A la mañana siguiente, un perro husmeaba en los montones de basura.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina
El ambiente tiene un aroma avinagrado, el piso destila líquidos; centenares de botellas, latas y envases de refrescos vacíos y a medio terminar están esparcidos por todo el jardín principal, de la plaza de San Cristóbal Zapotitlán. El kiosco, las jardineras, la delegación, amanecieron envueltos en plástico; un perro husmea entre las bolsas que contienen restos de comida. Es el saldo de la serenata de anoche.
La serenata
Son cerca de las diez de la noche, el horario de mayor afluencia de los hombres y mujeres que se encaminan hacia la plaza principal, provenientes de todas las calles que confluyen en el punto de reunión. Las botas y zapatos de tacón avanzan sobre las calles empedradas; algunas con charcos que dejó la lluvia de ayer. Es 30 de julio, último día de las fiestas en honor a San Cristóbal, patrono de este lugar. Su imagen ya está en el templo, luego de la solemne misa y procesión que recorrió las calles.
En la plaza, la luz neón de los juegos mecánicos enciende la noche. Los puestos de dulce y pan reciben a los asistentes. Las cenadurías instaladas están repletas de comensales; hay familias completas. Algunas mujeres empujan carriolas abriendo camino; otras llevan en los brazos a sus pequeños dormidos; algunos padres cargan a sus hijos y, trabajosamente, avanzan y buscan su mejor localidad. Otros, ya la han apartado desde antes del oscurecer tendiendo cobijas y suéteres en las jardineras.
Siguen llegando grupos de muchachas y muchachos con bolsas de hielo, refrescos y tequila.
En el kiosco toca la banda, bajo él está la pista de baile con las parejas contoneándose y otros cantando a coro. Alrededor, el mar de gente avanza sobre la plaza. Los cuerpos casi se pegan. En momentos, la fila se detiene en un pacífico forcejeo por lograr el cometido de avanzar sobre la línea y alcanzar a dar la vuelta, aunque ésta se logre luego de una media hora. Niñas y niños también participan en la fiesta: algunos se lanzan disparos de espuma blanca en la ropa y en la cabeza, y se corretean.
La gente sigue llegando; cualquier hueco es ideal para instalarse y compartir la noche. Los hermanan los tragos de licor y el sonido de la música.
“¡Arriba San Cristóbal, cabrones!”, abren los cantantes estelares.
Y el público enardece al son de la tambora.
“¡Entre más desmadre hagan, más tarde nos vamos a ir, muchachos!”
“¡Arriba las viejas gritonas, hijo de su chingada madre!”
Se escucha la voz del que canta, entre el sonido de las trompetas.
En la plaza parece que no cabe nadie más. Aquello es una marea humana sin un destino final concreto.
Alrededor de las once, el castillo se enciende ante la mirada de unos pocos que se percatan y que alcanzan a llegar al punto en una de las esquinas de la plaza.
En las jardineras se congregan grupos de muchachos y beben de sus vasos; las botellas de tequila van de mano en mano, los vasos de bebidas, las cervezas.
El público está enardecido. Una chica sube por la barandilla del kiosco para alcanzar a los cantantes, le siguen otras más que suben por las escaleras para poder bailar con los que cantan.
En los baños que son solo dos para mujeres y uno pequeño de hombres, se aglomera una fila de los que quieren utilizarlos.
“¡Ya salgan viejas cabronas!”, grita un hombre al grupo de mujeres que lo acompañan y que entraron a los sanitarios.
El hombre entra a los baños, “no puede entrar, es de mujeres”, le dicen.
“¡Me vale verga”, dice envalentonado.
La fiesta sigue entre gritos de júbilo, aplausos y gritos de “salucita de la buena”.
“Ándale, hay que irnos al malecón a ver quién nos coge”, le dice una chica adolescente a otra, mientras salen del sanitario y se ríen.
