Don Pedro Mendoza Navarro es un maestro del tejido en lana.
Por Maria del Refugio Reynozo Medina.- Allá, cuadras arriba de la plaza; cerca de las faldas del Cerro de los Agraciados en Jocotepec, está el barrio de los obrajeros, las familias que han dedicado la vida a tejer hilos de lana y hacer con ellos gabanes, sarapes, morrales, cobijas y tapetes.
La finca con el número 59 de la calle de Hidalgo, alberga el telar de Don Pedro Mendoza Navarro. La entrada de la casa ha quedado convertida en una tienda donde se exponen algunos sarapes, rebozos, pulseras y piezas de otros artesanos de Tonalá. Me recibe con una sonrisa y con la noticia de que justo hoy, abrió la tienda por iniciativa de su hija, la maestra Lucia. Viste una camisa luminosa, estampada de hojas azules y café y una sobria expresión, el pelo se nota suave y plateado, tiene ligeras líneas del tiempo sobre su rostro y unos ojos que miran profundo. Lleva colgada al cuello una cruz de madera sujetada por un cordón.
En la entrada, también está el altar cuya figura principal es la escultura de una virgen de Guadalupe color crema, flanqueada por otra figura de San Judas Tadeo y San Martin Caballero.
Don Pedro Mendoza Navarro, hilando en su telar.
Llegar a la casa de Don Pedro, es entrar en un museo vivo, treinta y dos metros de historia desde el ingreso con la pared de piedras lajas barnizadas. Después del primer pasillo, hay un patio con macetas floridas techado por el verde follaje de una magnolia; las escaleras llevan a una habitación, ahí guarda una de sus joyas más preciadas, un nicho de madera que encierra una pequeña escultura del Sagrado Corazón. Hay también una figura de la Virgen de Fátima, de la Sagrada Familia y un crucifijo ataviado con al menos cinco rosarios al cuello.
En los pasillos cuelgan fotografías, en uno de los muros, también un documento en un cuadro expedido por la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS) fechado en 2002, es su nombramiento como Técnico en Tratamiento de Aguas Residuales. Están ahí, al lado de su retrato de bodas, una fotografía de sus suegros y de Calixto un hermano de su suegro que anduvo en la guerra cristera.
Sobre una mesa descansa la figura de un niño dios con su ceja poblada y las pestañas de negro espesor; sonríe con la cara brillante sobre una canasta envuelto en una cobija de gancho. Don Pedro tiene entre sus posesiones preciadas un libro; “Tejedores de corazón, arte textil de Jocotepec en Jalisco” de Adriana Paulina Jiménez Ruiz, editado por la Universidad de Guadalajara en el 2015.
En esta casa abundan las imágenes religiosas, están sembradas en cada paso que damos, hay un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús a quien guarda un fervor especial, aunque “el de arriba” dice, es el principal.
En su habitación hay dos camas que no usa porque le gusta dormir sobre una colchoneta en el piso llevando como manta una cobija que tejió con la imagen de la virgen de Guadalupe.
Mientras recorremos los pasillos, Don Pedro me sigue contando y aparece en su memoria su compañera de vida, Mercedes Camarena Olmedo y la cara se le ilumina.
-En veinte años, no tuvimos una pelea-
Recuerda una tarde que se fue al fútbol, su esposa tomó el telar; así sin una clase previa y se puso a tejer dos tapetes decorados con unos patos. Luego un norteamericano vino a buscar tapetes, Don Pedro le mostró sus mejores piezas y su mujer le dijo –También tenemos estos- (los tapetes con los patos). Ese fue el día que su esposa le quitó los clientes y también cuando se convirtió en su gran colaboradora.
Don Pedro no solo lleva setenta años tejiendo, ha tenido otros trabajos, dio clases de Educación Física durante 17 años en el Colegio Jocotepec sin cobrar, con la única satisfacción de trabajar con los muchachos, el Presidente Municipal José Miguel Gómez López fue su alumno.
