A Pablo Rojas Contreras
Chapala era llamado “Mar chapálico”, pues hacía grandes olas que salpicaban a los novios cuando pasaban por el malecón. Ahora sólo hace pequeñas olas que cosquillean nuestros pies desnudos, cuando corremos por la arena quemada de su playa.
Todos los sábados, cuando era niño, iba con mis amigos al faro a pescar y a jugar a los clavados. Los domingos, después de misa de niños, íbamos a la casa de don Pablo, quien estaba en la puerta de su casa tejiendo con sus hilos de nylon, metiendo y sacando su aguja de madera que él mismo hacía. Era un campesino y viejo tejedor de historias. Pero el amor por el lago era más fuerte que eso. Hacía atarrallas sólo de encargo para algunos pescadores de la ribera. La historias las contaba con tanta verosimilitud que todos los niños que nos acercábamos a él, creíamos cada palabra que brotaba de esa voz cansada pero que fluía como río.
Para lo chiquillo que éramos, ese viejo sí sabía florecer nuestra imaginación, pues le ponía sabor a las historias con los ademanes que hacía con sus manos surcadas de años.
Nos contaba del tesoro escondido en la cueva del cerro San Miguel, donde matábamos pájaros con las recuas; del Dinosaurio dormido por encanto en las entrañas del mismo cerro; de los aparecidos en el panteón; de los venados que hace mucho ya no bajan al lago a tomar agua; de La Niña, una chiva que se encontró en Brisas y la adoptó; de cuando su padre fue revolucionario; nos platicaba de su novia la Viuda Negra, esa que mató muchos gringos y se hizo rica, etc. Nos hablaba de tantas historias nuevas, viejas y repetidas. Y cada domingo estábamos puntuales, escuchando atentos. Ya que al final del relato esas manos se mostraban generosas y nos daba un puñado de galletas o dulces.
Siempre nos recibía con una sonrisa transparente. Lo encontrábamos a teje y teje sus hilos de nylon. Al unísono de su voz, metía y sacaba sin titubeos. Ese viejo entretejía muy bien las historias, y algunas veces las hacía más interesantes y divertidas. Nos platicaba de cómo bajaban los tejones, ardillas y tlacuaches a la laguna, y él los espantaba a pedradas; de cómo la gente iba a misa en lancha; de cómo las mujeres lavaba en la laguna; además de cuando era chiquillo y maniobraba su canoa de carrizos en las olas del Mar chapálico.
Cuando él era niño, siempre andaba con los pescadores. Lo llevaban a la laguna y siempre regresaban por el lado de la estación del ferrocarril. Le gustaba llegar a embucharle a las sandías y a los pescados que cocinaban los pescadores donde tendían, limpiaban o reparaban sus atarrayas y chinchorros. Nosotros veíamos cómo arqueaba las cejas cuando relataba una historia salpicada de su vida y decía que fue el mejor marinero de aguas dulces.
Algunos años después, regresé a romper el encanto que tienen las cosas barnizadas de pretérito, y, así, poder constatar que no corresponden al recuerdo que de ellas tenemos. Nada es eterno y por eso rescato una de las tantas voces cansadas que habitan en Chapala: una historia de don Pablo, Marinero de aguas dulces.
Mi niñez fue divertida y grandiosa, escuchando todas esas historias que siempre creíamos y recreábamos en juegos y en nuestra imaginación.
Don Pablo, además de contar historias, daba consejos a los jóvenes imprudentes que osaban nadar muy adentro de la laguna, ya que ésta tiene corrientes encontradas y una venerada columna de vapor de agua. Además el lirio y el tule son dos enemigos que se añaden, ya que si alguien se enreda en ellos, muere ahogado.
Cuando los hombres inician a trabajar en la pesca les advierte sobre los diferentes vientos que siempre ponen en predicamento a cualquier persona que aborda una barcaza. Los peligrosos vientos ponían en aprietos a todo navegante, pues a veces alcanzaban los cuarenta nudos.
En una ocasión, cuando fue gobernador el Lic. González Gallo, Chapala vivía en ese momento una de las primeras sequías. Por medio del gobierno, llegó la Secretaría de Marina. El capitán de la misión era orgulloso y engreído. Cuando llegó al pueblo don Pablo, se acercó a él presentándose cómo era su costumbre, para informarle sobre los diferentes vientos. Don Pablo absorbía todo el conocimiento de los investigadores del vaso lacustre, siempre aprendiendo y después repetía las conclusiones, hipótesis y frases de memoria, así fue como se convirtió en Marinero de aguas dulces.