El bullicio continúa, la pista está repleta de bailadores y bebedores, que tienen en las jardineras o en el piso, el arsenal para abastecer la noche.
Pasadas las tres de la madrugada termina la música, pero muchos asistentes siguen la fiesta.
Vestigios
De la fiesta de anoche, quedan un par de muchachos que merodean en la plaza y cuatro más de los que no se fueron a dormir y siguen charlando y tomando de sus vasos.
Una señora adulta mayor dormita sobre una banca, apoyada de un bastón de madera. Bajo sus pies, en el piso, una mujer más joven duerme envuelta en una cobija y a su lado, un niño de unos ocho años concilia el sueño. Una maleta y una troquita de juguete están resguardados al lado de ellos.
El contenedor colocado para recolectar los envases de plástico PET, está vacío y las botellas esparcidas por toda la plaza.
Pasadas las siete de la mañana, llega el primer barredor de los dos que están asignados para cumplir la tarea. Es un muchacho joven; mira a su alrededor y se rasca la cabeza, lanza una lata de una patada y comienza su misión.
El cielo comienza a despejarse y van apareciendo los primeros transeúntes, que se detienen y observan como quien mira un campo de batalla devastado.
“Se ve que anoche aquí no anduvo gente”, me dice una mujer.
Llega la señora que vende menudo y comienza a barrer su rincón para instalarse.
Las latas de cerveza, las envolturas de golosinas, bolsas de plástico y restos de comida invaden las jardineras y el kiosco.
“¿Qué pasó aquí?”, dice una mujer a su paso con el rostro de quien contempla un muerto.
“Es la gente de fuera la que deja toda esta basura”, dice otra.
“Todos pusimos nuestro granito de arena”, dice un muchacho.
Ante la mirada grácil de los cuatro caballitos de madera colocados afuera de la delegación, se extiende la alfombra de basura que huele a inmundicia.
“Ay, como recuerdo las serenatas de mi pueblo, tan hermosas, con olor a nardo y a gardenias”, escribe una mujer en las redes sociales.
Hoy aquí huele a desolación.
Kermés del domingo 10 de julio en la que se recaudaron alrededor de 14 mil pesos. Foto: Sofía Medeles.
Sofía Medeles.- El Comité Organizador de Fiestas Patrias Ajijic (COFPA) pidió la cooperación y el apoyo de los habitantes de la delegación para financiar los eventos alusivos a los festejos de septiembre.
En la primera kermés, realizada en el malecón de Ajijic el pasado 10 de julio, se recaudó un aproximado de 14 mil pesos, mismos que servirán para solventar la presentación de las candidatas, declaró el encargado de despacho, Maximiano Macías Arceo.
Debido a la respuesta no tan favorable de la ciudadanía, tanto Macías Arceo como Diego Garnica, uno de los integrantes del COFPA, pidieron el apoyo de los ajijitecos para tener unas fiestas “apropiadas”.
“Estuvo algo lenta la venta del domingo, pero al final hubo buena respuesta. Se sigue invitando a la población a consumir lo que organicen tanto el comité, como las chicas del certamen, para tener unas fiestas dignas del pueblo”, compartió el encargado de despacho.
“Dependerá de la aportación de las personas, la calidad de fiesta que podamos organizar. No esperen las mejores fiestas si falta el apoyo y la contribución, y todos queremos que salga de la mejor manera. El trabajo del comité es voluntario, y se hace con mucho gusto y amor al pueblo, pero hace falta la participación de los pobladores”, reiteró Garnica.
Los próximos dos eventos serán este fin de semana, el sábado 16 y domingo 17. El primero de ellos será la presentación de las candidatas, que tendrá un carácter privado o con costo de acceso, que se realizará en el bar “La Martina”, ubicado a un costado de la plaza principal de Ajijic. Será a partir de las ocho de la noche y tendrá un costo de entrada de 100 pesos. Los boletos se pueden adquirir en la Delegación de Ajijic, Fonda los Jarritos y con los miembros del comité.
