Crisis en México, crisis mundial
Por: Gabriel Chávez Rameño.
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Es un hecho que las instituciones gubernamentales de nuestro país carecen de credibilidad y más cuando el máximo representante, Peña Nieto, parece que vive en un mundo de hadas o en la tierra del Nunca-Jamás. La crisis social que vive el mundo no es más que el legado del capitalismo y de los capitalistas ambiciosos que por saciar sus ganas de dinero y poder hacen lo que sea para estar satisfechos, hasta mentir y decir que su país funciona excelente y peor aún que no sólo es crisis social o económica, sino que también crisis de identidad. Los seres humanos nos estamos olvidando de nuestros orígenes. Aunque hay excepciones, como mexicanos poco a poco vamos perdiendo la identidad nacional, que ya de por sí, por más de trecientos años, nuestra cultura y nuestro pueblo fue pisoteado y humillado por los colonizadores, después de ellos llegaron los capitalistas y norteamericanos, y por los restantes doscientos años, la humillación y el abuso no han cesado. Saben que la idiosincrasia del mexicano es jodernos entre nosotros y lo aprovechan muy bien, meten y siembran la semilla de la envidia y el deseo, y lo aprovechan para que entre nosotros mismos nos ataquemos, peleemos y con guerras fratricidas nos destruyamos entre nosotros; no atacamos a los que nos dañan, sino a nuestra propia gente.
La historia no se equivoca, y desde el desplegado del Destino Manifiesto en 1807, que asegura y ratifica para los estadounidenses “América para los americanos”, refiriéndose a ellos mismos y no a todo el continente, ven como enemigo a aquel país o pueblo que trate de ser mejor y se inmiscuyen en los asuntos propios y degeneran y atacan desde adentro hasta que logran su cometido: desestabilizar al enemigo. Por eso ellos también tienen miedo al terrorismo, aunque son ellos los que lo han creado.
La historia nos señala que desde el fatídico 22 de marzo de 1803, cuando el barón de Humboldt llegó a costas mexicanas por el puerto de Acapulco, la desgracia de México comenzó. Humboldt permaneció en la Nueva España hasta el 7 de marzo de 1804, cuando se embarca para los Estados Unidos, ya independiente. En Washington lo reciben con honores el entonces presidente Thomas Jefferson, y el barón alemán describe la gran riqueza de nuestro país, la población numerosa, la geografía y la desigualdad de la Nueva España y le dio una predicción al presidente Jefferson. Le dijo: “En el futuro gobernarán en América dos grandes imperios: el de los Estados Unidos y el de la Nueva España”. Jefferson, por su puesto, lo escucha con atención y le pregunta más del pueblo mexicano y de su poderío en términos generales, qué tiene, y por primera vez conoce bien a sus poderosos vecinos. Desde 1807, se delinea el Destino Manifiesto. No puede haber dos grandes imperios en América. Sólo uno. Estados Unidos de América.
Desde entonces, los norteamericanos se han inmiscuido tanto en nuestro gobierno, que todo lo que se hace se tiene que consultar primero con ellos. Por eso no aceptaban ni querían a Don Porfirio Díaz. Por ello le hicieron la Revolución, porque la economía de México estaba repuntando y creciendo a pasos agigantados, que hasta el peso llegó a valer cuatro dólares, y eso dolió a los norteamericanos, por lo que le hicieron la revolución a México y a Don Porfirio Díaz.
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