Por: Fernando Davalos
En aquella ocasión y por tratarse de una caminata eminentemente femenina, Alicia guiaría al grupo y Krista cerraría la formación. Ante la imposibilidad de tan siquiera acercarnos a las puertas de la catedral que se encontraban abarrotadas de feligreses, Alicia nos situó justamente enfrente en la plaza Guadalajara, para desde ahí y mirando en dirección al sagrario de la catedral, dirigir una oración de ofrecimiento de nuestro trabajo a la Zapopana pidiendo fervorosa y humildemente su protección.
Una vez concluida la oración, realizada en medio de un gran número de gente que iba y venía en todas direcciones, Alicia indicó con mucho acierto que aún cuando la caminata presentara muchos problemas para la adquisición del necesario silencio interno por tratarse de una verbena y celebración de la alegría populares, la consecución del ansiado silencio seria crucial e importantísimo en cuanto a que nuestra señora sabría indicarnos a través de nuestro silencio lo que necesitábamos conocer en ese día especial. Si lográbamos crear el necesario vacío positivo callando en lo interior- la Zapopana, agrego Alicia – sabría darnos claves para seguir trabajando en pro del mestizaje y del Nuevo Camino que ahora intentábamos en nuestras vidas.
Al terminar sus indicaciones y sin más preámbulos, Alicia giro 90 grados a su izquierda y adopto una postura erguida y en dirección a la basílica de Zapopan dando al grupo de esta manera la silenciosa señal de prepararse para el inicio de la caminata. Había pasado al menos otra media hora desde que descendimos del auto de Alicia, así que eran ya las cinco y media de la mañana y habían salido ya numerosos contingentes en dirección a la casa de nuestra querida generala. Con paso firme y veloz iniciamos nuestro caminar en aquella fría mañana.
El lograr el necesario silencio interno y cohesión grupales no iba ser nada fácil pues caminábamos a pesar de la temprana hora entre una multitud de parroquianos que transitaban en ambos sentidos y en todas direcciones algunos con lentitud y otros con rapidez, así que una gran parte de nuestra concentración debía enfocarse a lo que sucedía en nuestro exterior para esquivar toda clase de obstáculos que se interponían en nuestro camino en aquella abarrotada avenida 16 de Septiembre.
El escudo energético
Comprendí, basado en lo que empezaba a percibir, que cuando nuestro grupo caminaba en formación más o menos cerrada, nuestra propia cohesión interna actuaba como un escudo energético que de alguna manera aislaba al pequeño grupo del bullicio externo permitiéndonos así la consecución al menos en mínimo grado del vacío positivo que necesitábamos para “escuchar” las sugerencias de Nuestra Señora en aquel su día especial. Alicia había seguramente percibido dicha situación con anterioridad, pues deliberadamente disminuía o aceleraba la marcha para permitir con impecable intuición -pues no volteaba hacia atrás- que el grupo siempre mantuviera una formación cerrada. Pronto, todo Nuevo Camino intuyo lo que Alicia estaba diciéndonos con su caminar y deliberadamente acelerábamos o disminuíamos la marcha en lo individual para permitir la necesaria cohesión en todo momento.
Dicho procedimiento dio buenos resultados pues nuestro grupo avanzaba con fluidez a pesar de caminar muy cerca de la banqueta y entre el cordón de seguridad que impedía el paso de las personas a la parte central de la avenida en donde avanzaba el grueso de los contingentes. Cuando llegamos al nodo vial en donde se encuentra la escuela Normal de Jalisco y la avenida 16 de Septiembre da paso a la avenida General Manuel Ávila Camacho, Nuevo Camino tenía ya el mínimo requerido de cohesión interna, lo que fue de mucha utilidad pues debido a la enorme cantidad de gente, la marcha normal parecía detenerse por instantes en aquel cruce, siendo nuestro grupo seccionado en varias ocasiones por los numerosos participantes de la romería que parecían provenir de todas las direcciones imaginables.
Iniciábamos el tramo más difícil de aquella caminata que por alguna razón desconocida habíamos percibido en anteriores ocasiones como el más ruidoso y difícil para el logro de la cohesión grupal y el silencio internos. Dicho segmento iba desde el inicio de la avenida General Manuel Ávila Camacho hasta su cruce con la calle de Circunvalación Country en donde se ubica el restaurante la Gran Fonda. Alicia lo sabía y por ello disminuyo el paso para con ello lograr una formación más compacta cuyas características de separación de apenas medio brazo de distancia al compañero de adelante era prácticamente imposible de penetrar; Asimismo, levantando su brazo derecho para atraer nuestra atención visual al horizonte, inició con paso firme y marcial una marcha militar, a la cual todos adaptamos de inmediato nuestros pasos.
De nueva cuenta el brillante procedimiento de nuestra inspirada guerrera dio buenos resultados pues todo el contingente sintió al momento que nuestra marcha fluía naturalmente y sin interrupción alguna. Aun cuando en ocasiones alguno de nosotros perdiera el paso al marchar o dejara de fijar la vista al horizonte sin enfocar nada en lo especifico que era lo adecuado en aquellos momentos, la cohesión del grupo nos jalaba con firmeza en la dirección correcta. No necesitábamos ojos. Alicia sabía por dónde íbamos y Krista cerraba nuestra formación; el resto del grupo debíamos confiar ciegamente en nuestras intuitivas y eficientes guerreras.