La presentación pública será el domingo en la plaza principal, también a partir de las ocho de la noche. Horarios, información de los eventos y demás información oficial, se difundirá por la página en Facebook “Fiestas Patrias Ajijic 2022”.
La imagen es cargada en los hombros por hombres durante toda la procesión.
Texto y fotos: María del Refugio Reynozo Medina.
La plaza de San Pedro Tesistán en el Municipio de Jocotepec, está bordeada el día de hoy de puestos de comida, dulces, pan y juegos mecánicos para todas las edades. Es 29 de junio, día de San Pedro Apóstol en el santoral católico.
La imagen de poco más de metro y medio de altura, con barba y pelo cano, representa al discípulo que mira de frente con expresión melancólica, mientras sostiene un par de llaves doradas y una hoja blanca de papel enrollada. Una plataforma está preparada para colocar a la imagen rodeada de ramos de flores frescas.
-Él es quien tiene las llaves del cielo- dice una mujer con júbilo.
El repicar de las campanas del templo anuncia el inicio de la procesión a las seis de la tarde. Encabezando la caravana están formados los hombres y mujeres jóvenes, de la banda de guerra San Francisco de Asís de Chapala, Jalisco. También están presentes, la danza de Juan de Dios de San Luis Soyatlán, la banda de guerra y otra danza más de Jocotepec. La banda de música de San Cristóbal Zapotitlán, así como un pequeño grupo de peregrinos del mismo lugar.
Entre el contingente emerge un estandarte con la fotografía de Roberto Ramírez Rameño, de sombrero, con una camisa vaquera; aparece mirando al frente y sonriendo. “Físicamente hoy no estás ya con nosotros, pero en nuestros corazones vivirás para siempre”, reza una frase en el cartel.
Un grupo de familiares, la mayoría mujeres y niños, caminan en su memoria ataviados con playeras blancas. La playera lleva la fotografía impresa del hombre joven, que en la fiesta del pasado año, aún estaba con vida y era un fiel colaborador en la celebración. Unos quince hombres montados a caballo, también llevan puesta la playera blanca con el rostro impreso de Robe, también los hombres que cargan al santo durante el recorrido.
Al paso de la procesión, compuesta por unas 300 personas, una mujer espera de pie, descalza y con los ojos cubiertos por un paliacate, y sostiene una veladora apoyada del brazo de un familiar.
En una de las calles luce un tapete de aserrín que tapiza unas cuatro cuadras, adornadas con columnas, rematadas con floreros. El empedrado está recubierto de ese polvo de colores que nadie pisa hasta que pase primero la imagen. En las puertas de las casas, familias enteras observan la peregrinación. En una de las viviendas aparece una persona de edad avanzada y observa al rostro de San Pedro, se incorpora y la procesión se detiene para que el hombre toque a la imagen. Unas cuadras más adelante la marcha vuelve a detenerse. Una mujer joven está postrada en su jardinera y llora mientras levanta un racimo de flores blancas buscando con la mirada la escultura del santo apóstol.
Entre los feligreses de la procesión va también un mariachi, que entona desde valses hasta Juan Colorado. Algunas mujeres y hombres cargan bebés en brazos. Unos muchachos beben cerveza mientras caminan, una mujer joven le toma un trago a su cerveza de Barrilito. Otra va comiendo un helado.
Unas personas llevan banderas en las manos: la bandera estadounidense y la tricolor mexicana convergen en medio de los plumajes y trajes brillantes de los danzantes. En una ventana adornada por tres globos amarillos, dentro de una casa de adobe blanqueada, un niño de unos cuatro años observa la procesión.
Luego del recorrido de casi dos horas, la imagen de San Pedro llega en medio de golpes de tambor y repiques de campanas. Los fieles se arremolinan en torno a la figura para tocar su manto, su túnica y las llaves que lleva en la mano y que conducen al cielo.
