Por: Fernando Davalos
El pequeño compacto que nos transportaba estaba ya por llegar a la casa de Félix, el último de los integrantes de Nuevo Camino que subiría para apretujarse con el resto de la comitiva. La madrugada estaba iniciando un poco tensa debido a que íbamos retrasados rumbo a nuestra cita con nuestra querida generala, la Virgen María de Zapopan en aquel frío 12 de octubre.
Eran ya las cuatro y media de la mañana y desconocíamos por ser aquella nuestra primera romería, si debimos haber llegado más temprano aun a la catedral de Guadalajara debido al enorme número de personas que año con año se congregaban en un número cada vez más creciente a sus alrededores y sobre la avenida 16 de Septiembre de la ciudad para acompañar a su Virgencita.
Para colmo, al llegar a la casa de Félix, la encontramos completamente a oscuras y sin vestigio alguno de su presencia pues ya debía estar esperándonos en la banqueta. Alicia, que manejaba su pequeño compacto, salió con rapidez del mismo a investigar y escudriñar por sobre la baja barda de ladrillo que delimitaba el jardín de Félix para ver si lograba ver actividad o luz en su habitación.
Repentinamente y surgido de la nada, Félix cayo de un salto justo al lado de Alicia quien se llevó un susto mayúsculo. Todos reímos ruidosamente ante la ocurrencia de nuestro querido compañero quien estuvo tranquilamente esperándonos en medio del frío y la oscuridad más completa encaramado sobre su barda para simplemente descender de la misma con un salto felino en cuanto vio a Alicia acercarse.
Aquel fortuito y chusco evento disipo por completo la tensión del momento y nos ayudó a encarar nuestra jornada con buen ánimo. Apretujados viajábamos, Krista, Alicia, Rosana, Tomas, Félix y Agustín.
Al irnos acercando a la catedral pudimos reconocer de inmediato los rítmicos y ancestrales sonidos producidos por los tambores de los grupos concheros que estaban organizados en “mesas” o comunidades y dirigidos por “capitanes” según la tradición prehispánica de origen Chichimeca que está unida históricamente a los ritos solares de la nación Náhuatl.
Varios grupos de Concheros estaban ya danzando afuera de la Catedral ya que siempre han tenido una importante participación en la romería que camina con la Zapopana desde la Catedral metropolitana hasta su santuario en la Basílica de Zapopan rindiéndole con ello todos los honores y tributándole todas las muestras de amor y afecto de que es digna merecedora.
En esta ocasión seria el conocido y respetado grupo de concheros de los hermanos Plasencia quienes tendrían el honor de ir con su mesa por delante de la romería. Nos llevó al menos otra media hora hacer el recorrido desde la Casa de Félix hasta que por fin logramos no sin dificultades -a pesar de la temprana hora- encontrar un espacio donde estacionar el carro de Alicia en las inmediaciones de la catedral. Expectantes y silenciosos salimos del vehículo. Eran ya las cinco de la mañana.
El día del sincretismo nacional
Era este un día de oportunidad espiritual por muchas y validas razones: Se celebraba el día de la raza, el día del sincretismo en nuestra nación. El alma poderosa y ancestral de nuestro México había sabido a través de enormes sacrificios, sintetizar lo mejor de los sagrados elementos que unen a nuestras dos culturas y la romería de Zapopan junto con otras romerías y celebraciones religiosas en nuestro país, constituían un importante testimonio religioso, mágico-ritual de la fusión creativa y complementaria de lo más sagrado que nos sustenta desde hace milenios.
Concheros, organizaciones religiosas, clubes de admiradores de nuestra señora de Zapopan, contingentes a caballo, organizaciones de oración del santo rosario, feligreses católicos, diversos grupos de oración, ordenes monásticas de hombres y mujeres, monjas, sacerdotes, diáconos, seminaristas, presbíteros, ancianos, niños, participantes de todas las denominaciones, comerciantes y vendedores, curiosos y escépticos, sin olvidar las infaltables representaciones del mal con sus chamucos y demonios con látigos; todos asistían congregados alrededor de nuestra querida generala, nuestra señora madre María de Zapopan, la madre del Dios vivo.