Un rio de poder
Después de unos veinte minutos de marcha en la que el ruido era en realidad el único adversario, Alicia enfilo con todo el grupo a la derecha de manera abrupta y en forma tal que pensé que íbamos a chocar de frente con el cordón de seguridad que nos separaba de los contingentes que marchaban en la romería. Sin embargo y en vez de ser rechazados por el mismo nos vimos de pronto dentro del grueso de la romería que iba acordonada y como un contingente más.
Mi única explicación ante el afortunado evento es el hecho de que nuestro paso simétrico y marcial y blancas vestimentas con listones rojos en la cabeza debieron llamar poderosamente la atención de quienes acordonaban la romería, los cuales seguramente pensaron que éramos parte de algún contingente autorizado. Y de alguna manera tenían razón, nuestro contingente se llamaba Nuevo Camino y estaba seguramente autorizado por la Zapopana.
De inmediato nos fue a todos evidente al ingresar dentro de la zona acordonada, que nos encontrábamos dentro de un verdadero río de energía poderosa e incontrolable que de alguna manera siempre había nutrido los esfuerzos descomunales realizados por muchos de sus contingentes, sobre todo en el caso de hombres y mujeres de edad avanzada y de grupos de concheros y danzantes de todas las denominaciones, pues algunos de ellos habían incluso pasado la noche en vela danzando con su amor inagotable por su Virgencita. La energía que todos percibíamos al caminar dentro de la zona acordonada primero nos nutrió en lo físico pero también en lo mental y emocional, dándonos de inmediato claridad, fuerza y presencia de ánimo para continuar en aquella celebración desde la perspectiva del silencio interno.
Una segunda y peculiar característica de la energía que circulaba serpenteando por entre los contingentes es que parecía provenir de atrás y desde donde se encontraba el automóvil que seguramente a esas horas ya transportaba a nuestra querida generala, nuestra Virgen de Zapopan. En nuestro caso y concretamente a través de Krista y de Alicia, la energía percibida y transmutada estaba empujando materialmente a nuestro grupo hacia delante con enorme rapidez.
A medida que avanzábamos con gran fluidez empecé a sentir que materialmente “entrábamos” de un espacio energético a otro por así decirlo y que ello sucedía al ir nuestro grupo rebasando un contingente y alcanzando al otro. No pude más que concluir que los diferentes “espacios” que percibía eran cualidades específicas de la energía que circulaba, la cual era transmutada por cada contingente según fueran las características de sus miembros y su particular cohesión grupal. Había contingentes cuyos espacios energéticos eran suaves, amorosos y tranquilizadores mientras que había otros en que la energía se percibía con bastante intensidad. Había también zonas, sobre todo en las que los contingentes se separaban demasiado el uno del otro en que la energía se percibía fluyendo con bastante lentitud.
Cuando arribamos al final del segundo segmento me encontraba a esas alturas, bastante mareado y con mucho calor interno. Debido a la protección que nos ofrecía la zona acordonada, cruzamos con rapidez la avenida Circunvalación Country y dejamos atrás el restaurante la Gran Fonda. Habíamos iniciado el tercer segmento de la romería que iba por la avenida General Manuel Ávila Camacho desde la avenida Circunvalación Country hasta la carretera vieja a Zapopan.
Al cruzar por la avenida Circunvalación Country y a pesar de venir dentro de la zona acordonada, note algo que solo puedo definir como una turbulencia en la energía y recordé que lo mismo había notado pero con mucho más intensidad cuando cruzamos el nodo vial que marcaba el final del primer segmento de la romería en las confluencias de la avenida 16 de Septiembre y General Manuel Ávila Camacho. Pensé para mis adentros que previo a las romerías, grupos como el nuestro podrían intentar “limpiar” dichos “umbrales” entre segmentos, caminando en ambas direcciones cuantas veces fuera necesario y en total silencio interno. Dicho trabajo contribuiría enormemente al adecuado flujo de la energía durante la romería.
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Arturo Ortega (Chapala, Jal).- Chapala celebró el día de la bandera con un asta de 15 metros de alto y una reproducción del lábaro patrio de tres por cinco metros que fue izada frente a la alcaldía ante la presencia de alumnos maestros, servidores municipales y público en general.
La escolta del Colegio Octavio Paz estuvo ahí para dar paso a la bandera de tres por cinco metros de largo cargada por seis inspectores de la dirección de Reglamentos Inspección y Vigilancia que salieron de la alcaldía hasta el asta instalada frente donde alguna vez estuvo el monumento a los Niños Héroes, creación en bronce del escultor Miguel Miramontes Carmona.
Después de que una niña de la primaria del Colegio Octavio Paz recitara el juramento a la bandera, el lábaro fue izado por el alcalde y el apoyo de uno de los inspectores.
Acto seguido, la Secundaria Técnica 83 presentó un desfile de 15 banderas que se han utilizado a lo largo de la historia de país y sus batallas, desde un estandarte utilizado por los aztecas hasta la actualidad.