También trabajó en la planta tratadora de aguas residuales en Jocotepec, había sido diagnosticado con cáncer, así enfermo tomó el trabajo. Una ocasión cayó de una barda de metro y medio, ahí estuvo inconsciente no supo por cuánto tiempo hasta que unos perros callejeros que tenía de compañía lo despertaron y se incorporó para seguir laborando, después se dio cuenta que se había roto tres costillas y tenía un daño severo en la columna. Ese día lloró, incluso se quiso suicidar porque los médicos le dijeron que era muy posible que se quedara en cama o en una silla de ruedas. Gracias a la rehabilitación que le dieron sus hijas y gracias a dios, dice él, salió adelante. Ahí comprendió que la clave de todo es no darse por vencido.
-Yo voy a durar 130 años- dice risueño mientras recarga su brazo en el tallo de un mandarino y seguimos platicando en el patio de la magnolia.
A sus 75 años tiene la energía para subir a la pirámide del sol, despierta temprano, ayuda en las actividades de la casa, no pasa un día sin tejer. Los domingos se va al malecón a vender en su puesto de artesanías y está comenzando el proyecto de la Escuela de Telar en apoyo a la Dirección de turismo del Ayuntamiento, en un acto de generosidad impartirá las clases gratuitas junto con el material; por el solo gusto de compartir lo que sabe.
Le ha confeccionado tres cendales al Señor del Huaje, de los que solamente cobró el material.
-Para el patrón mi trabajo no tiene precio-
Cada que va a comenzar una pieza, se encomienda a dios. Y entonces las imágenes aparecen.
-Las tengo aquí- me dice señalando con el dedo índice la sien.
Al final de la casa junto a los árboles de arrayanes y aguacates que él mismo sembró está el taller, también hay una jaula con palomas que a veces le regalan su canto. Tiene tres telares, en uno realiza una pieza para su hija, es la imagen de un indio con un penacho multicolor que sostiene una ofrenda en las manos. Esa y dos piezas más que cuelgan en la entrada del taller son las más valiosas para él y están dedicadas a sus hijas para que las conservan de recuerdo.
Sube al telar y comienza a contar hilos. Mientras conversamos toma una pausa y se recarga en la estructura de madera, respira y me mira a los ojos muy profundo.
-¿Quiere que le diga una cosa?, ya estoy cansado-
Le pide a Dios nunca llegar a quedar postrado en una cama porque su vida es trabajar, ha amado todos los trabajos que ha tenido.
Cuando se trabaja, dice. –Hay que hacerlo pensando en lo que estamos entregando, no en lo que se va a recibir-
Desde muy pequeño ayudó a su padre en el oficio de tejer. Las primeras piezas que se hicieron fueron las cobijas negras y capotes para los campesinos.
Don Pedro Mendoza Navarro, en la carda de la lana.
Cuando tenía ocho años, ya hacía sus propios gabanes, esa fue su escuela; recibir la lana proveniente de Tlaxcala o de Tapalpa, sentirla con las manos, cardarla; hilar y montar en los telares para contar los hilos indefinidamente.
-Estos me han acompañado siempre- y señala las Cardas, dos piezas de madera en forma de rectángulo, las toma del mango y las separa, en su interior tienen puntas de alambre para cardar la lana. Sigue platicando mientras frota un trozo como de nube hasta formar rollos uniformes que va colocando en el borde de un bote.
Luego, los acomoda en el torno que es una rueda de bicicleta, sostenida por una base rústica de madera. En una punta de metal va colocando el material mientras da vuelta a la manivela que hace girar la llanta y da la forma al hilo.
La rueda sigue girando mientras don Pedro observa el delgado hilo que se desliza por la punta plateada.
Antes, la tarea de hilar era de las, mientras él cardaba la lana. Para cardar un kilo tardaban un día completo.
Sobre una enorme bola de lana hilada, descansan un montón de lanzaderas, unas cajitas de madera como sarcófagos de forma rectangular puntiagudas en los extremos, en cuyo interior se guarda el ovillo de lana hilada. En uno de sus lados, tiene una perforación por donde sale el extremo del hilo.
-A estos les falta vida- Me dice.
