Sara y los manteles bordados de vacío
Sara Ulloa Antolín es la creadora de muchos de los adornos de papel picado, que pintan las festividades tradicionales de Ajijic. Foto: María Reynozo.
Por María del Refugio Reynozo Medina.
Sara Ulloa Antolín es la creadora de muchos de los manteles de papel picado que pintan las calles de Ajijic. Los oquedades del papel, dibujan rostros de calaveras, flores, líneas y palabras. Como el mantel dorado que le hizo a su pueblo: “Ajijic, Pueblo Mágico”, dice.
Desde pequeña, encontró fascinación por crear con las manos diseños de papel; antes lo hacía únicamente con las tijeras y atando cuerdas. Desde hace al menos cinco años, Sara reemplazó las tijeras por los filosos cinceles. Hubo unas personas que vinieron a Ajijic a dar un taller en la casa de la Cultura y ahí aprendió de ellos. De un solo golpe, Sara perfora unos cien manteles, con los que forma los tendederos, que pega con una mezcla que ella misma prepara con sellador y otros ingredientes.
El papel de china se vuelve el elemento esencial de la pintoresca composición, sin embargo también trabaja con papel metálico y plástico. Incluso telas plastificadas. Sara, no solamente crea los manteles para las festividades del día de los muertos, también en las fiestas patrias y fiestas particulares. Sus diseños son personalizados; incluso con nombres de parejas que celebran un matrimonio o en bautizos, el nombre del bautizado. En las pasadas fiestas patrias de Ajijic, a Sara le tocó adornar la plaza. Cada año, la gente de “La Villa” le encarga los adornos para la Virgen de Guadalupe. También se prepara cada año con los manteles azules para la Virgen del Rosario, a quien todo el mes de octubre le reza su rosario, con sus vecinas, en un altar que instalaron en la calle afuera de su vivienda.
En la cocina de su casa; cerca de la estufa, está la mesa de trabajo. Sobre ella reposa una tabla de acrílico y más de una decena de cinceles de diversas formas y tamaños. Ahí perfora las torres de papel, mientras vigila la comida y los quehaceres de la casa. El cotidiano golpeteo del martillo es una escena cotidiana, al igual que los diminutos recortes de papel que salen volando y salpican de colores el piso y las ropas de Sara.
Además del papel picado, hace flores del tamaño de un clavel, que vende en 8 pesos. Cada uno de los manteles los vende en 2 pesos. Diez tiras de cinco metros cuestan 350 pesos. Un mantel frontal de metro y medio cuesta 30 pesos. Una tira de mantel de cinco metros vale 100 pesos.
La especie de “magia” sucede cuando se pega el papel, como los “gusanitos” que es una secuencia de trozos de distintos colores combinados, que al desplegarlos, forman una extensión multicolor que se expande hasta por más de dos metros.
En un solo día, esta mujer puede llegar a diseñar 400 manteles. “Yo soy artesana; no soy diseñadora”. Dice. Y sus diseños son infinitos.
En su tarea, en la cual a veces es apoyada por su hijo o su esposo, la alegría radica en apreciar todas las interminables composiciones que puede lograr.
Dependiendo de la temporada, en ocasiones procesa un millar de papel cada tercer día.
-Me siento y admiro el resultado. Qué bonito se ve pegado; les va a gustar.- piensa.
En la sala de su casa, tiene instalado un altar aún sin fotografías, que exhibe una pequeña muestra de sus creaciones. Al frente, unos manteles frontales con una catrina y un catrín dan la bienvenida. La escena es un golpe de color que invade la mirada. Unos ramilletes de flores naranjas, rosas y moradas aparecen en jarros de barro.
Los manteles circulares sobre la mesa, acompañan a la serie de catrinas de papel de distintos tamaños, que se colocan en el altar.
“Yo quiero que la gente valore el trabajo artesanal”.
A fuerza de golpes de martillo; Sara Ulloa convierte los mazos de papel de china, en manteles bordados de vacío, destinados muchas veces a flotar por los aires y teñir de colores el cielo azul.
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