Para Juan de Dios Martínez Vargas, fundador de la danza “Quetzalli del Señor de la Salud”, la presencia envuelta en trajes majestuosos era muy importante. Foto: María del Refugio Reynozo.
Por: María del Refugio Reynozo Medina
El día que murió Juan de Dios, había dejado listo el penacho de colores que utilizaría para danzarle a la Virgen de los Remedios. Ese mismo día por la noche se había comprometido a bailar.
-Acuérdate que hoy vamos a danzar- le había dicho a su mujer cuando salió de mañana a trabajar en su labor de albañilería, misma que combinaba con la pasión por la danza.
Juan de Dios Martínez Vargas tenía 40 años cuando, el primero de septiembre de 2021 una descarga eléctrica ocasionada en su trabajo le arrancó la vida. Desde 2010 había iniciado su camino como danzante; primero participando en una danza que había en su pueblo, San Luis Soyatlán.
Luego se desprendió de esa agrupación para formar su propia danza con integrantes de la familia.
Buscó contactos para perfeccionarse, trajo un maestro de Guadalajara a San Luis que les enseñó técnicas de la danza azteca y asesoría con los vestuarios.
La primera vez que hicieron su presentación como danza oficial Quetzalli del Señor de la Salud, fue en San Luis Soyatlán el 5 de enero de 2013, durante una visita de la imagen de la Virgen de Zapopan. Al inicio sus trajes eran muy sencillos; su hermana Laura Martínez Vargas recuerda que le daba pena presentarse así cuando miraba otras danzas con sus trajes majestuosos.
“El traje no hace al danzante”, les decía el maestro. Juan de Dios sabía que lo principal era danzar con el alma; y con el tiempo, además de hacerlo con alma y corazón, incorporó los coloridos trajes que conseguía y compraba con sus propios recursos para todo el grupo, porque a él le gustaba lucir bien. Entre sus objetos valiosos que dejó, se encuentran al menos diez trajes y penachos que engalanaron su presencia en los escenarios que bailó.
Con el tiempo, la danza fue ocupando el principal lugar en la vida de Juan de Dios; la expresión dancística no solo le llenó de satisfacción el alma, sino que le abrió muchas puertas con la gente, hizo muchos amigos.
“A veces, faltaba más de una hora para el evento y él ya estaba sentado esperándonos con su traje bien puesto”. Su esposa Antonia Zúñiga Covarrubias, platica cómo fueron los años juntos y cómo, ahora aun con su partida, cada día lo piensa, le habla, le platica en el pensamiento. –Dicen que lo bueno no dura mucho- me dice.
En una ocasión lo soñó. – llévame una rosa amarilla- le pedía.
Luego su hija Viviana Jaqueline le sembró un jardín de rosas multicolores en su tumba que con el tiempo se secaron y sólo permanecieron las amarillas.
Juan de Dios dejó cuatro hijos que siguen con el amor por la danza, José Carlos que es tamborero y por ende “el corazón de la danza”, dice su madre; Viviana, Ashley y Snaider, Juan de Dios el más pequeño que tiene once años y además de ser un buen jugador de fútbol, aprendió los movimientos de la danza “nada más, mirando a los pies”. –Diario pienso en él – dice.
Su padre les enseñó que la danza no es un trabajo, sino una pasión y que aunque el traje no hace al danzante; se ha de luchar por perfeccionar la presencia y aparecer en el escenario con los trajes más esplendorosos, a no escatimar en el valor de la presencia.
Aprendieron a conocer también el valor de los plumajes que se llevan encima. “Un solo penacho puede valer hasta cien mil pesos”.
Las plumas para armar los atuendos tienen distinto valor, dependiendo si son de guacamaya, pato, o animales exóticos. La más barata es la de gallo que cuesta diez pesos, las de faisán cuestan cuarenta pesos cada una dependiendo la medida de largo. La última vez que compraron plumas para un penacho, en solo diez piezas fueron diez mil 900 pesos. No solamente las plumas forman parte de lo necesario para danzar, dependiendo de la danza que sea (azteca, huarachones, tlahualiles).