Decía con certeza y claridad “uno de los principales problemas naturales del lago, es que genera túneles de viento y ellos varían el clima. Además, de acuerdo con el origen de los vientos, así son conocidos por los lugareños. El viento que sopla del oriente se le llama Mexicano; y si viene del sudoeste se le dice Colimote; si predomina del occidente se le denomina el Abajeño; y en el caso del norte es el Tapatío, pero, si proviene del noroeste, es llamado Poncitleco.”
Bien dice el dicho: “más sabe el viejo por viejo que por diablo”, y así don Pablo conectó muy bien el cerebro con la lengua y repitió la teoría que había experimentado y practicado por varios años. Él hizo hasta lo imposible para que el capitán entendiera todo sobre los diferentes vientos pero el capitán sólo le regaló una carcajada a estruendos a aquel hombre de manos generosas, o pobre diablo, como le llamó el capitán.
La información que recibió aquel capitán de Marina no se sostenía en ningún documento oficial. Tan sólo en la palabra del viejo tejedor de historias. Y esa noche el capitán, decidido, salió a navegar. A la mañana siguiente, después de haber soplado fuertemente el Abajeño, encontraron varios cuerpos flotando entre la masa verde y espesa de lirio, y entre ellos se encontraba el cuerpo inerte del capitán.
Jocelyn Cantón (Ajijic, Jal.).- Con “La entrada triunfal de Jesús” comenzarán las actividades que enmarcarán la obra catequista Pasión de Cristo Ajijic 2016.
La representación de la entrada de Jesús a Jerusalén se llevará a cabo el 20 de marzo, el llamado Domingo de Ramos, y partirá del barrio de las Seis Esquinas, a alrededor de las 18:00 horas, hasta la parroquia de San Andrés, lugar donde se oficiará una misa.
El 24 de marzo, el Jueves Santo, a partir de las 21:00 horas se llevará a cabo la representación de la Oración en el Huerto en un terreno ubicado en la falda del cerro del Ajijic, lugar conocido por los locales como “La Loma del Tempisque”.
Al siguiente día, es decir, el Viernes Santo, a alrededor de las 11:00 de la mañana, se esenificará en el atrio de la parroquia de San Andrés el Jucio de Herodes y Pilato, la flagelación y la crucifixión.
El recorrido a la crucifixión y calvario iniciará en el templo de San Andrés, por la calle Parroquia, siguiendo por Hidalgo, Juárez y prolongación Ángel Flores, hasta llegar al pie del cerro donde se representará la crucifixión.
Al terminar la representación, bajarán por la calle Emiliano Zapata, seguirán por Colón, para girar en por calle Parroquia y colocar el cuerpo de Jesús en el sepulcro en el templo de San Andrés.
En el Sábado de Gloria, que caerá el 26 de marzo, se escenificará la resurrección a las ocho de la noche en el atrio de la parroquia de Ajijic dentro de la liturgia del templo.
Igual que el año pasado, en la obra catequista participarán 75 actores. Jesús será interpretado por Álvaro Romero Ochoa, siendo su segunda vez en el papel. María será personificada por Lorena Mora.
Como cada año, el grupo Pasión de Cristo busca innovar. Los cambios de escenografía entre escena y escena serán más notorios que en años anteriores, sobre todo en el palacio de Herodes.
La obra de Pasión de Cristo aún no tiene cubiertos todos sus papeles por lo que se invita a hombres y mujeres a participar. Los interesados pueden presentarse a partir de las 20:00 horas en el número cuatro de la calle Zaragoza en Ajijic, donde antiguamente era la ferretería de Rubén Chacón.
Cronista: Gabriel Chávez Rameño
Cuántas historias y anécdotas se han escuchado en torno a las visitas a Talpa de Allende a ver a la Virgen del Rosario. En especial, de aquéllas en las que los vivos hablan con los muertos o viceversa, se dice que son almas en pena que no pagaron su manda, o que murieron en el camino. Sin embargo, se aseguran que son verídicas y que han sucedido. Para muestra, este fragmento que a continuación presente y que queda al análisis de usted, querido lector, y que es probable que usted mismo haya escuchado algo parecido. Se cambian algunos nombres de los protagonistas por así solicitarlo.