Las lanzaderas están nuevas con la madera blanquísima, mientras que la que está usando es oscura, brillante por el uso, por el constante ir y venir entre sus manos.
Me sigue contando mientras ordena los hilos y la lanza de un extremo a otro. Acciona el peine y recorre los hilos apretados, muy juntitos, en un abrazo de colores.
Por ahí anda la Michi, una gata blanca esponjada que parece de lana con un lunar negro en la frente que le cubre hasta las orejas y la cola también. Trepa sobre los telares y los recorre mirando, bosteza, se estira y se vuelve escondidiza ante mis ojos. Las palomas y la gata de suave pelaje junto con un pequeño radio rojo que cuelga de un poste de madera componen la compañía para tejer las tardes.
Don Pedro además de la lana en los tonos naturales que son grises, negro, blanco y café, utiliza estambres de vivos colores que organiza en pequeñas madejas enredadas en un popote de plástico. Recuerda que antes la gente teñía la lana con tonos rojos, tintos, rosa y negro de manera natural.
Cada pieza de este generoso artista, está compuesta no solo de madejas de lana entrelazadas sino de la bendición de dios.
El hombre que le ha realizado cendales al Señor del Huaje y cuyas piezas han dado la vuelta al mundo, que ha sido entrevistado por Televisa, Tv Azteca, Canal 44, por la radio y la prensa escrita y que ha sido motivo de un libro, recibe al desconocido con la sencillez y generosidad del tamaño de su trayectoria.
-Quien viene aquí se va con algo- Me dice.
Y yo lo que me llevo es el corazón lleno de su generosidad, de la sencillez que lo caracteriza, como si no fuera el personaje que lleva setenta años convirtiendo la lana en verdaderos mosaicos coloridos que llevan hasta la bendición de dios.
Jocotepec, Jalisco 2 de agosto 2021
The mural is revealed. Photo: Patrick O’Heffernan.
Patrick O’Heffernan Ajijic JAL. In a nearly 4 hour ceremony that included traditional dancing, a mariachi, an indigenous band and drinks and dinner prepared and served by students from ETAC Ajijic culinary school, Ajijic’s renowned artist Efrén González unveiled his renewed “Magia de Ajijic” mural at Marcos Castellanos School Thursday night.
Ballet Folklorico Axixic opens the unveiling party. Photo: Patrick O’Heffernan.
Almost 500 people filled chairs and overflowed onto Calle Marcos Castellanos in front of the Paroquia de Andres Apóstol church to view the unveiling and enjoy the party. They were not disappointed. The Huehuecuicatl Música Prehispánica band warmed the audience up before Efrén González and his friends took the stage and gave the audience an abbreviated history of the artists career and the genesis of the mural.
The Ballet Folklorico Axixic followed, delivering a stellar show as Ajijic’s best young dancers strutted their stuff in full costume. More speeches followed including a tribute to Gonzalez’s art teacher, who was honored on stage.
The Mariachi Real Ajijic took the stage for a rousing performance that lasted for over an hour and a half, with a break and a guest singer. Mariachi Real Ajijic played a set list of Mexico’s favorite songs and at one point got the audience singing with them.
During the break in the mariachi music, González introduced his mother, after telling the story that when he was a child she told him to be anything he wanted, always be the best, and never be an artist. After the laughter died down he introduced his mother and brought her up from the audience and gave her a beautiful bouquet and hugs in front of the stage.
Mariachi Real entertains for over an hour. Patrick O’Heffernan.
The unveiling itself was more complicated than Efren anticipated and for obvious reasons, they had not practiced it. As the Prehispánica band played a long percussion flourish, he stood on the entrance stairs to the school and cut the rope holding the canvas covering the building-length mural while helpers helped take the ends down revealing the brilliant new mural.
After the unveiling, Gonzalez took many bows and returned to the stage where he was greeted by President-elect Alejandro Aguirre who congratulated González and pledged to support the arts in Chapala. As the Huehue Cuicatl Prehispánica band cranked up the party continued.