Este danzante que se fue hace poco menos de un año logró perpetuar su nombre, la danza que fundó es mejor conocida como La danza de Juan de Dios.
El día de su funeral vinieron al pueblo danzas de muchas partes, de San Juan Cosalá, Jocotepec, Tamazula, parecía una procesión. La misma noche que estaba tendido, sus hijos, su esposa y hermanos danzaban con más fuerza que nunca. Porque eso les enseñó él; la alta responsabilidad de cumplir con los compromisos.
Detrás de los coloridos trajes y encendidos plumajes, estaba la incredulidad y los sollozos ahogados. “No sé cómo le hicimos, nuestros cuerpos si estaban aquí y danzaban, pero nuestros corazones estaban en otra parte”.
Las peregrinaciones diarias son generalmente acompañadas por danzas. Foto: Cortesía.
Alma Serrano.- Por segundo años consecutivo después de la pandemia, cosalenses festejan las Fiestas Patronales en honor a San Juan Bautista que concluirán el 25 de junio.
Según el programa religioso, todos los días del novenario habrá rosario de aurora a las 6:00 de la mañana; mientras que, por la tarde, la misa posterior a las peregrinaciones será a las 7:00. Finalmente, a las 8:00 de la noche habrá serenatas.
El 23 de junio será la “Entrada de cera” y el 24 habrá misa a las 7:00 de la tarde y el castillo se quemará a las 9:00 de la noche.
El sábado 25 se realizará la tradicional procesión con la imagen restaurada del santo del templo al malecón a las 7:45 de la tarde, y la misa de acción de gracias para finalizar las fiestas será a las 8:30 de la noche.
Letras Monumentales de San Antonio Tlayacapan. Foto: Sofía Medeles.
Sofía Medeles.– Se volverán a festejar las fiestas patronales de San Antonio Tlayacapan de manera habitual. Además, las festividades a San Antonio de Padua tendrán una duración de 14 días, iniciando el primero de junio y culminando el 14.
El encargado de despacho, Gustavo Aguayo de la Torre, comentó que los primeros días de celebración son meramente religiosos, del 1 al 5 de junio. Después, del 5 al 14, iniciarán las fiestas de San Antonio como se realizan normalmente.
“El padre quiso iniciar desde el día primero, tengo entendido que será con misas y una procesión, pero hasta el último día”, aseguró Aguayo de la Torre sobre el programa.
Asimismo, comentó que este año no habrá ningún tipo de restricción, es decir, no habrá límite de horario, no se verán reducidos los días, y añadió que “las fiestas serán como cada año”.
Ruedo ubicado a un costado de la plaza principal, donde se celebran las corridas de carnaval. Foto: Facebook.
Sofía Medeles-. Uno de los carnavales más antiguos del municipio de Chapala, es el de Ajijic, el cual, desde 1880, e incluso antes, ha unido a los pobladores, para festejar, adoptando en cada época nuevas costumbres, hasta llegar a lo que es actualmente.
Según el exdirector del Archivo Histórico de Chapala e investigador de la historia de Ajijic, Eduardo Ramos Cordero, el Martes de Carnaval era inicialmente un desfile para presentar a los charros y a los toros que participarían en la corrida llevada a cabo para el pueblo.
En sus palabras, la formación del desfile era: sayacas tradicionales al frente, las cuales solían usar confeti, en muy pocas ocasiones harina, seguido de esto, los toros que se lidiarían en la corrida y en el toro de once, y detrás de ellos, los charros con su traje de gala. En cuanto al recibimiento, o refresco, mencionó que es mucho más antiguo.
