Foto: Archivo Laguna.
Los cercamientos de tierras comunales datan de por lo menos el siglo XVII. Fueron el punto de partida del colonialismo y la sociedad capitalista. En su famoso capítulo “El secreto de la acumulación originaria”, Karl Marx estudió con detenimiento el mecanismo básico de los cercamientos: terminar con el control comunal de los medios de subsistencia. Su forma física es muy precisa. Son vallas, alambradas, muros o cercas con las que se impide el paso libre a lugares comunes. Durante siglos los cercamientos unieron a quienes se vieron despojados de su subsistencia y del paso libre. Y a su vez, cada lucha contra los cercamientos tuvo su respuesta: apropiación ampliada de nuevas tierras, bosques, selvas o lagos.
En los últimos días, habitantes de los pueblos de la Ribera de Chapala, Jalisco comenzaron a desalambrar cercados con lo que particulares impiden el paso libre al Lago. Sus acciones nos recuerdan no solo que existen nuevos cercamientos, sino también que estos últimos unen a quienes deseamos habitar lugares.
Los pueblos de Chapala quieren habitar su mar donde cientos de historias han tejido la vida cotidiana en sus bahías, ensenadas, cabos, ríos, puertos, cerros, islas y canales. Esto no lo pueden entender los inversionistas y los gobiernos en turno para quienes el Lago solo cuenta por su capacidad de almacenar 7,897 millones de metros cúbicos (Mm3) y ser la principal fuente de abastecimiento de agua potable de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Además de la ofensiva de los cercamientos, el lago de Chapala sufre desde hace décadas la degradación de sus aguas. No es un secreto decir que se le ha caracterizado como el vaso de almacenamiento de contaminantes más grande del país. Diferentes estudios han mostrado que en el Lago se vierten desde los contaminantes más comunes hasta aguas residuales industriales que contienen metales pesados y sales orgánicas sintéticas.
Desafortunadamente, estos estudios en su gran mayoría se han concentrado en la versión convencional de la crisis ambiental y ecológica. Esa que sirve a los ingenieros y burócratas quienes solo entienden de bombeo, descargas y saneamiento del H2O y no de la discusión del agua libre, gratuita y fluida.
Los problemas del Lago de Chapala no son simplemente ecológicos entendidos estos como “gestión ambiental”. Esa ecología está en manos de administradores, ingenieros, expertos y conservacionistas que pretenden ser los jardineros de la tierra. Se preocupan por la limpieza, la estética y el orden de lo que llaman el medio ambiente. Su idea de gestión ecológica no son más que operaciones de conquista y ocupación de tierras. Sus técnicas son los cercamientos blanqueados con la narrativa de la inversión económica y la concesión jurídica para asentarse, espaciarse e imponer una manera de ordenar el suelo.
En realidad, de esa “gestión ambiental” se desprenden la mayoría de los problemas del Lago. Esto lo entienden muy bien quienes comenzaron a derribar los alambrados que obstruyen el paso libre a las playas de Chapala. Con su acción, están comenzando a redefinir el lugar que quieren vivir y habitar. Por eso no solo exponen a la mirada de todos lo que los gobernantes y desarrolladores hacen offshore, sino también expresan con valor una decisión.
Desalambrar el Lago de Chapala significa exigir habitar un lugar común invadido. Habitar significa estar ligado a un lugar, saber su nombre e historia, así como trazar el territorio que se va a defender. Los lugares que se habitan se defienden no para apropiárselos, sino por el valor que implica pertenecer a ellos. Cuando habitamos un lugar, decimos que somos del suelo que pisamos, esto es, terrestres encarnados en una dimensión comunal.
Estas acciones de desalambrar, en su silencio, contienen el grito: “esto nunca ha sido tuyo”. Para entenderlo se tiene que tomar parte. Quienes están situados en Ninguna Parte, sean científicos o ambientalistas no podrán comprender que las gramáticas del desalambre deviene de un respeto “por la tradición histórica, por las cualidades locales y la virtud terrena de fijarnos límites entre nosotros mismos”. Deviene del enojo de sentirse nativos de un lugar, pero sin que este sea su hogar.
