El horno comienza a calentarse. Foto: María del Refugio Reynozo Medina.
María del Refugio Reynozo Medina.- La casa de David aparece en medio de la calle empedrada con una fachada blanca discreta. Una sencilla puerta café y un escalón de cemento conducen al angosto pasillo de ingreso. Al fondo, al final de la vivienda está el horno, construido de ladrillo y rebozado de cemento. Tiene una altura de poco más de dos metros y en su interior pueden caber hasta 50 panes a la vez.
David espolvorea la ceniza sobre los tablones donde descansará en unos minutos el pan antes de hornearse. Foto: María del Refugio Reynozo Medina.
Un rayo de sol se cuela por el techo de láminas y tejado, por ahí también se escapa el humo. Las paredes de adobe y unas vigas de madera que atraviesan el techo lucen con un tamiz negro del hollín producido durante muchas decenas de años.
Los retratos de doña Rafaela Velázquez y Rosario Martínez cuelgan de la pared con sus marcos de madera salpicados de ceniza. Son los padres de David Martínez Velázquez, quienes le enseñaron el oficio desde que este tenía diez años.
También están colgadas unas enormes cazuelas de barro, son las que usaba doña Rafaela cuando preparaba la comida en las fiestas.
La imagen de San Martín Caballero, un par de reconocimientos del Gobierno de Chapala y Toni, un loro verde que está en la jaula, atestiguan la diaria faena de la elaboración del pan.
Los panes son colocados unos minutos sobre una cama de cenizas. Foto: María del Refugio Reynozo Medina.
A las 9:00 de la mañana comienza la tarea; se coloca la leña en el horno. Para ello es necesaria una carretilla desbordada, la mejor es la de guamúchil, tepehuaje y mezquite. Por cada carretilla se pagan 150 y hasta 180 pesos. Desde la noche previa se prepara la levadura madre con la receta de casa, los componentes principales son harina, huevo y azúcar.
David coloca los ingredientes en una gran tina de plástico, mientras las llamas comienzan a abrazar a los troncos.
El amasijo va de una mano a otra por un espacio de una hora;
-Aquí levanto unos 40 kilos-
Dice David, mientras mueve enérgicamente la masa.
-Voy a invitar a los muchachos que levantan pesas, dice y sigue amasando.
El clima interfiere con el tiempo de reposo de la harina, si hace frío hay que esperar unas seis horas de reposo; cuando hace calor, con una hora o dos es suficiente.
A las 12:00, la masa está lista para poder formar las figuras del pan. Actividad en la que participan más miembros de la familia.
Previamente, David espolvorea ceniza en el conjunto de tablones colocados al lado del horno; ahí reposan unos minutos las piezas antes de ser metidas al horno.
Los gruesos troncos de guamúchil ya están convertidos en ceniza, y así al lado del polvo centelleante, se van colocando las piezas de pan.
Los panes en fila para el proceso de horneado. Foto: María del Refugio Reynozo Medina.
Además del pan tachihual, hacen gorditas de maíz, semas de trigo endulzadas con piloncillo y ojitos de nata (la misma masa aderezada con nata de leche).
A las 3:00 de la tarde el pan está listo, y el hombre que lo lleva a vender al malecón y a las calles del pueblo también.
Una pieza de pan cuesta 12 pesos; hay un pan especial con pasas y nueces de tamaño más grande que se vende en 90 y 100 pesos. Una vez preparado, el pan puede durar en perfecto estado hasta 8 días.
Durante los meses de mayo, especialmente el Día de la Cruz hay más demanda de pan, hacen unos en forma de cruz o de corona con glaseado y colorante rojo.
En esta casa, al menos cinco días a la semana se enciende el horno, lo que implica trabajo y gasto. Un saco de harina con 44 kilos cuesta 520 pesos.
Abajo las semas de trigo y arriba el pan en reposo. Foto: María del Refugio Reynozo Medina.
La inversión para sacar una hornada de pan es de unos 900 pesos en un día.
Para David es un gusto continuar la tradición de su madre. Lo han visitado algunos noticieros y medios impresos, se han grabado reportajes y entrevistas que lo hacen sentir orgulloso de un oficio que se ha transmitido de generación a generación.
Hay paisanos que viven en el extranjero y mandan pedir el pan tachihual, mismo que congelan y lo consumen poco a poco, tal vez porque esa hogaza les sabe a nostalgia.
La familia de David Martínez Velázquez, hijo de Rafaela Velázquez, estuvo presente para ofrecer tachihual embetunado y sin betún.
Arturo Ortega (Ajijic, Jal).- Cinco familias que elaboran Tachihual fueron las que participaron en la primera feria del tradicional pan, que pese a que también se hace y comercializa en otros poblados vecinos como San Juan Cosalá, se ha hecho distintivo de la población de Ajijic.
La feria que contó con una excesiva venta de todo tipo de productos desde artesanías, bisutería, ropa, bebidas y toldos que cubrieron la plaza principal y un escenario, fueron los que “robaron cámara” a los protagonistas. Las familias, que por años se han dedicado a la elaboración del pan tachihual, fueron colocadas en la parte norte de la plaza principal, donde era difícil localizar sus mesas.
“Esta es la feria del tachihual, veo puros comerciantes”, señalaba uno de los asistentes, mientras otro le explicaba que las familias se encontraban en un espacio en la parte norte de la plaza principal.
A los vendedores se les cobró desde 800 hasta 2 mil pesos por exponer sus productos, según el delegado de Ajijic, Juan Ramón Flores, lo reunido fue para costear el evento, aunque no se ha transparentado el recurso.
No obstante, la feria -que se realizó el 7 y 8 de diciembre- contó con un buen número de asistentes que disfrutaron desde las degustaciones de pan, hasta presentaciones musicales y una muestra fotográfica por parte de la Galería al Aire Libre (GALA) de la artista Xill Fessenden.
Muestra de pan tachihual con betún.
Durante la feria, además del tachihual se pudieron degustar de otros panes tradicionales como los ojitos de nata, semas de trigo y gorditas de maíz.
La iniciativa -que estaba pensada para llevarse a cabo en administraciones pasadas- pudo concretarse gracias a la iniciativa del delegado, Juan Ramón Flores Rojas, y el promotor cultural, Beto Muñoz conocido como Betorock.
Otras variedades de pan, como la sema de trigo, también son muy buscadas en la comunidad para su consumo.
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