Alrededor de 2 mil personas acompañaron a la Virgen de Zapopan en el primer día de su visita pese a la pandemia. Foto: Antonio Velazco.
Arturo Ortega (Chapala, Jal).- La fe no tiene limitaciones, pues a pesar de las medidas de restricción implementadas para evitar contagios por coronavirus, fueron alrededor de dos mil fieles, quienes acudieron a recibir a la Virgen de Zapopan, en su visita del domingo 11 de julio.
De manera puntual, la Reina del Lago de Chapala llegó del municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos donde varios fieles ya la esperaban para seguirle el paso rumbo a la parroquia de San Francisco de Asís, incluso durante el trayecto no faltaron los portales adornados con hojas de plantas y flores.
El Arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega hizo un fuerte llamado de cese a la violencia. Foto: D. Arturo Ortega.
Durante la celebración de la misa el Arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega hizo un fuerte llamado de cese a la violencia ante la feligresía que llenó el templo parroquial, hasta donde la supervisión de Bomberos y Protección Civil de Chapala lo permitió, por lo que muchos feligreses tuvieron que esperar que se vaciara el recinto para poder ver de cerca a la imagen.
“Como nos hace falta a los que somos discípulos de Cristo, a los que somos enviados de Él contribuir al cese de la violencia. Cómo nos hace falta trabajar para que no haya más violencia, más agresión a la vida de las personas y su dignidad. Todos debemos de colaborar, todos debemos de participar como discípulos y misioneros de Jesús Cristo nuestro Señor”, exclamó Robles Ortega, quien también habló de la intercesión de la Virgen para una copiosa lluvia de agua, pero también de pacificación.
Luego de la celebración eucarística el alcalde electo, Alejandro Aguirre Curiel compartió los alimentos con el cardenal.
Luego de la celebración eucarística el alcalde electo de Chapala, Alejandro Aguirre Curiel compartió los alimentos con el cardenal y escribió en su cuenta acerca de momento:
“Después de participar en la misa para pedir por el buen temporal, tuve la oportunidad de convivir y platicar, junto con el Sr. Octavio, con el Sr. Cardenal Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara. “Un verdadero gusto coincidir con usted y gracias por su visita que llena de alegría y esperanza a Chapala”, escribió el político.
Alrededor de las 10:00 de la mañana del lunes 11 de julio y de manera inesperada la Virgen de Zapopan realizó un recorrido en lancha por la orilla del lago más grande de México y para las 5:00 de la tarde emprendió el regreso a su Basílica.
La Virgen de Zapopan entre adornos florales. Foto: D. Arturo Ortega.
Los tamales son toda una tradición.
Martín Reyes cavó la tierra un día previo, para lograr el hueco que albergara los tamales en la última noche del año. Desde pequeño, veía cómo los pobladores se reunían alrededor del gran horno en pleno suelo, para sepultar los tamales y dejarlos dormir toda la noche al calor de las piedras ardientes. Por eso se llaman tamales de piedra.
Estamos en el último día del año del 2020. Allá, al fondo de su terreno, trabajó ayer durante seis horas removiendo la tierra hasta lograr un hoyo de metro y medio de profundidad y lo mismo de diámetro. De una redondez perfecta, con sus lisas paredes marcadas por la barra, mientras la tierra húmeda descansa al lado en forma de montaña.
La mujer de Martín ha convertido este solar en un enorme jardín; a la entrada, hay unas macetas con flores de colores y en medio una gran enramada de jazmines con una enredadera de campanillas de un morado encendido, que invitan a colocarse debajo.
La gente se reune para el proceso.
En un extremo hay una maceta rebosante de malvas de un rojo profundo como la granada, unos lirios de los que se ven en cuaresma, rayados con rojo y blanco, se asoman en el centro. La guía de un chayote se sostiene de un cerco de alambre y cuelgan de sus ramas los frutos de verde brillante. Un vástago que ya presume sus pencas colmadas de plátanos está colocado al lado del pozo recién cavado.