En México existen experiencias de lucha por Lagos. El más relevante ha sido la defensa del Lago de Texcoco contra el relato hegemónico sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), proyecto emblemático del gobierno de Enrique Peña Nieto. En esta lucha se pueden encontrar gramáticas morales que definen las diversas maneras de existir de quienes quieren conformar un pueblo, aldea, colectivo o comunidad que defenderá el suelo que pisa. Esas gramáticas “no tienen escrúpulos de confesar el drama existencial en el que están comprometidos”.
Si ponemos atención, encontraremos estas gramáticas por todos lados. En Jalisco, diversas personas las practican desde hace tiempo. Están en El Salto, Santa Cruz de las Flores, Tonalá, Poncitlán, Huentitán, Ixcatán, Huaxtla o Tala. Ahora en los pueblos de la Ribera de Chapala.
Con el paso del tiempo los diversos pueblos, colectivos y organizaciones en lucha, se han dado cuenta que en el conflicto por la tierra y por los ámbitos de comunidad no existen instancias neutrales. En efecto, no existen árbitros si nuestra lucha es seguir en la tierra o habitar el suelo que pisamos. Tan solo se necesita dejar de desanimar las múltiples existencias no humanas, sean lagos, bosques, cerros, ríos o animales para desplazar de nuestro imaginario el cálculo mercantil que los industriales, inversionistas y fraccionadores tienen de estas.
La idea de que un funcionario representa el agua, un cerro, lago o bosque y que luego autorice su “administración” o propiedad es aberrante. La tierra que pisamos nos concierne, no es asunto de quien se sitúa en Ninguna Parte. Es de quien toma parte para luchar por el lugar que quiere para vivir en comunidad.
Luchar por un lugar en el mundo no significa “retornar” a la “naturaleza” o devolver el “equilibrio” al medio ambiente. Eso sería imaginar un mundo sin historia como el Edén bíblico. Antes bien implica una responsabilidad política y moral. Si el suelo es lo que define las formas de hacer política, los trazos para habitar nuestros territorios comienzan con derribar los cercamientos que los acaparadores dibujaron a través de su geografía de saqueadores.
Los pueblos de la Ribera de Chapala llevan décadas enfrentando a los planificadores estatales, acaparadores inmobiliarios y los cercados turísticos e industriales. Han visto como las aguas del Lago se transforman en “un recurso escaso que requiere un manejo técnico […] en un fluido manipulado que ha perdido la capacidad de reflejar el agua de los sueños”. Ahora que han decidido defender el Lago quizás puedan revivir la memoria de est transformación. Al hacerlo fortalecen la voluntad con la cual han expresado el mundo en el que prefieren vivir.
Hacer nuestra su decisión pasa por pensar seriamente en prepararnos para una intensificación no material de la manera como vivimos. Esto no deberá entenderse como un simple reproche a nuestras patologías de zombis teleguiados, normales farmacodependientes y consumidores desbocados de energía, que hacen posible la deforestación acelerada, los campos de exterminio de animales y el veneno de la agroindustria que nacen de los ensueños emprendedores de Dupont, Chevron, Nestlé, Smithfield Foods o Monsanto. Debería más bien, construir una convicción práctica para seguir en la tierra, para luchar porque haya, no las delirantes “alternativas al desarrollo”, sino un mundo donde habitar lugares.
Santiago Baeza.
Una repentina, prolongada y muy copiosa tormenta cayó sobre esta región desde la noche del pasado lunes y hasta la mañana del día siguiente, provocando inundaciones y deslaves en comunidades de Chapala, Tuxcueca e Ixtlahuacán de los Membrillos.
Centenares de familias amanecieron bajo el agua o el fango que escurrieron desde lo alto de las montañas que bordean el lago; decenas de casas sufrieron daños; múltiples vialidades, comenzando por la carretera panorámica, quedaron bloqueadas con toneladas de tierra, piedra y árboles.
Dada la magnitud del desastre, sorprende el saldo. Por lo menos en el oeste de Ajijic, en la zona de La Canacinta, una treintena de familias sufrieron daños severos en sus propiedades, pero afortunadamente no hubo heridos ni pérdidas humanas que lamentar.