Nuevo Camino, cuyo objetivo primordial busca la fusión creativa y respetuosa de lo mejor de nuestras dos culturas madres a través del mestizaje del que somos participes, no podía faltar en ese día especial en el que las poderosas y telúricas energías de tipo masculino que estaban depositadas en la catedral Metropolitana de Guadalajara eran transportadas a la Basílica de Zapopan de manera segura y fervorosa por una multitud de creyentes que acompañaban a su generala a su casa.
En ese día especial, las energías de tipo masculino con sede en la catedral metropolitana y las de tipo femenino cuyo asiento era la Basílica de Zapopan lograban equilibrarse en beneficio de todos los habitantes de la región.
Estas visitas han venido realizándose cada año desde el 20 de mayo hasta el 9 de octubre a través de todas las parroquias de la ciudad de Guadalajara. Esta tradición inicio en 1721 cuando las visitas de nuestra señora disminuyeron sensiblemente una epidemia causada por un virus mortal que estaba matando a miles de sus habitantes. Esta caminata ritual, es la culminación de las visitas que la Zapopana ha realizado desde 1721 a todas las parroquias de la ciudad de Guadalajara, llevando de parroquia en parroquia su energía característica y sus bendiciones y recibiendo y transmutando las energías específicas recibidas en cada parroquia para concluir después su sagrado peregrinaje en la catedral Metropolitana.
La representación de la Zapopana es una bella y pequeña escultura de la inmaculada concepción de la Virgen María que fue un regalo del franciscano español Fray Antonio de Segovia y que lleva el nombre del santuario donde se le venera hoy dia, en el viejo asentamiento conocido como Zapopan, que proviene de la palabra Nahuatl, Tzapotl o “lugar entre arboles de zapote”.
Este asentamiento fue habitado desde 1160 por familias de origen Maya, Zapoteca y Náhuatl y fue dependiente del Señorio de Tonallan de origenes Chimalhuacanos. La Zapopana fue hecha con madera y corazón de maíz probablemente a petición de Fray Antonio por indígenas de la nación p’urhépecha or Purépecha perteneciente al antiguo Señorío de michhuacan (hoy dia estado de Michoacan en México) y fue traida por este devoto franciscano al entonces reino de Nueva Galicia (hoy estado de Jalisco en Mexico).
En 1724, la Zapopana gracias a sus constantes favores y milagros fue oficialmente llamada y honrada como la santa patrona y protectora de la ciudad de Guadalajara contra rayos, tormentas y epidemias. Desde entonces, la Zapopana ha recibido muchas otras distinciones como milagrosa, pacificadora, estrella de la evangelización, generala de armas y protectora del estado de Jalisco, reina de Jalisco y madre de la ciudad de Guadalajara.
Busca la continuación el próximo viernes en esta página de internet.
Corría el año de 1510 cuando el jefe de Poncitlán, llamado Chapalac, tuvo diferencias con el cacique natural de los coca, lo cual originó que emigrara hacia otro lugar. El grupo tribal Chapalac llegó a un poblado con sus guerreros y familias, y como hojas secas del tiempo otoñal, gobernaron el poblado adjudicándole el nombre del jefe, tan temido como respetado, “Chapalac”. Desde entonces, “Chapalac” significa lugar de chapulines sobre el agua, o, en lengua indígena coca, “Chapantl, que significa lugar empapado.
El guerrero Chapalac entró a estas fértiles tierras y generosas con pie derecho. Pero esa buena suerte no duró mucho, ya que su primer descendiente fue una mujer. Ella sufrió desde el instante mismo que arribó a la vida, y aún más con las maldiciones que su padre pronunciaba cuando veía su raro semblante. La madre de esa niña excepcional murió en manos de Chapalac, quien ocultaba muy bien su instinto diabólico y perverso.
La niña estuvo escondida desde que nació entre las cuatro paredes del jacal. Nunca contemplaba las abejas con traje de terciopelo, los pajarillos libadores, las hacendosas hormigas y la yerba silvestre que crecía a las orillas del espejo nacarado, ni podía comer moras ni agüilotes del campo. Nunca cruzaba palabra con nadie, no sabía hablar. Sumida en soledad creció y se hizo mujer.
Chapalac era perverso como el mismo demonio. Uno de sus mejores hombres, Tezontli, ultrajó y embarazó a la ya adolescente y fea hija del jefe, y éste reía al escuchar lo ocurrido.