La mañana del 24 de febrero el alcalde Javier Degollado González emitió un discurso ante más de mil personas en el que destacó la unidad y ser un día de fiesta para los mexicanos.
“Hoy vemos una sola bandera que nos une a todos los mexicanos y es para esta ocasión que decidimos que nos faltaba un astabandera donde nosotros le rindiéramos culto a uno de los símbolos patrios más grandes…”.
En el tema de la unidad lamentó que en el municipio hay colonias en la que los que los jóvenes de otros barrios no pueden transitar sin ser agredidos como pasa en el San Miguel y Tepehua de la cabecera municipal, por ejemplo.
En este sentido habló de realizar esfuerzos para recobrar los barrios de la cabecera municipal y delegaciones a través de programas sociales y de obra pública.
El acto concluyó después de que el alcalde y los regidores presentes firmaron una constancia del izamiento de la bandera y se anunció que se buscaría que la bandera izada se incluyera en el catálogo del ejército.
Existe un texto de J. Jesús Gonzalez Gortazar titulado “Chapala el gran lago de Mexico” de la revista Aquellos tiempos de Chapala publicada por el Ayuntamiento de 1992-95. Pag. 7 dice: “Lo que si tiene rigor científico es que sus habitantes originales hablaban dialectos derivados del tronco yuto-azteca, con lo cual deducimos que estaban emparentados con los nahuas primigenios. Cocas y tecos, así como nahuas, fueron encontrados viviendo en sus riberas por los conquistadores y misioneros españoles. Por cierto aunque el idioma coca haya desaparecido por completo, dejó varias palabras que forman parte del patrimonio lingüístico de los tapatíos y de los jaliscienses en general: talache, mariachi, menguiche, joronchi, mamalonchi” (desde luego se cree que los vocablos michi y cihualli, “michicihualli” es de origen coca, recordando que los cocas vivieron en estas regiones anteriormente a la invasión azteca)
Hay cierta relación entre la mujer, la laguna y la luna, nótese que esta relación tripartita es femenina donde existe una relación en cuanto a sus ciclos de cada elemento, los cuales están estrechamente vinculados a la fertilidad, y relacionados con los efectos que ocasiona la luna llena sobre la marea de la laguna, y con los ciclos de la gestación de peces y de la fertilidad de la mujer. A mi particular punto de vista sería el origen del mito “michicihualli” michin-pez, cihualli-mujer o literalmente mujer pez, como espíritu de la laguna viviente. Este concepto “mitológico” fue la inspiración de la obra mural que realicé en el Centro cultural de Axixic, “El nacimiento de michicihualli” mural mitológico/histórico de esta región, donde la figura principal es una mujer indígena, que sale de las fauces de la deidad tlaloc por medio de un soplo acuático, predominando la simbología náhuatl e inaugurado oficialmente en el 2009.
Otro pasaje de J. Jesús González Gortázar del mismo texto en pag. 5 incluye una bella versión mitológica en relación a los fenómenos naturales que dice lo siguiente:
“La topografía es propicia para los vientos que soplan provenientes de todos los puntos cardinales: estas corrientes, según su punto de origen, son llamados: Mexicano, si viene del oriente; Guaracheño, si llega por el sudeste; Sur, viento que llega por el punto cardinal del mismo nombre (es el mas fuerte de todos); Colimote, del sudoeste; Abajeño, del occidente; Potrereño, del noroeste; Tapatío, del norte y Poncitleco, del noreste. Cuando estos vientos soplan con fuerza, particularmente el Mexicano y el Sur, ponían en serios predicamentos a los navegantes. Se decía que estaba enojada La Vieja Machis, que para algunos era una especie de llorona acuática.
En realidad este nombre viene de una corrupción lingüística de la palabra “Michicihualli”, es decir mujer-pez, deidad de la mitología prehispánica en cuyo honor se arrojaban a las aguas de nuestro querido Lago infinidad de pequeñas ollas, cuyo contenido en muchas ocasiones era sangre humana vertida durante sacrificios rituales de los aborígenes”.
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MIguel Cerna (Jocotepec, Jal.).- Noemí Judit Robles Jiménez, coordinadora del grupo “Alma Misionera” del Santuario de la Virgen de Guadalupe, fue una de las asistentes, pudiendo ver al Sumo Pontífice a escasos metros de distancia en el estacionamiento de acceso al estadio.
Noemí Robles dijo que derramó algunas lágrimas, y que se sintió emocionada y satisfecha con tan sólo haber visto al Papa Francisco unos segundos en su desfilar. Para ella valió la pena el sacrificio de esperar ocho horas bajo el incandescente sol, con hambre y cansancio.
Robles Jiménez comentó que se le hizo corta la espera gracias al ambiente de furor que se vivía, dónde no dejaron de corear porras, cantos y rezos. Además de que la experiencia le sirvió “para conocer jóvenes de otros lugares con el mismo ideal y ambiente religioso”. La comitiva que iba con Noemí ondeaba banderas de México con la palabra “Jocotepec” escrita en la parte inferior.
Aunque Judit Robles no pudo ingresar al recinto, sintió “cerca” la presencia del Pontífice, a través de las pantallas gigantes. Su satisfacción personal fueron las fotos que le tomó.