Queda como tarea de las autoridades determinar por medio de peritajes profesionales, si en esta lamentable situación se involucran desarrollos inmobiliarios y construcciones indebidas. Lo que sí es una realidad es que históricamente los arroyos que dan cauce al agua que baja del cerro durante el temporal han sido indebidamente convertidos en vialidades, lo cual pone en riesgo a las viviendas aledañas cuando se dan este tipo de incidentes.
Lo que también vale la pena resaltar, es la gran solidaridad que en la región se activó desde el amanecer. Además del despliegue de cuadrillas de policías, bomberos, personal de protección civil y de empleados de diversas dependencias del recién estrenado Ayuntamiento de Chapala, cerca de un centenar de voluntarios participaron en las labores de rescate y remoción de escombros en la zona.
La comunidad de extranjeros residentes también se organizó de forma inmediata para donar víveres, ropa, herramientas y dinero en efectivo, tanto para los damnificados como para el personal que aún sigue trabajando en la rehabilitación del área que resultó afectada. Ante el nulo apoyo del Gobierno Federal y el apoyo a cuentagotas del Gobierno del Estado, vecinos y gobierno local pudimos enfrentar la contingencia.
Es tal la solidaridad de esta comunidad, que el albergue que se instaló en el Centro Cultural de Ajijic para recibir a los afectados no se utilizó, ya que ellos fueron recibidos por parientes y conocidos. Lo que sí, se tuvo que generar un operativo para garantizar su alimentación, algo de ropa, cobijo y sobre todo, la limpieza integral de sus hogares.
Menudo susto nos sacó la contingencia. Que sirva como un llamado de atención sobre el poder de la naturaleza y lo frágil que somos.
Instituto Terranova.
Arturo Ortega. – Se ponen las pilas. Luego de las afectaciones provocadas por las intensas lluvias en el municipio de Chapala, el Instituto Terranova se ha abierto como un centro de acopio, en apoyo a las familias que han perdido sus pertenencias durante la tormenta de la madrugada del 5 de octubre, que afectó a varias poblaciones ribereñas.
“A partir de los deslaves ocurridos esta mañana, en los municipios siniestrados de Jocotepec, Ajijic, San Juan Cosalá y San Luis Soyatlán, el Instituto Terranova se suma a recolectar víveres, artículos, cosas de higiene que puedan donar a personas que se quedaron sin nada o que perdieron sus bienes”, publicaron en un comunicado, que se difundió en redes sociales del colegio con sede en Ajijic.
Artículos no perecederos, de higiene personal y de limpieza se requieren en este centro de acopio, ubicado en la calle Río Papaloapan #19, Fraccionamiento Rancho del Oro de Ajijic, para brindarles a las familias afectadas por los fenómenos naturales.
The image of St. Francis of Assisi went on its route accompanied by few parishioners, in addition to the guilds that stand guard for him every year.
Jazmín Stengel: Although the ecclesiastical authorities asked people to watch the procession from their homes online, «on the very day» of the festivities, October 4, the people of Chapala opted to hire their own norteño band and celebrate their patron saint San Francisco de Asisi, as they do every yea in front of the parish church of Chapala,
Due to the pandemic this year there was no party or children’s bouncy castle, but that did not stop a group of young people to celebrate as usual, with a norteño band they hired. The band Loma Santa which usually accompanies the saint every year on his journey) left after playing a couple of songs in front of the esplanade after mass.
The procession of the «mero día» was led by Danza San Francisco, followed by Danza San José, both from Chapala, and finally, Danza Quetzalli del Señor de la Salud from San Luis Soyatlan. The Mariachi Aguila, who for the seventh consecutive year accompanied the saint, could not miss the event either, as well as the marching band San Francisco de Asisi with a special guest, the Marching Band of the Señor de la Misericordia de Ocotlán.
This was how the guild of San Judas Tadeo closed the festivity o San Francisco de Asisi, the patron saint of Chapala, t a muted celebration, but the date was not left unnoticed by the people of Chapala.
Translated by Patrick O’Heffernan
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