“…Se me hizo un ratito la dormida, pero en realidad eran ya las once cuando me despertaron y me quedé sorprendido al ver la cantidad de gente que pasaba a nuestro alrededor. Viejos, niños, mujeres, hombres, señoras con bebes en brazos y nadie se rajaba. Algunos pasaban rezando, otros en silencio y meditabundos, algunos caminaban aprisa y otros lenta pero constante…
Embobado por el descubrimiento que había hecho, se me olvidaron mis compañeros de viaje. Al recordar volteé a verlos, pero no los vi. Me puse un poco nervioso y apreté el paso para tratar de alcanzarlos. No muy lejos los divisé y me sentí aliviado. Al ver la cantidad de personas perdí la noción del tiempo y no supe qué hora era, y ni me importó en fijarme. Ya próximo a alcanzar a Camilo y Juan, sentí la mano de alguien sobre mi espalda. Al voltear, me di cuenta que era un anciano con cara de felicidad y alegría. Me saludó y yo le contesté:
—Me llamo Anselmo —me dijo—. Voy rumbo a Talpa, pa’ ver a la virgencita. Sabe que estoy enfermo y no me puedo curar. Ya vi muchos médicos y ninguno le atina. Tengo fe de que la Virgen de Talpa me curará, pero ya me ve; voy solo. Ni quién me acompañe. Ya tiene rato que mis familiares me dejaron, y todavía no los veo.
Yo solamente lo escuchaba y seguíamos caminando.
Don Anselmo me contó que venía de un pueblo que se llama San Luis, cerca del pueblo donde vivo, y me preguntó que cuándo me devolvería de Talpa. Le contesté que nomás llegábamos a ver a la Virgencita y nos devolvíamos. Conforme caminábamos, me platicó un poco de su vida. De la misma forma, yo le conté de la mía. Me pidió de favor que cuando regresara a mi pueblo, pasara a su casa a decirle a su familia que los iba esperar en Talpa, para que se fueran y le pidieran al padre que oficiara una misa el día de su cumpleaños, el 20 de marzo, y que ahí iba estar con ellos, para después regresar en paz y estar sin pendiente. En ese momento, no me di cuenta de lo que me dijo, hasta ahora.
—Pregunta por la casa de don Anselmo González —me dijo—. Soy muy conocido en el pueblo y rápido dará con mi casa. ¿De dónde me dijiste que eras muchacho?
—De San Juan —le respondí, y me preguntó:
—¿Conoces a don Feliciano Vergara?
—Es mi abuelo —le respondí.
—Le dices que pronto nos veremos.
—Qué pequeño es el mundo —le dije.
—No tienes idea muchacho —me respondió—. Aquí me quedo.
Cuando volteé para despedirme, ya no lo vi.
Por fin, alcance a los muchachos y entramos juntos a Talpa. Cuando llegamos a la iglesia, me impresioné al ver la cantidad de gente: unos caminaban de rodillas, otros con penitencias, pero todos con mucha fe, incluyendo a Camilo y Juan. De regreso, durante el camino, les platiqué a mis compañeros del viejo Don Anselmo y les pedí que me acompañaran a San Luis a llevar la razón que el señor me había encomendado. Definitivamente, cuando pregunté por él, rápido me dijeron dónde era su casa. Al tocar la puerta, una señora ya desgastada por los años abrió y me preguntó que a quién buscaba, y le dije:
—Traigo una razón de Don Anselmo González.
La señora me vio de una forma que nunca olvidaré. Parecía como si hubiera visto a la misma muerte. Quedé sorprendido y continué:
—Que se fueran a Talpa, que allá los iba a esperar para pasar con ustedes su cumpleaños, para que le ofrezcan una misa y…
No pude continuar, porque la señora empezó a llorar. Camilo y Juan voltearon a verme y, al igual que ellos, yo también quedé sorprendido cuando la señora me dijo:
—Mi viejito te dijo eso, el ya tiene más de doce años de muerto y precisamente murió un día antes de su cumpleaños. Había prometido celebrarse una misa en Talpa, pa’ su cumpleaños, pero, pero…
Y soltó su llanto. Esto, al parecer, se vive en el camino de Talpa en la visita a la Virgen del Rosario, hacedora de muchos milagros.
Jocelyn Cantón/Domingo Márquez (San Antonio, Jal.).- Las tortillas y quesadillas cocinadas en comal de barro, sobre una carretilla, han hecho famoso al restaurante de María de Hara Ibarra, ubicado en la zona centro San Antonio Tlayacapán.