Esa tarde, el Papa sostuvo un encuentro con más de 100 mil jóvenes michoacanos y de diferentes partes de la República que se dieron cita en el estadio Morelos.
Por: Fernando Davalos
El pequeño compacto que nos transportaba estaba ya por llegar a la casa de Félix, el último de los integrantes de Nuevo Camino que subiría para apretujarse con el resto de la comitiva. La madrugada estaba iniciando un poco tensa debido a que íbamos retrasados rumbo a nuestra cita con nuestra querida generala, la Virgen María de Zapopan en aquel frío 12 de octubre.
Eran ya las cuatro y media de la mañana y desconocíamos por ser aquella nuestra primera romería, si debimos haber llegado más temprano aun a la catedral de Guadalajara debido al enorme número de personas que año con año se congregaban en un número cada vez más creciente a sus alrededores y sobre la avenida 16 de Septiembre de la ciudad para acompañar a su Virgencita.
Para colmo, al llegar a la casa de Félix, la encontramos completamente a oscuras y sin vestigio alguno de su presencia pues ya debía estar esperándonos en la banqueta. Alicia, que manejaba su pequeño compacto, salió con rapidez del mismo a investigar y escudriñar por sobre la baja barda de ladrillo que delimitaba el jardín de Félix para ver si lograba ver actividad o luz en su habitación.
Repentinamente y surgido de la nada, Félix cayo de un salto justo al lado de Alicia quien se llevó un susto mayúsculo. Todos reímos ruidosamente ante la ocurrencia de nuestro querido compañero quien estuvo tranquilamente esperándonos en medio del frío y la oscuridad más completa encaramado sobre su barda para simplemente descender de la misma con un salto felino en cuanto vio a Alicia acercarse.
Aquel fortuito y chusco evento disipo por completo la tensión del momento y nos ayudó a encarar nuestra jornada con buen ánimo. Apretujados viajábamos, Krista, Alicia, Rosana, Tomas, Félix y Agustín.
Al irnos acercando a la catedral pudimos reconocer de inmediato los rítmicos y ancestrales sonidos producidos por los tambores de los grupos concheros que estaban organizados en “mesas” o comunidades y dirigidos por “capitanes” según la tradición prehispánica de origen Chichimeca que está unida históricamente a los ritos solares de la nación Náhuatl.
Varios grupos de Concheros estaban ya danzando afuera de la Catedral ya que siempre han tenido una importante participación en la romería que camina con la Zapopana desde la Catedral metropolitana hasta su santuario en la Basílica de Zapopan rindiéndole con ello todos los honores y tributándole todas las muestras de amor y afecto de que es digna merecedora.
En esta ocasión seria el conocido y respetado grupo de concheros de los hermanos Plasencia quienes tendrían el honor de ir con su mesa por delante de la romería. Nos llevó al menos otra media hora hacer el recorrido desde la Casa de Félix hasta que por fin logramos no sin dificultades -a pesar de la temprana hora- encontrar un espacio donde estacionar el carro de Alicia en las inmediaciones de la catedral. Expectantes y silenciosos salimos del vehículo. Eran ya las cinco de la mañana.
El día del sincretismo nacional
Era este un día de oportunidad espiritual por muchas y validas razones: Se celebraba el día de la raza, el día del sincretismo en nuestra nación. El alma poderosa y ancestral de nuestro México había sabido a través de enormes sacrificios, sintetizar lo mejor de los sagrados elementos que unen a nuestras dos culturas y la romería de Zapopan junto con otras romerías y celebraciones religiosas en nuestro país, constituían un importante testimonio religioso, mágico-ritual de la fusión creativa y complementaria de lo más sagrado que nos sustenta desde hace milenios.
Concheros, organizaciones religiosas, clubes de admiradores de nuestra señora de Zapopan, contingentes a caballo, organizaciones de oración del santo rosario, feligreses católicos, diversos grupos de oración, ordenes monásticas de hombres y mujeres, monjas, sacerdotes, diáconos, seminaristas, presbíteros, ancianos, niños, participantes de todas las denominaciones, comerciantes y vendedores, curiosos y escépticos, sin olvidar las infaltables representaciones del mal con sus chamucos y demonios con látigos; todos asistían congregados alrededor de nuestra querida generala, nuestra señora madre María de Zapopan, la madre del Dios vivo.
Nuevo Camino, cuyo objetivo primordial busca la fusión creativa y respetuosa de lo mejor de nuestras dos culturas madres a través del mestizaje del que somos participes, no podía faltar en ese día especial en el que las poderosas y telúricas energías de tipo masculino que estaban depositadas en la catedral Metropolitana de Guadalajara eran transportadas a la Basílica de Zapopan de manera segura y fervorosa por una multitud de creyentes que acompañaban a su generala a su casa.
En ese día especial, las energías de tipo masculino con sede en la catedral metropolitana y las de tipo femenino cuyo asiento era la Basílica de Zapopan lograban equilibrarse en beneficio de todos los habitantes de la región.
