Fachada de la finca habitada por el padre Guillen en donde construyó su proyecto a lo largo de 30 años.
Por: Maria del Refugio Reynozo Medina.- Dos esculturas de ángeles con túnicas de un azul descolorido custodian la fachada, desde el tercer piso miran hacia el horizonte con las manos entrelazadas. Bajo sus pies hay un conjunto de diez arcos de ladrillos desnudos, cada uno de los tres pisos está cubierto en su totalidad de filas de macetas con follajes que comienzan a dejar de ser verdes. La última planta está coronada con una lámina metálica ondulada. Desde los arcos emergen como lenguas los brazos de un cactus expulsados al exterior.
“Una casa de oración pobre para los pobres más necesitados” reza una lona colocada en la parte superior derecha, enmarcada por unos aros de metal para portar macetas vacías y oxidadas. También, en el segundo piso cuelgan una decena de cuadros con pasajes bíblicos blanquecinos ya. Todos llevan un título, “Casa de oración Monte Maria”. En el primer piso, hay otra decena más de cuadros, son los retratos de líderes de la iglesia católica, con sus nombres colgados de un rótulo de madera: “Santo Padre Juan Pablo I”, “Santo Padre Juan Pablo II”, “Sr. Cardenal José Salazar”, “Sr. Obispo Fr. Felipe de Jesús Cueto”. Entre los Obispos, Cardenales y Papas, cuelga la fotografía de Maximino Guillen y de la Señora Rita Lepe Mendoza.
En el centro de la fachada cuelga otra lona roída de las orillas, se alcanza a leer “Casa de Oración Ecuménica Monte Maria”, encuentros familiares los domingos.
Clínica Rural, Casa de oración, Labor Social, Oficina de lunes a sábado a partir de las 10:00 horas. Los rótulos con estas frases salpican la fachada que es un mosaico de unos veinte metros de frente saturado de imágenes, letreros y macetas que anticipan lo que estos muros guardan en su interior.
Es la finca marcada con el número 78 y también con el 78 A de la calle Hidalgo de San Pedro Tesistán. Este lugar encierra el proyecto inconcluso del Padre Rafael Guillen Lepe. Desconozco cuales son las medidas de este sitio lo cierto es que el fondo y uno de sus costados abarca toda la manzana.
Vamos tres; Angélica, Celina y yo. Entramos por un costado, el ladrido de un par de perros nos recibe en el primer pasaje tras abrir el cancel de metal.
En la pared cuelgan unos cuadros con pinturas al óleo separados entre ellos por un medio metro de distancia, están firmados por “Camarena”, se alcanzan a contar al menos una decena. En ellos hay personajes de la religión católica, desde el piso de tierra del primer pasillo se respira humedad. Avanzamos hasta una senda que se ve iluminada, es un pequeño patio en donde se cuelan los rayos del sol a través de la copa de un enorme árbol de mezquite. Desde ahí se observan las puertas y ventanas de las habitaciones del primer piso, se cuentan al menos unas quince.
Parece que este lugar estaba proyectado para algún teatro al aire libre porque tiene un conjunto de escaleras de concreto al fondo, frente al patio despejado que pudiera ser el escenario. Detrás de las escaleras hay un espacio como una cabina.
Salimos del patio y seguimos por el pasillo de vez en cuando iluminado por los pequeños rincones descubiertos. De todas las paredes cuelgan imágenes religiosas y fotografías de Papas y Obispos. Al final del pasillo se observa el rostro sonriente de una mujer cubierta de la cabeza por un manto negro. Es Santa María Guadalupe García Zavala.
Después de doblar a la derecha hay otro patio arbolado circulado por pequeñas salas de estar descubiertas y saloncitos, ahí hay guardados una serie de diez cuadros pintados al óleo, son fragmentos bíblicos, el lavatorio de pies, el sacrificio de Isaac, el maná que cae del cielo y algunas escenas apocalípticas. Están firmados por “Refugio”. En un rincón, acomodados en una torre, hay otros proyectos de cuadros, son reproducciones en papel de más escenas bíblicas. Son al menos unos treinta y otro puñado más de unos veinte cuadros de Camarena y Refugio, recargados en una pared. Los vivos colores recrean los palacios de la antigua Jerusalén, los rostros de María y de los ángeles. También hay cuadros de retratos a lápiz de jerarcas católicos con una firma desvanecida.
Estamos ahora en otro de los patios, hay un nicho con una escultura del Sagrado Corazón en su interior que alcanza el tamaño de una persona. Las enredaderas secas que brotan del segundo y tercer piso parecen venirse encima. La maleza en el piso, forma una montaña que cubre el patio central y vuelve aún más desolado el lugar.