A las tres de la tarde se enciende el fuego, Martín coloca un montón de pasto seco en el fondo, recuerda que antes era un zacate especial, le llamaban zacate de casa, porque era el que se colocaba en los techos de las casas y lo iban a buscar a “El llano”; ahora usan el que crece ahí en el terreno y de un cerillazo comienza la llamarada que será alimentada por leña durante unas cuatro horas; para ello fueron necesarios dos viajes de leña en una camioneta, también es necesaria la solidaridad comunitaria: a veces hay muchos ayudantes, a veces pocos, a veces nadie; una mujer le ofreció llevar unos refrescos para los colaboradores, pero esta ocasión Martín cavó solo. Después vino la ayuda: Jesús Alonso trajo leña. El costo de una camionada de leña es de trescientos pesos, cuando es un pozo más grande se lleva hasta tres cargas, pero aquí es la suma de voluntades sin cobro, sin otra paga que la de compartir la conversación alrededor del fuego y el fruto de todo el trabajo; Javier, Ramón y otros hombres se unieron a la tarea.
Así, el pequeño hoyo comienza a arder devorando insaciablemente con su enorme boca los gruesos troncos que una vez fueron árboles, hasta convertirlos en brazas ardientes. Las paredes de la hoguera lucen negras, como si tuvieran años a la intemperie.
Tamales recien salidos.
Cerca de las siete de la tarde los hombres comienzan a acercar viajes de piedras con una carretilla: las rocas han sido cuidadosamente seleccionadas, son casi del mismo tamaño y porosas, porque si son lisas se resquebrajan y revientan.
Así, en ese proceso de espera y observación comienza a llegar más gente: Juan lleva una extensión para conectar unos focos una vez que se haga de noche, mientras en los hogares de las mujeres que han sido invitadas por el encargado del horno y los ayudantes, preparan la masa de maíz colorado, a la que solo le agregan sal y frijoles oscuros, cocidos enteros, amasada con el caldo de los mismos frijoles para finalmente vestirlos con la hoja de maíz.
Cerca de las ocho llegan las primeras mujeres, algunas acompañadas por niños, traen cubetas, ollas y cazuelas llenas de las ensartas de tamales. Se instalan bajo la enramada de las flores moradas y ríen. Llegan más mujeres conversando, son unas treinta. Una pequeña, acompañada de su madre, carga un muñeco envuelto en una cobija de rayas y observa con atención.
Al final nos hemos congregado cerca de cincuenta personas, la mayoría mujeres acompañadas de sus niños.
La turba humana se aproxima al pozo, una mujer grita:
—Las calabazas van primero, pero con eso de que ya los hombres no siembran, no hay.
Pasan de las ocho de la noche, el frío aprieta y entumece las manos, las rocas porosas colocadas hace cinco horas aparecen como brasas ardientes, una encima de la otra, en medio de la oscuridad. La luna nos observa rojiza, redonda, en medio del cielo azul marino. Allá afuera se escucha el ladrido de los perros, la música de una camioneta que pasa dejando la polvareda y truenos de los fuegos artificiales que los muchachos compran en las tienditas.
Las mujeres esperan, observan. Nadie quiere colocar sus tamales primero, solo cuando aparecen unas calabazas redondas con sus cuellos alargados. Los hombres cubren con hojas de vástagos la extensión del pozo, colocan una malla de metal y sobre ella las calabazas. En seguida, las mujeres se animan y comienzan a dejar caer las ristras de tamales, una sobre otra, de manera atropellada, buscando el mejor sitio. Los niños observan cada movimiento, las sartas tienen señales: un destapador, una abollada ollita de aluminio —cualquier cosa sirve de distintivo— un jarrito de barro, una taza, un exprimidor, un alambre, algo que permita identificar al día siguiente lo que es de su propiedad.
El proceso lleva varias horas.
Se ha formado una montaña de tamales que pasarán la noche uno sobre el otro sepultados sobre las piedras ardientes. Los cubren con una enorme lona y comienzan a taparlos con la tierra. Colocan chiles en el horno y una cruz con dos ramas secas de árbol. Las mujeres comienzan a retirarse, en fila, una detrás de otra, con sus baldes vacíos.