Estas visitas han venido realizándose cada año desde el 20 de mayo hasta el 9 de octubre a través de todas las parroquias de la ciudad de Guadalajara. Esta tradición inicio en 1721 cuando las visitas de nuestra señora disminuyeron sensiblemente una epidemia causada por un virus mortal que estaba matando a miles de sus habitantes. Esta caminata ritual, es la culminación de las visitas que la Zapopana ha realizado desde 1721 a todas las parroquias de la ciudad de Guadalajara, llevando de parroquia en parroquia su energía característica y sus bendiciones y recibiendo y transmutando las energías específicas recibidas en cada parroquia para concluir después su sagrado peregrinaje en la catedral Metropolitana.
La representación de la Zapopana es una bella y pequeña escultura de la inmaculada concepción de la Virgen María que fue un regalo del franciscano español Fray Antonio de Segovia y que lleva el nombre del santuario donde se le venera hoy dia, en el viejo asentamiento conocido como Zapopan, que proviene de la palabra Nahuatl, Tzapotl o “lugar entre arboles de zapote”.
Este asentamiento fue habitado desde 1160 por familias de origen Maya, Zapoteca y Náhuatl y fue dependiente del Señorio de Tonallan de origenes Chimalhuacanos. La Zapopana fue hecha con madera y corazón de maíz probablemente a petición de Fray Antonio por indígenas de la nación p’urhépecha or Purépecha perteneciente al antiguo Señorío de michhuacan (hoy dia estado de Michoacan en México) y fue traida por este devoto franciscano al entonces reino de Nueva Galicia (hoy estado de Jalisco en Mexico).
En 1724, la Zapopana gracias a sus constantes favores y milagros fue oficialmente llamada y honrada como la santa patrona y protectora de la ciudad de Guadalajara contra rayos, tormentas y epidemias. Desde entonces, la Zapopana ha recibido muchas otras distinciones como milagrosa, pacificadora, estrella de la evangelización, generala de armas y protectora del estado de Jalisco, reina de Jalisco y madre de la ciudad de Guadalajara.
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Corría el año de 1510 cuando el jefe de Poncitlán, llamado Chapalac, tuvo diferencias con el cacique natural de los coca, lo cual originó que emigrara hacia otro lugar. El grupo tribal Chapalac llegó a un poblado con sus guerreros y familias, y como hojas secas del tiempo otoñal, gobernaron el poblado adjudicándole el nombre del jefe, tan temido como respetado, “Chapalac”. Desde entonces, “Chapalac” significa lugar de chapulines sobre el agua, o, en lengua indígena coca, “Chapantl, que significa lugar empapado.
El guerrero Chapalac entró a estas fértiles tierras y generosas con pie derecho. Pero esa buena suerte no duró mucho, ya que su primer descendiente fue una mujer. Ella sufrió desde el instante mismo que arribó a la vida, y aún más con las maldiciones que su padre pronunciaba cuando veía su raro semblante. La madre de esa niña excepcional murió en manos de Chapalac, quien ocultaba muy bien su instinto diabólico y perverso.
La niña estuvo escondida desde que nació entre las cuatro paredes del jacal. Nunca contemplaba las abejas con traje de terciopelo, los pajarillos libadores, las hacendosas hormigas y la yerba silvestre que crecía a las orillas del espejo nacarado, ni podía comer moras ni agüilotes del campo. Nunca cruzaba palabra con nadie, no sabía hablar. Sumida en soledad creció y se hizo mujer.
Chapalac era perverso como el mismo demonio. Uno de sus mejores hombres, Tezontli, ultrajó y embarazó a la ya adolescente y fea hija del jefe, y éste reía al escuchar lo ocurrido.
Esa mujer de sentimiento noble y de insoportable presencia para el gran jefe no conoció el odio, hasta mucho tiempo después. El sentimiento de la semilla que implantara Tezontli se hizo eterno. Viéndola Chapalac, su padre, en ese estado se doblegó un poco, dejándola salir a lavar a la laguna, después de que las demás mujeres regresaran.
El día del alumbramiento fue inolvidable para ella. Estaba en la laguna cuando la tarde asfixiaba el término de la jornada. Ese día, por suerte o por fatalidad, entre masa de agua, piedras de lavadero y lirio, se escuchó un chillido agudo. Cuando tuvo a la criatura en sus brazos, un grito de angustia y terror hirió al horizonte, seguido de unos sollozos lastimeros. Observó a la criatura descubriendo una leonada melena, algunos dientes, pelusas en su tierna faz y ojos vivaces. Ella abrazaba a la niña cara de bestia, soltaba el llanto y la risa al mismo tiempo, pues intuía el destino de esa inocente con apariencia monstruosa.
Pero nadie entendía nada. La rara mujer ocultaba su criatura muy bien. Cuando salía por comida o a lavar, siempre le gritaban en su lengua natural: “Malos espíritus, agárrenla fuerte, muy fuerte, no la suelten”.
Al ver tanta injusticia, huyó con su hija en una canoa de carrizos hacia la isla conocida hoy como la Isla de los alacranes.
***
Vivió muchos años el jefe Chapalac, padre de la mujer de rostro feo y cuerpo de ninfa. Los indígenas del poblado contaban la historia de dos mujeres, una joven y una más vieja, ambas con caras maravillosamente feas. Se decía que en cualquier sitio y a la misma hora se veían vagando por la orilla de la isla.
