Capítulo VI
Una de las calles que conducen al Cerro de San Miguel en la cabecera municipal de Chapala.
Por Fernando Dávalos.
Cuando regresamos a la improvisada fogata, encontramos a Félix y a los tres pequeños sentados y comiendo papitas y churritos animadamente. Una segunda andanada de risas proveniente ahora de Félix y los niños se dejó sentir al ver el estado lodoso que guardábamos los cinco recién llegados.
Justo en ese instante y cuando empezábamos a comentar el reciente suceso, se dejaron oír sonoras campanadas provenientes de un lugar que no podía estar muy lejano y ubicado hacia la izquierda de donde nos encontrábamos.
-¡ Es la primera llamada para la misa de ocho ! – el pueblo de la Virgen no debe estar muy lejos – ¡ ya llegamos ! – gritó Félix complacido
Después de una rápida junta de grupo en la que decidí guardar un prudente y respetuoso silencio, acordamos dirigirnos en línea recta a través de la densa oscuridad hacia el lugar desde donde salieron las campanadas, confiados en que la segunda y tercera llamadas a misa de ocho nos ayudarían a corregir el rumbo tomado, en caso de desviarnos de la ruta.
De esa manera, nos estaríamos dirigiendo directamente hacia el corazón del pueblo de la Virgen, pues ahí seguramente se encontraba la construcción religiosa.
Alicia propuso – y su moción fue rápidamente aceptada – que durante el trayecto fuéramos rezando fervorosamente para solicitar la ayuda de la Virgen de Guadalupe nuestra dulce y poderosa Maestra y Deidad tutelar Mexicana. Acto seguido y sin perder ni un instante, nos encaminamos en la dirección convenida.
Apurando el paso y entre fervorosos rezos, logramos ir avanzando en la oscuridad y a la débil luz del eficiente encendedor de Félix, que fue de enorme utilidad para detectar con anticipación las numerosas bardas de alambre que íbamos cruzando. La segunda y tercera llamadas a misa, las cuales era posible escuchar cada vez más cerca de nosotros, nos fueron de invaluable ayuda para corregir las desviaciones de rumbo que inadvertidamente tomábamos durante nuestro caminar casi a ciegas rumbo al pueblo.
Finalmente, después de unos interminables veinte minutos, pudimos observar a la distancia las primeras luces del pueblo, y tomar un firme camino de terracería que conducía al mismo en línea recta y completamente libre ya de altos arbustos y fango. ¡Habíamos llegado ¡
El fantasmagórico espectáculo que seguramente presentamos nueve enlodados peregrinos a los habitantes del pueblo de la Virgen, al tomar por una de las calles que desembocaba en su Iglesia y encontrarnos con un numeroso grupo de feligreses que acudían a la celebración religiosa, provocó entre los mismos una enorme curiosidad, pues escuchamos expresiones como: ¿ Pues de dónde vienen muchachos ? ¿ Se encuentran bien ? ¿ Necesitan ayuda ? etc.
Sabedores de que no era posible dar muchas explicaciones en esos momentos, agradecimos las muestras de afecto asegurando a los amables parroquianos que nos encontrábamos bien y apuramos el paso rumbo a la carretera, pues aún nos esperaba caminar el trayecto de regreso por la misma hacia donde habíamos dejado estacionado nuestro carro en el punto de partida.
Natalia sonreía más que satisfecha. Una nueva jornada llena de inesperadas aventuras había concluido venturosamente para Nuevo Camino en la Laguna Sagrada.
El pueblo donde los grillos flotan en el agua
La tercera jornada nos llevo caminando hasta Chapala, la población más conocida de la ribera de la Laguna Sagrada, la cual aún conserva su antiguo nombre náhuatl que proviene de chapallan o chapalac que significa “el pueblo donde los grillos flotan en el agua”, y que se estima fue fundada hacia el siglo XII de nuestra era por pueblos de origen Náhuatl provenientes del noroeste del país.
Lo más destacado de la travesía fue el enorme calor y bochorno que tuvimos que soportar, a resultas del ardiente sol y la elevada temperatura, característicos de la sequía que a esas alturas era ya bastante prolongada en toda la región. Debido a lo anterior, Alicia, Félix y yo tuvimos que turnarnos a los pequeños, a los cuales hubo que llevar materialmente cargados, las últimas partes del trayecto.