La Carretilla, como lo han bautizado los locales, comenzó su historia hace cinco años. Los propietarios tenían necesidad y mucho maíz de su cosecha, por lo que comenzaron con la venta de gorditas y tortillas hechas a mano fuera de su casa. El éxito fue tal, que el menú se ha extendido y ahora se ofertan más tipos de platillos de la región.
Gorditas, huevo en salsa, quesadillas, ejotes con huevo, chilaquiles, costillita, papas con chorizo y quesadillas con picadillo deshebrado son sólo algunas de las delicias que se venden a partir de la nueve de la mañana a la una de la tarde.
Son 40 kilos de masa los que a diario se necesitan en este pequeño lugar ubicado en el número 115 de la calle Ramón Corona, en San Antonio Tlayacapán, y para poder sostenerlo, María de Hara y su madre, María Concepción Ibarra, de 73 años, comienzan su día a las cuatro y media de la mañana, cuando ponen el maíz ya cocido en agua de cal, que sirve para hacer tortillas. A este producto se le conoce como nixtamal.
Para María es importante que no se pierda la tradición de tortear, oficio que aprendió de su madre.
“La muchachada no sabe y se va perdiendo esto (de tortear)”, dijo la señora de 46 años, quien considera que esta forma de cocinar es cada vez menos frecuente, debido a que lleva su tiempo y esfuerzo.
El comal toma alrededor de 20 minutos para calentarse y poder “echarle las tortillas”; sin embargo, son tres horas las que tienen que esperar para que se enfrié y poderlo lavarlo.
“Cada comida tiene su proceso y lleva su tiempo… No es comida de microondas”, indicó María, quien duda que en un futuro, sus hijos quieran seguir con el negocio familiar.
Jocelyn Cantón (San Antonio, Jal.).- Según un sondeo realizado por Laguna, los pobladores de San Antonio Tlayacapán se encuentran molestos por la desatención en su malecón.
Los quejosos argumentaron que es un espacio que se tiene en el olvido, en el cual no se han visto mejoras desde hace años, ya que consideran que el gobierno municipal de Chapala sólo hace trabajos de reahabilitación en la cabecera municipal.
Sus quejas comprenden la cerca caída junto a la cancha de básquetbol, la cual “era un peligro, porque tenía alambres y podían pasar accidentes”, señalan inconformes.
“Tiene cerca de dos meses que están esos alambres ahí. También, siempre las palmeras y el pasto están secos, porque dejan a sus vacas sueltas y se comen las plantas”, expresó Rosaisela Cuevas, vecina de la población.
La entrevistada también reveló que los vecinos en el área se sienten inconformes, ya que no les gusta el ruido.
Juan Pablo Ibarra, comerciante local, mencionó que los fines de semana los visitantes dejan mucha basura y no respetan ni cuidan de los espacios públicos. Además, señaló que muchas veces por las noches no tienen ni luz.
“El pasto siempre está bien seco. Siempre se gastan el dinero en Chapala. También dijeron que iban a arreglar la plaza y sigue igual”, indicó Ibarra.
Elena, vecina de la población, manifestó que hubiese sido mejor que invirtieran en ese espacio en lugar de remodelar la plaza de Ajijic. “No hay ni sombra y así quieren que venga gente. El tule ya no deja pasar ni a los pescadores”.
Jocelyn Cantón (Ajijic,Jal.).- Todo listo para la decimoprimer edición de la Verbena Jamaica del Pasado a realizarse el domingo 20 de marzo en la plaza principal de Ajijic.
El acontecimiento rescatará las tradiciones de las llamadas verbenas, que eran reuniones de los pobladores en las plazas de los pueblos donde se vendía comida, bebida, y se jugaba a la lotería y a otros juegos tradicionales como se hacía hace más de 120 años.
Para lograr el ambiente de aquellos años, las luces de la plaza se apagarán para dar pasó a la luz de las velas, las cuales serán colocadas en los diferentes puestos de comida.
Habrá toda clase de antojitos mexicanos cocinados a la usanza antigua en carbón, y se servirán en platos de barro o vidrio, informó el director del grupo Pasión de Cristo, Eduardo Ramos Cordero.
En el suceso que pretende concluir a las once de la noche, no faltará el arroz con leche, las morelianas, el ponche de granada, los buñuelos, entre otras delicias, todas ellas a la venta.