Decían que todas las noches espantaban a los indios pescadores que pasaban cerca de la isla, además si algún valiente intentaba sorprenderlas, terminaban en las entrañas de esas mujeres-bestias.
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Después, sólo quedó el vaho de un recuerdo. Los indios del poblado Chapalac, con cierto respeto y temor, hicieron una escultura de gran belleza artística, que reflejaba la cara de un león con el cuerpo de mujer, en honor al sufrimiento de esas mujeres horribles. El costo de esa obra era invaluable, pues atraía a “los malos espíritus”, y, así, ya no se esparcían por el poblado.
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La escultura estuvo aproximadamente hasta finales del siglo XVIII, custodiando la calle principal de la ya ahora ciudad de Chapala, Jalisco. Quizá permaneció allí por temor y respeto, o bien, para no dispersar “los malos espíritus”.
En San Juan Cosalá aún existe un viejo relato entre los ancianos, en relación a esos grandes y frondosos árboles de hoja ancha, parientes de los llamados árboles de hule, conocido popularmente como “zaláte” (tzal-atl). Estos árboles abundaban entre la humedad cercana a la orilla de la laguna. Se trata del legendario relato “zaláte de los monos” del cual hace mención mi amigo y colega pintor Isidro Xilonsochitl oriundo de ese pueblo y otras personas más.
Cuenta el mito que había un gran zaláte muy frondoso en la orilla de la laguna y que los antiguos le arrojaban ofrendas en sus raíces. Infinidad de artefactos de barro cocido y piedra esculpida como símbolos a la fertilidad. Una vez el nivel del lago subió bastante debido a fuertes tormentas, el zaláte quedo inundado y muchos de sus habitantes tuvieron que emigrar a las faldas del cerro. Posteriormente con el tiempo bajo nuevamente el nivel del lago y ese gran árbol volvió a ser visto con sus ofrendas entre sus raíces.
Para ese entonces decían que en San Juan Cosalá las mamás asustaban a sus niños que se portaban mal, les decían que en ese árbol de zaláte había una mujer vieja con su cabello muy largo, que salía de la laguna y se veía caminando por la orilla de la laguna a deshoras de la noche y que si sus hijos seguían portándose mal, esa vieja se los iba a llevar y los iba a ahogar. Hay quienes dicen que era la llorona de la laguna, la cual había ahogado a sus hijos y que muy en la noche se oían sus lamentos. Cabe mencionar que esta leyenda es muy popular en todo México, principalmente donde hay cruces, lagos y presas.
Parece ser que el concepto que se le atribuía a la fertilidad del zaláte de los monos y la leyenda de la llorona, dio origen al mito de una especie de mujer acuática que tenia que ver con la fertilidad de la laguna, conocido como “La Vieja Machis” donde la palabra machis viene de michi que en lengua natural es “michin” significa pez, de origen náhuatl y/o purépecha. Recordando que antiguamente la ribera del lago era parte del dominio tarasco. Está por ejemplo el exótico platillo del “caldo michi” caldo de pez, que con frecuencia se acostumbraba entre los pescadores, era una combinación de bagres, carpas, huachinangos y amilótes conocidos como charales blancos. Por consiguiente este mito esta emparentado con la fertilidad de variedad de peces que poseía la laguna, de ahí pudo haber venido la idea de que se le arrojaban ofrendas de barro al lago por su gran abundancia.
Por: Jesús Victoriano López Vega
En el cap. VI “Religion” de la Historia de la Provincia de Avalos del Virreinato de la Nueva España. Por Lucia Arévalo Vargas. “Se refiere al culto de la naturaleza, donde se le atribuye a la raza Olmeca, los cuales se introdujeron en los pueblos chimalhuacanos, al norte de la ribera del lago de Chapala. Considerando este culto como uno de los más primitivos en occidente que poco a poco tendió a desaparecer y que en los albores de la invasión hispánica, pocos eran los pueblos que aún los practicaban. Este culto tiene como característica primordial el rendir adoración especialmente a los elementos de la naturaleza, aire, fuego, agua y tierra elementos conocidos como: Tetrarquía Olmeca, atribuyéndosele a los pueblos de origen coca y tecos los cuales a su vez le rendían culto a los árboles”.
Bien pudo haber estado relacionado, por tradición a aquel frondoso árbol “zaláte de los monos” de San Juan Cosalá, y que a la llegada de los españoles este poblado era un gran reinado azteca, como lo mencionare posteriormente.
La historia de Occidente menciona que en esta región antes de la invasión azteca, el lago de Chapala estaba habitado por cocas (de origen tolteca y otomí) los cuales siempre vivieron en las orillas de lagos. Gran variedad de cerámica encontrada en la laguna tiene la representación de tlaloc (que bien los aztecas pudieron ser influenciados por los cocas) deidad del agua caracterizada por ojos redondos, nariz y boca con bigote y poco barbado, impregnada en ollitas y pequeños recipientes de forma cilíndrica tipo incensarios, relacionados a su vez a la fertilidad de la lluvia. Tomando en cuenta que anteriormente la agricultura dependía directamente de las lluvias, como es el caso de los idolitos con penachos en forma de mazorcas de maíz, encontrados estos con más frecuencia entre los pueblos de San Juan Cosalá y Mezcala, como lo menciona Exiqio Santiago, cronista de Mezcala, que hay gran variedad de representaciones de tlaloc en Mezcala y sus alrededores.