Dicha situación, causó un fuerte impacto anímico en Nuevo Camino, debido al reconocimiento de que nos enfrentábamos a un reto que requeriría de esfuerzos seguramente más allá de lo que habíamos anticipado o quizás incluso superiores a nuestras humildes posibilidades. La sequía no cedía, ni existían indicios de que ello sucediera en un futuro cercano. Quizás por la insolación, o la desesperación y al finalizar la jornada del día comenté:
– Creo que nadie nos está escuchando, hay oídos sordos a nuestras peticiones, ¿ Qué estaremos haciendo mal ? – yo creo que…
– Espera Agustín, ahí está la solución – interrumpió Alicia – lo que pasa es que de alguna manera no hemos hablado lo suficientemente alto, ni fuerte pero…
– Fuerte y alto, ¡ pues claro !, y yo sé exactamente desde dónde podremos hacerlo – intervino Krista entusiasmada
– Pero… ¿ De qué están hablando ? yo creo que lo que toca es empezar a visitar a las autoridades del pueblo para solicitar su ayuda – comento Tomás
– No Tomás, eso no es lo que nos toca hacer, recuerda que realizamos un trabajo de ecología sagrada, no somos ni políticos ni gestores y a quienes debemos pedir su ayuda es a los Guardianes de la Laguna Sagrada, y ciertamente no creo que trabajen en el ayuntamiento – agrego Natalia
Félix y yo intercambiábamos miradas de desconcierto y confusión.
Como siempre sucedía en esos casos, Krista tomó la batuta para aclararnos el camino a seguir, el cual era a su entender bastante sencillo. Había que subir al cerro más alto de la localidad, para desde ese lugar especial y de manera ritual, realizar nuestra humilde petición a los Guardianes que sabíamos existían en el vaso sagrado.
El Cerro de San Miguel.
Exactamente dos semanas después, en un soleado domingo, habíamos decidido hacer una visita relámpago a la población donde los grillos flotan en el agua, para dar cabal cumplimiento a la propuesta convenida por todos en el sentido de “hablar alto y fuerte” para con ello ser de alguna manera escuchados por los guardianes del vaso sagrado.
Era un día especial por la luminosidad que presentaba su bóveda celeste, sin una sola nube en el horizonte, lo que nos anticipaba seguramente otra jornada con altas temperaturas.
El cerro de San Miguel domina altivo desde tiempos inmemoriales, la antigua zona ribereña donde se asienta actualmente la población más conocida de la Laguna Sagrada, estando ahora materialmente rodeado y ocupadas sus partes bajas por humildes viviendas que han auto-construido los habitantes de más bajos recursos que han llegado a asentarse en esta región.
La tarea del día era subir hasta su cima, para realizar el ritual convenido mientras más temprano mejor, debido a las altas temperaturas imperantes. En esta ocasión nos acompañaba también Paloma, cuya entusiasta aportación a la energía de Nuevo Camino era siempre la de una refrescante alegría y una elevada espiritualidad.
Cambio de piel.
Con Krista por delante, Alicia, Félix, Paloma, Tomás, Natalia, los tres pequeños Rosana y Agustín iniciamos entusiastas el ascenso por entre las pétreas calles que subían tortuosas entre las viviendas construidas increíblemente en las empinadas faldas del cerro, tocándome a mí la encomienda de cerrar el grupo en formación. Un poco más arriba y habiendo dejado atrás las últimas viviendas, nos fue posible encontrar una franca vereda que al poco se convirtió en una rustica escalera de piedra que serpenteaba y desaparecía por tramos entre la densa vegetación imperante.
Una vez en la escalera, Paloma silenciosamente señaló al grupo el lugar exacto donde a la vera del camino, se encontraba la piel de una serpiente de cascabel, que no tendría mucho tiempo de haber sido abandonada por su ocupante; dicho suceso nos impactó profundamente a todos, debido a dos recientes comentarios surgidos en el seno de nuestra última reunión grupal.
El primero, proveniente de Krista en el sentido de que todo suceso que fortuitamente aparezca ante un grupo durante la realización de trabajos de tipo sagrado, tiene un profundo significado para el mismo, y el segundo proveniente de Félix y que constituía la clave para entender el mensaje de dicho suceso para Nuevo Camino, al recordar una de las recomendaciones de nuestro maestro espiritual hacia nuestro grupo durante nuestra última visita a la ciudad de México, en el sentido de que cualquier trabajo de tipo sagrado y con características rituales que se intente, deberá necesariamente venir acompañado de un auténtico “cambio de piel” espiritualmente hablando de los participantes en el mismo, para con ello tener al menos algún tipo de efectividad energética; de lo contrario, su desarrollo sería una pérdida de tiempo e incluso podría ser peligroso para sus participantes, por el manejo de las poderosas energías que siempre están presentes en cualquier lugar sagrado.
La jornada continuó con un relativamente fresco ascenso debido a la temprana hora y a que la alta y densa vegetación del lugar filtraba considerablemente los rayos solares, aunque nos estaba tomando más tiempo del que habíamos anticipado llegar a la cruz que coronaba el cerro debido a lo empinado de la subida y a que debíamos tomar todas las precauciones posibles para evitar que alguno de nuestros tres pequeños y bulliciosos acompañantes se nos desbarrancara.
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