanzaban las camas, pero las paredes eran de plástico de ese que quitan de la mora, el techo también era de plástico, una de las paredes era sostenida con el esqueleto de puros alambres que queda del colchón, nunca habíamos visto casas de plástico aquí en Joco.
La última casa a la que fuimos el primer día, también sus paredes eran de plástico y el techo de lámina, pero nos llamó la atención el gran amor que le tienen a sus aves, escuchamos con atención como la madre de todos ellos había rescatado un pata de las garras de un perro, la curó y ahí está conviviendo con las demás.
El maestro Antonio dijo que habíamos llegado a Zambezia la cuidad donde es el paraíso de las aves, la casa es de construcción humilde en el centro del patio está adornada por un granadillo, es un árbol de aquí de la zona que se caracteriza por tener follaje verde cuando casi todo el cerro está seco, el canto de las aves refleja el amor que recibe de los moradores.
Así es la gente de Jocotepec, sabe dar amor y tiene esperanza en que las cosas cambiarán. Una campaña de vacunación para aves nos abrió las puertas de la sensibilidad.
El comentario de una funcionaria pública después que terminamos dijo: “ son pobres porque quieren”. Sin embargo, lo mejor que pudiera pasar es que todos tuviéramos un trabajo digno, sólo con trabajo se cambia la realidad.
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