En la zona noroeste del lago hubo influencia náhuatl a la llegada de los españoles, (ruta Aztlan) como lo señala Rosa María Castillero en su obra Mezcala. “Antecedentes”. Cap. III. Origen étnico e histórico. pag. 75. “…el grupo coca estuvo ubicado en toda la ribera norte del lago de Chapala, compartiendo la zona noroeste con el grupo nahua” “…dentro de la zona había un enclave cazcan (azteca) y que abarcaba los pueblos de San Juan Cozalá, San Antonio Tlayacapan, Ajijic y el pueblo de Chapala”.
“La raza nahua que procedía del norte, surgieron de ellos los Toltecas, a la vez éstos se mezclaron con los Otomies, considerados como la raza más antigua del territorio mexicano, cuya cronología se remonta a la Edad de Piedra, hace diez a doce mil años. aC.” La mezcla de Toltecas y Otomíes dio origen al pueblo COCA. “Pobladores” cap. III Historia de la Provincia de Ávalos, Virreinato de la Nueva España por: Lucia Arévalo Vargas.
Cuando cursábamos el segundo semestre de preparatoria, llegó una chica de cambio desde Guadalajara que venía de la escuela Vocacional. Particularmente, portaba otra mentalidad y traía más competencias para la vida que las que había en nuestro pequeño grupo del 1ro “C”. Sin embargo, gracias a ese tipo de mentalidad, empezamos a ser amigas. En esa época conviví con pocas personas, ya que en los breves recesos me la pasaba ayudándole a doña Cata, que generosamente me regalaba un lonche para mi desayuno. Recuerdo a mis amigas: Clara, la inolvidable Sherry y casi al término de la prepa reconocí a mi pariente-amiga Yesenia Enciso. Únicamente tres, ya que después de vagar por algunos años, descubrí el valioso corazón de mi amigo Juan Manuel Rivera. Ellos, mis cuatro amigos, me ayudaron a seguir y validar mi sueño.
Sin embargo, la señora de manos amorosas, doña Adela Díaz, fue parte importante para que siguiera mi descabellado sueño: Tener una carrera y cuidar a mis dos hijos a la par. A ella le debo la tranquilidad económica y espiritual en mi segundo embarazo. Esa señora de generoso corazón y sabios consejos, alientó mi deseo de concluir mi metas. ¡Sí, doña Adela Díaz!, mamá de mi amiga Clara.
Los amigos siempre se enconan en la memoria, en los recuerdos y se reconocen a través de los años. A cada uno de ellos se les aloja en el corazón y se convierten en familia, se les recuerda de manera agradable y siempre se tiene algo nuevo para reír o llorar por Facebook.
A doña Adela, de figura bajita y de voz gentil, la conocí cuando Clara me invitó a desayunar a su casa, que estaba a espaldas de las ruinas de la Estación, hoy Centro Cultural, un día de 1994.
Las visitas se hicieron frecuentes. Mi hijo jugaba con sus hermanos y sobrinos, y nosotras nos desbordábamos platicando, escribiendo y pintando. La señora Adela estuvo fortaleciendo nuestras metas con varios consejos que cargamos en nuestras conciencias. Cuando nos desvelábamos para hacer alguna tarea, doña Adela nos llevaba una taza de café o avena, algún taquito para aguantar la desvelada o nos acompañaba con sus palabras diciendo que “todo el sacrificio tendría su recompensa”. Fueron muchas lunas que pasamos estudiando, pintando, escribiendo y en dilema filosófico hablábamos del futuro incierto que nos depararía la vida.
Por medio de Clara conocí a su mamá, a quien considero amiga, mujer sabia y chamana. Gracias a la causalidad de la vida pude conocer la bondad de su hogar y de sus habitantes. Todas la vacaciones llegábamos puntuales mis hijos y yo a la puerta de la Calle de Mezcala. Con esa gran familia convivíamos, viajábamos juntos, compartíamos el pan y las fiestas infantiles con mucha alegría.
Recuerdo que cada mañana, puntuales, desayunábamos en un pequeña mesa que estaba en la cocina. Eso nos hermanaba más. Las conversaciones salpicaban la comida con muchas ocurrencias y anécdotas. Todos teníamos oportunidad de conversar sobre cualquier tema, a fin de cuentas, reíamos como niños.
En cada navidad, doña Adela les obsequiaba a mis hijos un regalo, y como arte de magia aparecían en su árbol. Su ingenio y creatividad eran inolvidables. Ella misma confeccionaba muñecos de trapo para cada uno de sus nietos, a cada visitante o cliente de su bazar los atendía con esmero y fraternidad.
Cada día, las anécdotas nuevas eran el menú principal de su mesa. Recuerdo el día en que llegué de visita y ella estaba enferma, porque se le apareció un fantasma y la asustó. El fantasma traía un sombrero de charro y los genitales en la mano, además cuando le habló le dijo que se llamaba Leonildes. Con el paso del tiempo hice un cuento con esos elementos. Otra anécdota que tengo muy presente y siempre la repito, es cuando vio salir de la laguna un ovni y me dijo:
—Bero, no lo vistes.