El actual presidente de la Asociación de Charros, Ernesto Pérez Reyes, compartió que el recibimiento era una manera de agradecer y recibir a los ganaderos, que traían su ganado desde lejanas poblaciones a pie y atravesando las montañas. “Es una tradición longeva, se podría decir que tiene al menos 60 años. La Asociación de Charros, tiene su acta constitutiva desde 1980, y el recibimiento se hacía de antes”, comentó Pérez Reyes.
Este evento consiste en brindarles comida, bebida y entretenimiento musical a los ganaderos que prestan su ganado. La asociación es la que se encarga de organizar esta tradición, recibiendo donaciones. Inicialmente, era para los invitados, pero con el tiempo, la gente del pueblo decidió unirse. Aproximadamente en los años 70´s, fue cuando empezó a cambiar y asemejarse a lo que es actualmente.
El exdirector del Centro Cultural Ajijic (CCA), Alejandro Martínez, añadió que él, junto a Ricardo González, Anselmo Ávalos, entre otros jóvenes del pueblo, querían que a Ajijic se le empezara a reconocer, y una manera de lograrlo fue impulsando la figura de la sayaca, así como los festejos del carnaval.
“Antes el carnaval sólo se centraba en los charros, porque ellos son los que lo organizan, pero, en su tiempo colaboramos con ellos para que el carnaval fuera algo más grande e involucrara a toda la población. Fue cuando se introdujeron los carros alegóricos, las reinas de carnaval, y un sin número de cosas, siempre destacando la presencia de las sayacas, porque son un personaje muy nativo y único de Ajijic”, explicó Alejandro.
Las sayacas son el personaje principal del desfile de Carnaval de Ajijic. Foto: La tradición de Ajijic, 2020.
Sofía Medeles.- Tras un año de ausencia y con menos días de celebración, volverá el carnaval de la delegación de Ajijic.
El presidente municipal de Chapala, Alejandro de Jesús Aguirre Curiel, confirmó mediante sus redes sociales el regreso la festividad, no obstante, no será con los mismos eventos, ni la misma magnitud.
Acto seguido, la delegación de Ajijic, confirmó la realización del tradicional desfile de martes de carnaval en el Pueblo Mágico, convocando a la población a inscribirse para participar.
El encargado de despacho, Maximiliano Macías Arceo, comentó que serán tres días de celebración: el domingo 27, lunes 28 y martes primero de marzo. Los primeros dos días será recorrido de sayacas, empezando desde los carriles y recorriendo el camino habitual. El martes primero, será el mismo recorrido, pero con carros alegóricos. Los recorridos inician alrededor de las 11:00 horas.
“La convocatoria al desfile, es más que nada para tener un orden y un control. Queremos empezar a reavivar las tradiciones, pero con las medidas, de la mejor manera posible para no propagar contagios y ser cuidadosos. Ojalá apoyen en portar cubrebocas, para que todo salga bien, y sea un disfrute del pueblo”, comentó Macías Arceo.
Por su parte, el presidente de la Asociación de Charros, Ernesto Pérez Reyes, compartió que se llegó al acuerdo de no realizar el tradicional “toro de once”, ni el “recibimiento”, ya que quieren evitar aglomeraciones.
Finalmente, Macías Arceo exhortó a los asistentes a que tomen su responsabilidad al asistir al evento. “Por favor, porten todos su cubrebocas, y si alguien llega a tener síntomas, apoyen y no asistan. Seamos responsables para poder tener un ambiente sano este Martes de Carnaval”.
En contraste, la Mesa de Salud de Jalisco, publicó nuevas medidas sanitarias que se mantendrán vigentes del 13 de febrero al 15 de marzo, en las que se estipula la prohibición de los desfiles, además de que los ayuntamientos tendrán que presentar un protocolo para que se aprueben los eventos al aire libre.
Entrada principal al Parque de La Cristianía, que ha sido la sede de la fiesta más grande de Chapala.