Los que acudan a la “Verbena Jamaica del Pasado”, pueden llevar ropa normal o ir vestidos de forma tradicional, que en el caso de las mujeres, sería con falda larga, blusa y reboso, y en el de los hombres, con sombrero y camisas de manta.
Durante la verbena, se realizará el papaqui, festejo donde los presentes comienzan a romperse cascarones de huevo con confeti en la cabeza. Los cascarones pintados se estarán vendiendo en el lugar, para que nadie se quede sin participar en la tradición.
Para saber:
El papaqui viene de náhuatl papaquiliztli, que significa “festejo” o “diversión” para darse a los demás con lo mejor que tenemos, explicó Ramos Cordero.
Hugo Zamora (Jocotepec, Jal.).- Peregrinos de San Juan Cosalá partieron en tres grupos hacia Talpa de Allende, Jalisco, para ver a la Virgen de Talpa. El recorrido hasta la Basílica de Nuestra Señora del Rosario se hizo a pie, por lo que los fieles tuvieron que sortear varios obstáculos de naturaleza agreste.
El primero de los grupos fue liderado por Guillermo Verar, y partieron el día lunes siete de marzo. El segundo grupo salió el martes ocho de marzo, y estaba liderado por Santos González. Finalmente, el jueves nueve de marzo empezó el recorrido el de Regina Medina y Esperanza Xilonzóchitl. La intención era reunirse en Talpa para entrar todos juntos a la celebración de la eucaristía.
A las 10:00 de la mañana, se llevó a cabo la celebración de la misa a cargo del señor cura de San Juan Cosalá, Gabriel Becerra López, quien insistió a los peregrinos en construir un camino de amor, donde la unión sea la fuerza que permanezca en cada uno.
“Con sólo mirar a la virgen de Talpa, las dolencias cesan. Al ver ese tierno rostro, sus manitas en señal de piedad, su preciosa vestimenta, hace que el cuerpo tiemble de emoción. Más aún cuando se ha recibido algún favor”, expresó uno de los peregrinos.
Redacción (Jocotepec. Jal.). El Teatro Municipal Antonia Palomares ( antes Auditorio Antonia Palomares) presenta la obra de teatro: “Idiotas Contemplando la Nieve”, después de años de no presentar ninguna obra de teatro en el recinto.
La obra dirigida por Lucia Cortés se presentará el viernes 11 de marzo a las ocho de la noche. La entrada al recinto, recientemente remodelado, tiene un costo de 30 pesos por persona.
La representación retrata el comportamiento acelerado y egoísta en el que vivimos, un mundo en el que lo más importante es tener cosas materiales que nos llenen nuestros vacíos espirituales, según reza la reseña en el póster de publicidad.
El titular de Cultura Carlos Cuevas manifestó que debido al mal uso que anteriormente se le daba al Teatro, la agenda del mismo estará a cargo de la dirección de Arte, Cultura y Tradición de Jocotepec.
Añadió que el teatro ubicado en la zona centro de la cabecera municipal de Jocotepec, tiene nuevo reglamento para evitar el incorrecto uso de la instalaciones.
Pasado el tiempo de la desgracia del jefe Chapalac con su hija, la comunidad había sepultado esa historia. Chapalac se casó varias veces con la intención de engendrar un varón, fallando en cada ocasión. Después de muchos intentos, los dioses le cumplieron su deseo, y lo llamó igual que él.
Al llegar a la cuarta generación, uno de sus bisnietos heredó el parecido físico y un corazón de guerrero para conseguir sus triunfos. Era el mejor en todo, cazador y nadador, por eso le pusieron el mismo nombre como su bisabuelo, Chapalac. Creció sabiéndose el protegido de su padre, el más viejo.
El joven Chapalac estaba en la flor de su edad, tan osado y valeroso, como déspota y engreído, igual que murmurador y maldiciente. Todas las tardes, después de ayudar a su padre en la labor, se iba a nadar y admirar en la laguna a los patos, gaviotas y garzas que jugaban con sus delgadas patas en la alfombra de lirio. No se cansaba de admirar la belleza imponente de ese espejo nacarado.