Martín es el guardián y en medio de la noche dio unas vueltas para vigilar el horno.
Faltan unos minutos para las ocho de la mañana del primer día de 2021, ya empiezan a llegar las mujeres en-rebozadas, envueltas con abrigos y con baldes en el brazo. La puerta está cerrada, comienzan a congregarse afuera y conversan, tiritan de frío, pero se escuchan sus carcajadas. Adentro Martín ya está platicando con dos hombres al pie del horno con las palas en las manos. La montaña de tierra se siente tibia y despide humo.
Minutos después abren la puerta y entran las mujeres y los niños como en procesión, con algarabía, para recoger el fruto de todo el trabajo del día anterior y toda una noche de espera. Se colocan alrededor de la montaña y los hombres comienzan a retirar la tierra. Las miradas ansiosas se encuentran, se topan con las palas hundiéndose en la tierra, buscan el mejor lugar, se apoyan en una pierna, en otra, se colocan como soldados en posición a discreción.
Finalmente aparecen los tamales sudados, los hombres comienzan a tomar las ensartas como enormes rosarios que cuelgan de sus manos y cada una reconoce su señal, pues todos son muy parecidos, bien ceñidos con una cintura marcada por el mecate y unidos de los extremos. Colocan sus tinas y dejan caer las tiras humeantes.
Algunos le comparten al casero, una mujer extiende la mano y le ofrece a otra:
—Para que pruebes los míos.
Otra desprende un tamal, le quita la hoja y da su primer bocado del año a la tibia bola de masa salpicada de los granos oscuros.
Mientras eso sucede, el pozo se queda vacío, con las piedras en las entrañas aún calientes. Se vuelve a cubrir solo con unas ramas, porque muchas veces lo vuelven a encender el seis de enero y para esos días aún conserva el calor. A veces queda medianamente cubierto y se vuelve a descubrir al año siguiente y en ocasiones se cubre por completo y se vuelve a cavar en otro sitio.
Quién sabe cuándo comenzó esta costumbre de enterrar los tamales entre las piedras, dicen que este alimento antiguamente se lo llevaban los hombres cuando iban a trabajar al cerro y podía conservarse en perfecto estado durante toda la temporada. Lo cierto es que quienes se congregan en la “horneada” se cubren del aroma de la leña quemada que se les queda en la ropa, en el cabello, en la piel y hasta en el paladar, cuando dan el primer mordisco a esa bola rosada de masa que llena la boca de humo hasta hacerla entumecer.
Capilla del Sagrado Corazón, ubicada al oeste del poblado, en la Canacinta, en la calle Prolongación Ocampo.
Sofía Medeles (Ajijic, Jal.)- Desde el 2019, los trabajos en la capilla del Sagrado Corazón -en la Canacinta, a las afueras de Ajijic- se encuentran detenidos, debido a la renuncia y la lentitud del proceso de los trámites, por parte de los involucrados en las obras.
El apoderado de los terrenos -donados hace más de 10 años por el señor Rogaciano Romero Flores-, Guadalupe Hubbard, comentó que él no está involucrado en las obras, ni lo que implica –por ejemplo, la recaudación de material para trabajar, donaciones, etcétera-; sin embargo, dijo que sigue trabajando en el ámbito legal para que el terreno de la capilla sea propiedad del arzobispado.
El altar se encuentra decorado debido a que recientemente celebraron al santo.
Además, Hubbard agregó que no sólo buscará que sea una capilla, si no que le gustaría más que fuese un centro comunitario, con salones para los niños, y que en caso de cualquier desgracia pudiesen ser usados como albergue.
Por su parte, Esperanza Solano -quien anteriormente se dedicaba a cuidar, limpiar, y reunir material para la capilla-, comentó que el paro en las obras fue debido a diferentes factores, como la desunión y rumores que llevaron a algunas personas a dejar de cooperar, y la falta de seguridad que tenían para seguir trabajando al no tener asegurado que ese terreno realmente se donaría al arzobispado.