Jazmín Stengel.- Aún no es oficial. Aunque se giró un oficio a la Mesa de Salud Jalisco, por parte del Ayuntamiento de Chapala, para solicitar las recomendaciones de sanidad necesarias para la realización del Carnaval Chapala 2022, aún no hay respuesta.
A pesar de que una iniciativa privada ya comenzó los preparativos para esta edición del carnaval, promocionándolo mediante las redes sociales del 25 de febrero al primero de marzo en el Parque de La Cristianía, éste aún no es oficial.
«No se puede lanzar una convocatoria hasta no saber qué va a pasar», declaró Alejandro de Jesús Aguirre Curiel, presidente de Chapala, quien reconoció que la publicación sirve para saber el sentir de la comunidad acerca de la planeación para este año.
Hasta el momento sólo se ha acercado un grupo de personas para formar el comité organizador del Carnaval Chapala 2022, pero aún no se tienen compromisos, admitió el presidente Aguirre Curiel, de quienes se sospecha publicaron el logotipo no oficial que ha sido difundido en las redes sociales.
Aunque se sospecha que la Mesa de Salud Jalisco responderá afirmativamente al oficio emitido por el Gobierno de Chapala para la realización del carnaval, esto será hasta después de su sesión del 12 de febrero.
Dependerá de las nuevas recomendaciones que dicte la Mesa y el interés de la gente, si este año el evento se realiza con actividades pequeñas y fragmentadas o bailes masivos como la esperada presentación del cantante grupero Chuy Lizárraga.
Sin embargo, la única actividad oficial anunciada dentro de esas fechas por el Gobierno de Chapala, es la competencia de montaña «Serial Summit Chapala 2022, Camino Real” el 26 y 27 de febrero en San Nicolás de Ibarra y la cabecera municipal.
El Señor del Monte lleva más de 180 años recorriendo las calles de Jocotepec el tercer domingo de enero.
Por: María del Refugio Reynozo Medina
Aquella vez, no pudimos llegar ni siquiera al umbral de la parroquia; Juan Pablo y yo, nos perdimos en la marea humana que se arremolinaba en torno a la imagen del Señor del Monte. Íbamos contra corriente; luego del roce con los cuerpos sudorosos en el que pudimos sentir hasta las costillas de los otros, volvimos al camioncito que nos había conducido hasta ahí y estuvo a punto de dejarnos. Al Señor del Monte no lo pudimos ver.
De aquel día distan ya más de 20 años. Hoy a media hora de que dé inicio la procesión, el atrio comienza a recibir a los peregrinos que siguen llegando, mas no inundan el recinto. Hay a decir de algunos feligreses, la mitad de asistencia a diferencia de los años sin pandemia por Covid-19. Unas cinco mil personas, según datos de la Dirección de Protección Civil del municipio de Jocotepec.
En el templo, ya están a puerta cerrada los miembros de la Guardia de Honor que preparan al Señor del Monte para su recorrido, como ha ocurrido cada tercer domingo de enero desde hace más de 180 años.
El cronista jocotepense Manuel Flores Jiménez, señala el año 1834 como la primera ocasión que los antepasados le celebraron su “función”, y el 8 de noviembre de 1833 como la fecha en que se congregaron también, para jurar por escrito tomarlo como patrón de sus vidas. En 1918 fue renovado dicho juramento.
La Guardia de Honor está compuesta únicamente por varones, todos, descendientes directos de aquellos personajes que hicieran el juramento. Son unos 150; la mayoría adultos, el más pequeño tiene 11 años de edad. Están agrupados por familias; cada una con una tarea específica como organización, preparación de la imagen para su recorrido y cuidado y custodia del patrono durante la procesión.
Pertenecer a la Guardia de Honor es un privilegio que se hereda de generación a generación y se convierte en un regalo que llega por destino.
Los hombres de la Guardia de Honor están vestidos con camisas blanquísimas, rodean a la imagen que ya ha sido bajada del altar y terminan de prepararla para su caminata. En el lugar hay pocas mujeres; no llegan a diez, son familiares directos de los integrantes de la Guardia de Honor. Fue hasta hace unos diez años que comenzó a permitirse el ingreso a las mujeres.