En el poblado, las tribus eran gobernadas por guerreros valiosos. Ellos, con gran espíritu, cumplían con las labores más pesadas. Tenían la obligación de pescar más que los otros, cultivar más terreno que nadie y en ocasiones proteger y cuidar a las serpientes de agua o de tierra, además de recibirlas con bien, ya que si las espantaban, era señal de mal agüero. Cuando alguien mataba a una serpiente, las buenas cosechas se evaporaban y la pesca disminuía. Para que no sucediera eso, ofrecían ofrendas en la isla del lago como utensilios de barro, ollitas, puntas de flecha, figurillas, jícaras con masa y sangre de venado, además de un poco de sangre de su propio cuerpo. Y se escuchaba las melancólicas notas del caracol.
Si el guerrero era elegido por alguno de sus dioses, se le daba a conocer al brujo de la tribu. Y cuando el elegido se dada cuenta de la decisión de los dioses, era sometido a una prueba final. Chapalac fue el elegido y tenía que agradar a la luna durante dos noches, quemando copal, danzando y cantando himnos al dios que lo había elegido. Ya pardeando la tarde, Chapalac se dirigió a la prueba final. Se quedó idiotizado contemplando aquella escultura enigmática y polvorienta que custodiaba la calle principal del poblado. De esta manera se llevó prendida en el pensamiento aquella fantástica imagen.
El destino estaba marcado para el gran jefe, ya que su bisnieto Chapalac quedó enamorado de esa fiereza que la escultura reflejaba. Así era su alma que veía claramente en esa cosa inerte.
Dicen que las miradas matan desde el primer instante, pero creo que la venganza vino desde el más allá. Pues el gran bisnieto de Chapalac, el elegido para dirigir a su tribu, en lo profundo de sus ojos dejó un pedazo de noche y su imagen de belleza y fealdad que recordaba, en cada nota del caracol, en cada cántico y en cada reverencia que hacía la luna.
No se desprendió por ningún momento de la escultura de la mujer con cara de león y cuerpo de ninfa. Hasta que por fin, pasada la media noche, vio con gran asombro acercarse por la orilla a una mujer de vestido blanco y holgado, de cabellos largos, semblante raro y con un gran parecido a la escultura que se encuentra en la calle principal. Chapalac le habló y la invitó a adorar juntos a la luna. Ella, callada y taciturna, se dejó guiar. Dejó en el piso un tambache que traía cargando y, de pronto, ya estaban danzando al ritmo de viento y de las imprescindibles olas. No hubo momento de descanso. Cuando el paisaje empezaba a tornarse más oscuro y los ambientes estaban a flor de fuego, ella desapareció en un parpadeo.
Al día siguiente, él tenía que seguir agradando a la luna para ser el hombre guía de su pueblo, continuar con la tradición que por generaciones les había pertenecido pero que nunca se les había otorgado. En esa hora, cuando los cerros terminaron de comerse al sol y se tornó más azul el cielo, había contemplado el atardecer más bello de su vida. Resignado, encaminó sus pasos en busca de su amada. Llegó al lugar destinado a terminar con su enmienda. Quería volverla a ver y sentir entre sus dedos sus cabellos y aliento húmedos, y sus piernas firmes como rocas, también húmedas, sin importarle su rara belleza que se asemejaba bastante con a la escultura de la cual se enamoró.
Empezó el ritual poniendo copal en los cuatro puntos cardinales y danzando. Se quitó su calzado para entrar a la laguna. Quería tocar el caracol con el agua a la cintura, para alejar a los espíritus. La luna estaba más redonda y plena que nunca. El olor a humedad invadió la atmósfera. Pero a la misma hora como había sucedido el día anterior, apareció ella con su vestido blanco y ese afrodisíaco olor a humedad. Ella llegó hasta donde él se encontraba. Acarició la desnudez de sus brazos, rozó sus mejillas con su húmedo aliento y lo tomó de la mano en dirección a la laguna. Él no se resistió a su profunda humedad. La siguió sin temor, ya que era un gran nadador.
Ella lo dirigió caminado entre piedras, olas y lirios. El lago era un enigma tranquilo en su superficie y traidor en sus entrañas, pero el lugar sagrado para ella les llegó a las rodillas, a los muslos, a la cintura, mientras sus cómplices miradas se fundían en una, y el líquido dulce del lago se volvía cada vez más espeso. El agua iba en ascenso. Llegó al pecho y se detuvo a la altura de la boca. Chapalac reaccionó demasiado tarde. Ella besó sus labios y ambos desaparecieron en el fondo de la laguna con las corrientes encontradas.
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