“Yo le pido al sagrado corazón: ‘échame la mano, si quieres tu capillita yo te ayudo, pero tu ayudame a abrir puertas para seguirle’. Yo estoy dispuesta a seguir trabajando cuando haya una certeza de que este terreno sea única y exclusivamente para la capilla, pero los trámites llevados a cabo por el señor Hubbard, han tardado más de lo previsto”, señaló la entrevistada.
Finalmente, Esperanza comentó que espera que la comunidad de la Canacinta se pudiese unir más y dejar de lado las críticas y las intrigas, y así podrían lograr grandes avances. Además, hizo hincapié en que, sin la ayuda de los padres para inculcar respeto a sus hijos, no será posible que se mantenga en buenas condiciones el recinto.
Se espera que en pocas semanas inicien las clases.
Redacción.- Jocotepec tendrá una “Escuela de Telar”, que iniciará su primer ciclo de formación dentro de algunas semanas. Con esto se busca el fortalecer la identidad del municipio así como sus tradiciones.
Pedro Mendoza Navarro (Foto: Jocotepec.com)
La escuela es apoyada por el municipio y por la Asociación Intermunicipal para la Protección del Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Lago de Chapala (AIPROMADES), dependencia con la que se gestionaron recursos semillas con los que se adquirieron los primeros cuatro telares y material, aunque aún hacen falta seis telares, con los que se puede atender a un mayor número de personas interesadas en el rescate de esta técnica.
El proyecto nace como iniciativa de la dirección de Turismo y Artesanías de Jocotepec, apoyados por AIPROMADES que aportó 50 mil pesos para fomentar las actividades típicas de la región, comprándose los cuatro telares de pedal.
El encargado de impartir las clases será el maestro obrajero, Pedro Mendoza Navarro, quien tiene más de 60 años en actividad. La escuela aún se encuentra gestionando recursos, pero se espera que en pocas semanas se impartan las primeras clases.
Las personas que buscan ingresar o apoyar el proyecto, pueden ingresar al sitio: www.facebook.com/EscuelaTelarJoco/.
Escenario que estuvo instalado durante los tres días. Foto; San Antonio Tlayacapan.
Sofía Medeles (Ajijic, Jal.).- Desde el primero de junio hasta el 13 del mismo mes, San Antonio Tlayacapan celebró a su Santo Patrono San Antonio de Padua, primero de manera religiosa y posteriormente, los últimos tres días, con música y juegos mecánicos en la plaza principal de la delegación.
De acuerdo con la delegación, se reportó saldo blanco a lo largo de los tres días, ya que no hubo peleas, incidentes con gente alcoholizada o accidentes de algún tipo.
Procesión del día 13 de junio, con la participación del grupo de jóvenes San José Sánchez del Río. Foto: Parroquia de San Antonio de Padua.
“Que padre que se pudieron realizar al menos estos tres días. Al principio nadie sabía si se iba a hacer algo, pero a todos nos parece bien que se pudiera celebrar estos días. Esto quiere decir que todo va mejorando”, platicó una joven de la delegación.
Además, algunos otros agradecieron que los demás días no se descuidó la parte religiosa, ya que se realizaron las procesiones y misas correspondientes a los grupos de la parroquia. “Es muy importante no descuidar la parte religiosa, pues la fiesta es para el Santo Patrono”, señaló una mujer nativa de San Antonio.
Las agrupaciones o solistas que se encargaron de amenizar a lo largo de los tres días fueron: Mariachi Los Cardenales, Astro Norteño, la Pequeña Banda, Alfredo Romo, la Misma Banda, Banda Nuevo Imperio.
Parroquia de San Antonio de Padua, santo patrono de la población de San Antonio Tlayacapan.
Sofía Medeles (Ajijic, Jal.).- Por segundo año consecutivo, la delegación de San Antonio Tlayacapan no celebrará a plenitud sus fiestas patronales, las cuales iniciaron el primero de junio y culminará el 13 del mismo mes; sin embargo, no se ha descuidado la parte religiosa, ya que sí se han celebrado misas y algunas pequeñas procesiones.