-Al padre no le gustaba que nos metiéramos- dice una voz.
Le pido permiso en mis pensamientos.
Estamos justo afuera de la capilla que constituye el espacio central de este lugar, una pequeña escultura de un ángel blancuzco que cuelga de la pared, da la bienvenida, sostiene una tinaja con agua que ahora es de lluvia pero algún día fue de agua bendita.
Un conjunto de sillas tubulares tapizadas de vinil rojo están acomodadas en filas y forman un pasillo que lleva al altar principal. En el recinto en el que caben unas cincuenta personas, hay una docena de esculturas, entre ellas la Virgen de la Asunción y La Santísima Trinidad. En el altar central está San José con el niño en brazos, la Virgen María y un Cristo crucificado. Además la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego. Un retrato del padre Guillen en blanco y negro sobre una repisa de madera ocupa el espacio central. Hay un par de reclinatorios forrados de una tela tinta con marcas de polvo. Estoy justo frente a la fotografía del padre, le pido permiso de caminar por esta casa y agradezco poder entrar a la intimidad de un espacio, que durante 30 años estuvo construyendo, al amparo de la soledad y de la firme intención de ofrecer servicios espirituales.
A un costado, hay una especie de sacristía de reducido tamaño, ahí en un armario cuelgan las casullas sacerdotales, son unas cinco, las demás se las llevaron unas religiosas que visitaron la casa. En la parte superior, hay un espacio para un coro, ahora está húmedo y con agua almacenada por las gotas que se filtran desde el techo.
Salimos de la capilla y vamos a la última alcoba que habitó el sacerdote; la cama está cubierta con una colchoneta blanquísima bajo un polvo tamizado, unos rosarios de madera cuelgan de la pared y un crucifijo en la cabecera cubierto de polvo gris mira hacia el lecho con los brazos extendidos. Sobre la modesta cama individual reposan un pequeño sombrero de palma y un bastón de madera que fueron sus últimos compañeros.
He perdido ya la cuenta de los rincones, habitaciones y pasillos que conforman esta finca, llevamos casi dos horas de recorrido a paso lento, pisando con cuidado las escaleras a veces agrietadas y los pisos que parece se estremecen a nuestro paso.
Hay también una biblioteca que resguarda libros en distintas lenguas, misales y textos de temas religiosos.
El padre Guillen, a quien siempre en la comunidad le llamaron Tito, era originario de La Media Luna en la Sierra de Mazamitla. Llegó a radicar a San Pedro Tesistán hace más de 40 años como sacerdote del pueblo, también en Jocotepec ofreció sus servicios sacerdotales. Hablaba siete idiomas, entre ellos inglés, italiano y francés, estuvo en Roma. Y en la Ciudad de México, fue maestro de instrucción básica.
-Siempre fue muy reservado, no platicaba casi de sus proyectos.
No le gustaba tampoco recibir visitas, tenía once perros que anunciaban el llamado de alguna persona en la puerta, convivía sobre todo con sus hermanos y su madre. Solo el día de la muerte de su madre la señora Rita, acudieron las nietas a darle el último adiós en su lecho y a prepararle sus ropas para la despedida en un funeral con pocos asistentes.
Desde la muerte del padre Tito que ocurrió en agosto del año pasado, han venido muchos sacerdotes a este lugar; se han llevado algunos cuadros y objetos que son valiosos para los templos. Murió a los 74 años, en medio de su gran proyecto de vida, ofrecer una casa de oración para tener encuentros familiares cristianos, un asilo de ancianos, dispensario médico, clases para los niños y jóvenes, y asistencia espiritual para los más necesitados.
En sus funerales el señor Cura Rubén López colocó sobre el ataúd los ornamentos sacerdotales, le dijo -Eres Sacerdote y como Sacerdote te vas.
Y así partió, desde el mutismo de la casa que habitó hacia el silencio sepulcral, seguramente pidiendo a Dios como en el libro de Tobías 4, “… que lleguen a buen fin las sendas y proyectos”.
Carlos Vázquez, delegado de San Juan Cosalá. Foto: Archivo.
Héctor Ruiz Mejía.- A menos de un mes de culminar la administración 2018-2021, Carlos Vázquez Reyes, delegado de San Juan Cosalá, dijo desconocer si tendrá continuidad en su cargo para la siguiente administración, pero aseguró sentirse conforme con los resultados obtenidos durante su gestión.
“Había muchos retos. Cuando recién entré, estábamos abandonados”, comentó Carlos Vázquez durante la entrevista, e hizo alusión a los proyectos que culminó bajo su gestión; como el colector de la Paz, el cual aseguró que nadie se quería hacer cargo de ese trabajo, pues visualmente no era favorable para proyectos políticos.
