Por: Oscar España Ramos
Ramón Espíritu Ramos, de la dinastía de la familia Espíritu, de “Layo”; Carlos “El Meco”; de “El Cegueta”; de Don Daniel y demás, de los que cada uno de ellos merecen mención aparte, esa gente que ha forjado la historia de Ajijic, esos hombres y mujeres quienes con su espontaneidad, con su originalidad han escrito pasajes importantes en un pueblo lleno de personajes.
Un brillo muy especial se asoma en su mirar al iniciar nuestra charla en la plaza de Armas de mi querido pueblo, “Pues ya estoy viejo mi Pita (Pitaya), ya voy pa’ los 86 y como que ya siento que se me doblan las corvas”; no digas eso Ramón, ahorita vas a rejuvenecer; A chingao y ¿Cómo le vas a hacer? Muy sencillo le dije, cuéntame de tu vida, de tu época de torero, de charro, de tus mujeres, de tu gente, de tu pueblo y ¿Sabes qué? De tu querido “As de Oros”, su rostro se iluminó, su mirada se perdía en la montaña como queriendo poner en orden sus ideas.
Con la emoción a flor de piel inicia: Mira Oscar yo sólo tuve tres amores, mi esposa, mi familia y mi caballo, sí, mi querido As de Oros. Desde potrillo supe que sería algo grande, se notaba ligerito, de patas blancas, con su mancha blanca en toda la frente, yo lo fui criando como si fuera mi hijo y al pasar el tiempo parecíamos uno solo, éramos inseparables…
Recuerdo bien como fue creciendo su fama para las carreras, ya ves que en aquéllos tiempos se acostumbraba mucho, poco a poco y ante la incredulidad de mucha gente que dudaban de su ligereza se ganó la confianza en todos los lugares donde corrió, por eso viene lo del nombre, como no me le veían la finta los apostadores creían que perdería y pues yo me aprovechaba, era como si me sacará un As que traía bajo la manga, con ese ganaba, con ese caballito los acababa.
Mira, era tanto el alboroto que se armaba cuando iba a jugarlo que hasta las mujeres dejaban sus quehaceres por irse a la jugada, todos querían ver como se arrancaba al grito de salida… “Vámonos”, parecía que volaba, como si sus cascos no pisaran el suelo, los carriles de La Floresta, los pueblos que visitamos llenos de gente esperando verlo correr, yo creo que muchos hicieron dinero al apostar a su favor.
Era algo tan especial, él se mostraba inquieto cuando quería salir a pasear por el pueblo, era vanidoso mi caballo, cuando le dábamos pa’ allá pal potrero, había gente que le aplaudía al pasar y muy orgulloso movía la cabeza hacia el frente como si agradeciera el cariño, mejor que muchas personas, así de noble fue mi caballo, me dio mucha tristeza el día que nos separamos, más tarde supe que lo “traiban” jalando la yunta y lo quise recuperar, no fue posible, ya no lo volví a encontrar. Su recuerdo me llena de emoción, como quisiera que estuviera aquí conmigo, como quisiera saber dónde quedo enterrado para irlo a visitar, siento que no fue un caballo, ni siquiera un animal, estoy seguro que fue mi mejor amigo y que un día lo volveré a encontrar.
Ese caballito fue parte de mi vida, siento que algo me falta, que traigo un hueco aquí en mi corazón, pero cuando nos volvamos a ver, entonces sí, nadie nos va a separar. Cada mañana despertaré con su fino y alegre relinchido y me diré ahí está mi amigo, el mejor, mi consentido… Mi As de Oros.
Foto: cortesía.
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