—No doña, me hubiera hablado.
Ella describió el brillo metálico del interior del objeto volador. También, recuerda cuando matábamos patos y gallinas para el caldo y cuando nos divertíamos como niños ante la guerra de guayabas.
Hace unos días regresé a esa casa que acogió los juegos y llantos de mis niños. Recuerdo cuando fuimos a la Isla del Pato en busca de tumbas de tiro. Todos los recuerdos están enconados en mi historia de vida, perviven en mis cuentos y trasmiten la sinfonía de los desvelados.
Los recuerdos reverdecen cada vez que llego ante esa imponente puerta de madera, y al entrar al vestíbulo, en cascada cae sobre mí la nostalgia para aspirar buenos recuerdos. Aún están presentes las voces de los que se adelantaron, los fervorosos recibimientos, los gritos y pleitos de niños, la gratitud que tapiza cada uno de los recovecos de esa casa de Mezcala #20. Su voz sabia y paciente, rezábamos cada tarde el rosario, juntas íbamos a misa, al mercado, adonde nos invitaran puntales asistíamos. Nosotros, mis hijos y yo, éramos como una extensión de su familia. Cuando llegaba a su casa ayudaba en lo que podía.
Con mano generosa, doña Adela, me ayudó cuando estudié en la Universidad con dos hijos. Ella me proveía de algo de ropa, dinero y más que nada de su sabia palabra, para no dejar que mi sueño se fuera al vacío. Por eso, ante el trabajo difícil de varios años, fue una bendición conocer la generosidad del corazón de doña Adela Díaz.
Por: Eduardo Ramos Cordero
¿Qué pasó? ¿Por qué desaparecieron los alegres festejos en honor al santo titular de cada barrio? ¿Por qué razón está por desaparecer el cargo de San Sebastián, única mayordomía que se conserva desde la época colonial?
“En antes había muncha pobreza, pero muncha voluntad de los barrios. No dejaban sólo a los comprometidos nunca. Todos llevaban algo como gallinas, guajolotes, manteca, maíz, chiles, semillas… Muchas cositas pa’ la comidita del cargo.
»A luego, los amigos de los otros barrios subían a sus lomas a bajar la leña que s’iba necesitar, mientras los del barrio del festejado iban a ofrecerse para ayudar en cualquier quihacer o en lo que juera, porque, criatura de Dios, ¡era un trabajal bárbaro! Pero la verdá, qué rebonito, con tantas bromas, alegría y manos ayudando, pos ni se sentía que juera trabajoso.
»Qué gusto de celebrar a nuestro santo y embitar a los demás barrios y ofrecerles de lo mejor que tiniamos”.
Así hablan los ancianos de mi niñez. Narrando con nostalgia la pureza de aquellas tradiciones barriales de las que formaron parte siendo aún muy niños.
¿Qué pasó en escasos sesenta años en este tema?
Conforme la modernidad (en todos los campos) fue arribando, fue muriendo la solidaridad de los vecinos y los Cinco Barrios. Murió la preocupación por el esparcimiento que propicia unidad y salud mental. Se fue gestando el desgano, la apatía y el desprecio por lo nuestro.
La responsabilidad y el compromiso dieron paso al “ahí se va”, al “me vale”, al “me da lo mismo”, al “ahí que se las averigüen”…
Nos casamos con la idea de que “es bronca de los encargados. ¿Para qué andan de metiches?”. Y lo que es peor, acudimos a disfrutar la tradición, comemos, bebemos y disfrutamos, y nos enojamos si no nos dan o si nos piden mover alguna mesa o alguna olla. Nos sentimos indignados.
Todavía más los jóvenes. No sólo no cooperan, sino que echan a perder el esfuerzo de los organizadores aventando piedras, huevos podridos o llenos de harina en lugar de confeti.
¡Qué miseria de personas! ¿Quién puede seguir sosteniendo las tradiciones con esta calidad de jóvenes?
El comité del barrio de San Sebastián, encargado de la fiesta cada año y encabezado por la señora Irene Martínez, está cansado de toda esta irresponsabilidad y desprecio por lo nuestro. No le asusta la organización ni la obtención del dinero necesario; lo venció la falta de compromiso de gran parte del barrio y el comportamiento grosero de la juventud carente de identidad. Por lo que ha decidido dejar el cargo.
La edad y la enfermedad hubieran sido lo de menos si hubieran encontrado eco y compromiso en la totalidad de la sociedad de San Sebastián.
Ahora se van. Dejan el cargo y yo humildemente no puedo más que decirles gracias por su amor, por su trabajo. Es un privilegio ser su amigo y haber podido ayudar tan sólo un poco para que Ajijic siga siendo el pueblo de las tradiciones y la cultura.
Los que queden en el cargo tienen un gran reto, pero saben que no están solos; cuentan con el concejo del comité que entrega y con la ayuda de muchos y muchos amigos.
¡Enhorabuena, doña Irene y compañeros! Fueron valientes y nos enseñaron que sí se puede cuando se ama.
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