“Nadie le quería entrar, era una obra que no se iba a ver”, aseveró el funcionario respecto al colector. La obra consistió en la renovación de 850 metros lineales del colector, en el tramo que comprende las calles Tacuba e Independencia, cuya inversión alcanzó los seis millones 300 mil pesos, un proyecto en conjunto a nivel estatal como municipal.
Debido a la falta de mantenimiento, las dos líneas de drenaje presentaban un 90 por ciento de azolve, que al recibir el agua de los balnearios establecidos al oriente de la calle, provocaba que las alcantarillas se botaran y las aguas negras fueran directo al Lago de Chapala.
Otro aspecto del cual el funcionario aseguró estar conforme, fue la instalación de la bandera de México en la plaza principal con el propósito de que los niños tuvieran un espacio para prestar honores al lábaro patrio, así como el mantenimiento de algunas de las calles que conforman la delegación y que ya estaban en mal estado.
Además, Carlos Vázquez reconoció que la principal problemática que aqueja en la juventud son las drogas, “aquí están las cosas muy pérdidas”, señaló el funcionario y añadió que se ha trabajado en conjunto con el padre de la Iglesia José Luis Sánchez, para atender el problema.
Finalmente, el delegado dijo que en caso de no continuar en funciones regresará a lo que toda la vida ha hecho, de albañil, «agarro mis cosas y me voy, no hay nada perdido” y aseveró que se va complacido con su gestión.
En penumbras se encuentra la primera parte de la segunda etapa de la ciclovía (al poniente de Ajijic). Foto: Domingo Márquez Flores.
Sofía Medeles (Ajijic, Jal.)- No sólo la plaza, el malecón y algunas calles del pueblo Mágico de Ajijic están en penumbras, ¡también un tramo de la ciclovía Chapala-Jocotepec se encuentra en la misma situación! , de acuerdo con un recorrido realizado por Semanario Laguna.
Y es que, en el tramo al poniente de Ajijic sobre la carretera, entre las calles Río Lerma y Río Zula, aunque ya hay luminarias colocadas, el departamento de Comunicación Social del Ayuntamiento de Chapala respondió que aún no se precisa la fecha en que se habiliten, pues se tiene que poner esa línea en un contrato con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para que entre en pagos del municipio.
Lo anterior debido a que el tramo en penumbras forma parte de los trabajos de la segunda etapa de la ciclovía, que consiste en la construcción de 25 kilómetros con un costo de 87.5 millones de pesos por parte de la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública (SIOP) del Estado de Jalisco.
Aurora, que suele utilizar la ciclovía al anochecer para recrearse, manifestó: “ese pedacito da mucho miedo, tiene uno o dos faros a lo largo de ese tramo, pero no son suficientes. Si una bici no trae luz, puede ocasionar un accidente, o si viene alguien corriendo o caminando, igual. Ojalá pronto funcionen las lámparas”.
“Uno se va por la banqueta para no obstruir el paso al ciclista, pero para allá no es tan fácil. Si la ciclovía está oscura, la banqueta aún más. Uno se va arriesgando a ir por ella –la ciclovía-, para tener un poquito más de luz, pero si uno no ve al ciclista, se arriesga mucho. Y ni hablar que tanta oscuridad podría propiciar una zona para asaltos”, comentó Blanca, una mujer que de vez en cuando transita por dicho tramo de la ciclovía.
Don Pedro, un señor que suele usar su bicicleta como medio de transporte hacia su trabajo muy temprano en la mañana, comentó que ya se ha caído en más de una ocasión.“En la mañana está muy oscuro, en ese tramo me ha tocado una o dos veces tropezarme con piedras y caer. Uno va modorro y sin luz menos vemos lo que se nos atraviese en el camino”.
Por otro lado, un chofer que suele transitar por ahí de noche, también señaló la falta de luz, y cómo puede afectar a todos. “Desde una persona que salga corriendo de repente, que pasa mucho por ese lado, hasta cuando uno quiere dar vuelta y viene una bicicleta muy rápido. Son cosas de unos minutos y que se evitarían por completo si hubiera una mejor iluminación para ver este tipo de movimientos desde lejos. Uno mejor ya se va despacito por esa parte”, finalizó.
La primera etapa de la ciclovía inició a finales de febrero del 2020 con un costo de 50 millones de pesos y se entregó el 7 de agosto del mismo año. Fueron 8 Km, desde Chapala hasta la calle Álvaro Obregón en Ajijic, donde iniciaría la segunda etapa para finalizar en el malecón de la cabecera municipal de Jocotepec.
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