Ya está abajo, el Señor del bautisterio, así lo llamaban los antepasados antes de convertirlo en su patrono, según los registros del cronista Flores Jiménez.
El Cristo, dirige la mirada al cielo con los labios entreabiertos, es de una nariz afilada, con barba y cabellera negra. Tiene los brazos extendidos sobre la cruz de madera que aparece reluciente; esa cruz “morena de sol” como la llama el padre Benjamín Sánchez en el Romancero de la vía dolorosa, está bordeada de rayos dorados.
El Señor del Monte lleva puesto un cendal cobrizo con ricos bordados y en la cabeza, una corona esplendorosa hecha de rezos y plegarias siempre escuchadas, porque “este Señor es muy prodigioso”.
-Yo soy uno de sus milagros- Me dice Manuel Ibarra, quien salió victorioso de un diagnóstico de cáncer. Previo a internarse en un hospital, imploró al Señor del Monte por su salud y tocó con un trozo de algodón el cuerpo del crucificado, para llevarlo consigo en la batalla contra la enfermedad. De ello hace ya 12 años.
Jesús Pérez es nieto de Cándido Pérez, el último estuvo presente en aquel juramento histórico y aparece en una pintura, “El juramento” que se encuentra en la sacristía de la parroquia. Ahora el señor Jesús participa al lado de su hijo Óscar Pérez y su nieto Alejandro Pérez.
A minutos de comenzar, las campanas doblan con sabor a fiesta, empieza a conformarse una valla humana y las decenas de ojos miran ansiosos la enorme puerta de madera.
-¡Viva el Señor del Monte!- Grita la voz de un hombre secundada por otra voz femenina.
-¡Viva!-
Responden las voces fervorosas y se abre la puerta.
Los fieles se aglomeran al encuentro del Cristo crucificado. Suenan los tambores de los danzantes y comienza el peregrinar.
Encabezando la procesión va una niña de unos cinco años con atuendo de danzante, emula los pasos de sus mayores y se desliza segura a lo ancho de la calle.
Un hombre y una mujer llevan unas playeras blancas, “Danza por manda” se lee en letras negras, con ellos van formadas más personas que danzan durante todo el recorrido, formadas en filas ordenadas. También va la banda de guerra, un joven con zancos que ayuda con el orden de los caminantes y un mariachi.
Una voz femenina reza el rosario desde un carro con una bocina y canta.
Algunas calles están adornadas con moños de listón satinado rojo y amarillo, también con arcos de flores frescas.
El Señor del Monte va cargado por una guardia de 20 hombres, uno de ellos camina de espaldas, cada cierto tiempo a lo largo de la caminata se intercambian por otro grupo de 20. Se hacen cinco guardias a lo largo del peregrinar, en total son cien hombres los que cargan al santo patrono.
Los “vivas” al Señor del Monte se escuchan a lo largo del recorrido, los ojos llorosos buscan el rostro del crucificado, hay muchas lágrimas derramadas, cuantiosas plegarias en silencio, que se anuncian con la mirada lacrimosa de los que salen a su paso.
Algunas personas van descalzas y con los ojos vendados; una fila de hombres y mujeres que avanzan hincados de rodillas en sentido contrario a la procesión, van al encuentro de la imagen, apoyados en cobijas dobladas que les tiran en el piso.
Los oficiales de Protección Civil vigilan a los que van hincados y les ayudan a levantarse.
Los uniformes caqui de los oficiales y sus cascos amarillos se mezclan con los trajes de brillantes botonaduras de los mariacheros y las blancas camisas de los guardianes de la fe.
Oficiales, fieles, músicos y sacerdotes convergen en una procesión ancestral, dedicada a aquel antiguo Señor del bautisterio que convoca a miles porque su presencia irradia un no sé qué.
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