La actual suplente del delegado de la población, Alejandra de Anda García, informó que aún -por el Covid-19- no existen las condiciones óptimas para realizar el festejo, por lo que quedaron canceladas la música y la feria que, con juegos mecanicos y puestos de suerte, se instala en el primer cuadro de la población, así como los castillos de pirotecnia.
En el ámbito religioso, la notaría de la parroquia informó que se celebrarán dos misas diarias -a las 12:00 pm y otra a las 7:00 pm-, con una peregrinación antes de la eucaristía de siete de la tarde, donde solo irían el señor cura, un carro alegórico y el grupo parroquial correspondiente.
Alejandra, señaló que la cancelación de las fiestas fue comprendida por habitantes de la población, ya que era una decisión por el bien de todos y para no incrementar casos de coronavirus en la población.
“Es una pena que no se haya celebrado. Al principio no sabíamos si se harían o no, pero sí había gente preocupada, ya que aún no hemos salido de la pandemia, pero es una decisión tomada por el bien de todos”, comentó Daniela, quien vive en la delegación de San Antonio.
En contraposición, un local -quien prefirió el anonimato- dijo: “Si en otros lugares ya están empezando a haber fiestas y bailes, no cambia en nada que sean fiestas patronales; deberían hacerlas, que al cabo ya varios están vacunados. Como en campañas no dicen que va a haber brote. Ojalá lo pensaran de nuevo, pero sino, nos tocará aguantar hasta el próximo año”.
Piezas realizadas en el taller.
Redacción.- En Jocotepec iniciaron con el “Taller de Elaboración de Artesanías”, que tiene el objetivo de enseñar a las personas el proceso para realizar piezas decorativas y de utilidad, y así fomentar las actividades artesanales de la región.
José Carlo Cuevas es el impulsor de esta actividad.
El proyecto se inició en San Cristóbal Zapotitlán, con la elaboración de artesanías de ocochal para las cooperativas de mujeres. Durante el curso, las personas aprenderán a elaborar artesanías utilitarias y decorativas. Con estas acciones se busca el aprovechamiento de productos forestales no maderables y el fortalecimiento de capacidades en la comunidad artesanal.
La iniciativa arrancó con el apoyo de la Asociación Intermunicipal para la Protección del Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Lago de Chapala (Aipromades) y con apoyo de la Dirección de Turismo de Jocotepec.
El dato: ¿Qué es el Ocochal? El Ocochal es el follaje seco que cae al suelo, también conocido como pasto del bosque o huinumo; esto sirve de materia prima para la elaboración de artesanías, hechas principalmente por mujeres de comunidades forestales.
Las participantes aprendieron con rapidez.
Los telares representan la cultura y artesanías que los obrajeros proveen al municipio.
Berenice Barragán (Jocotepec, Jal).- Jocotepec contará con una escuela de telar, en el que aprender la labor de los obrajeros y preservar las tradiciones del pueblo ribereño, son las semillas principales para su creación.
El proyecto creado por la dirección de Turismo y Fomento Artesanal del Ayuntamiento de Jocotepec, encabezada por Jesús Carlo Cuevas, y tendrá como sede uno de los salones de la antigua escuela Paulino Navarro -ubicada sobre Miguel Arana y cruce con calle Guadalupe Victoria-; aunque, hasta ahora, no se tiene fecha para su apertura.
Con el sello principal del municipio, será como la escuela se identificará.
“Preservar la tradición artesanal de los telares de pedal, que tiene más de 150 años en el municipio y que está a punto de desaparecer” es el objetivo de un grupo de jóvenes que buscan poner en marcha este proyecto.
Con recursos gestionados por la dirección creadora de esta escuela, la Asociación Intermunicipal para la Protección del Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del Lago de Chapala (AIPROMADES) aprobó el recurso de 50 mil pesos para poner en marcha este proyecto.
El nombre ‘Cooperativa Tejedores de la Ribera’ bautizará a la iniciativa que tendrá arranque en los próximos meses. La escuela dará el acceso a todas las personas del municipio que deseen aprender el proceso de creación de los telares representativos del municipio, aumentando así su identidad cultural.
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