Esa mujer de sentimiento noble y de insoportable presencia para el gran jefe no conoció el odio, hasta mucho tiempo después. El sentimiento de la semilla que implantara Tezontli se hizo eterno. Viéndola Chapalac, su padre, en ese estado se doblegó un poco, dejándola salir a lavar a la laguna, después de que las demás mujeres regresaran.
El día del alumbramiento fue inolvidable para ella. Estaba en la laguna cuando la tarde asfixiaba el término de la jornada. Ese día, por suerte o por fatalidad, entre masa de agua, piedras de lavadero y lirio, se escuchó un chillido agudo. Cuando tuvo a la criatura en sus brazos, un grito de angustia y terror hirió al horizonte, seguido de unos sollozos lastimeros. Observó a la criatura descubriendo una leonada melena, algunos dientes, pelusas en su tierna faz y ojos vivaces. Ella abrazaba a la niña cara de bestia, soltaba el llanto y la risa al mismo tiempo, pues intuía el destino de esa inocente con apariencia monstruosa.
Pero nadie entendía nada. La rara mujer ocultaba su criatura muy bien. Cuando salía por comida o a lavar, siempre le gritaban en su lengua natural: “Malos espíritus, agárrenla fuerte, muy fuerte, no la suelten”.
Al ver tanta injusticia, huyó con su hija en una canoa de carrizos hacia la isla conocida hoy como la Isla de los alacranes.
***
Vivió muchos años el jefe Chapalac, padre de la mujer de rostro feo y cuerpo de ninfa. Los indígenas del poblado contaban la historia de dos mujeres, una joven y una más vieja, ambas con caras maravillosamente feas. Se decía que en cualquier sitio y a la misma hora se veían vagando por la orilla de la isla.
Decían que todas las noches espantaban a los indios pescadores que pasaban cerca de la isla, además si algún valiente intentaba sorprenderlas, terminaban en las entrañas de esas mujeres-bestias.
***
Después, sólo quedó el vaho de un recuerdo. Los indios del poblado Chapalac, con cierto respeto y temor, hicieron una escultura de gran belleza artística, que reflejaba la cara de un león con el cuerpo de mujer, en honor al sufrimiento de esas mujeres horribles. El costo de esa obra era invaluable, pues atraía a “los malos espíritus”, y, así, ya no se esparcían por el poblado.
***
La escultura estuvo aproximadamente hasta finales del siglo XVIII, custodiando la calle principal de la ya ahora ciudad de Chapala, Jalisco. Quizá permaneció allí por temor y respeto, o bien, para no dispersar “los malos espíritus”.
En San Juan Cosalá aún existe un viejo relato entre los ancianos, en relación a esos grandes y frondosos árboles de hoja ancha, parientes de los llamados árboles de hule, conocido popularmente como “zaláte” (tzal-atl). Estos árboles abundaban entre la humedad cercana a la orilla de la laguna. Se trata del legendario relato “zaláte de los monos” del cual hace mención mi amigo y colega pintor Isidro Xilonsochitl oriundo de ese pueblo y otras personas más.
Cuenta el mito que había un gran zaláte muy frondoso en la orilla de la laguna y que los antiguos le arrojaban ofrendas en sus raíces. Infinidad de artefactos de barro cocido y piedra esculpida como símbolos a la fertilidad. Una vez el nivel del lago subió bastante debido a fuertes tormentas, el zaláte quedo inundado y muchos de sus habitantes tuvieron que emigrar a las faldas del cerro. Posteriormente con el tiempo bajo nuevamente el nivel del lago y ese gran árbol volvió a ser visto con sus ofrendas entre sus raíces.
Para ese entonces decían que en San Juan Cosalá las mamás asustaban a sus niños que se portaban mal, les decían que en ese árbol de zaláte había una mujer vieja con su cabello muy largo, que salía de la laguna y se veía caminando por la orilla de la laguna a deshoras de la noche y que si sus hijos seguían portándose mal, esa vieja se los iba a llevar y los iba a ahogar. Hay quienes dicen que era la llorona de la laguna, la cual había ahogado a sus hijos y que muy en la noche se oían sus lamentos. Cabe mencionar que esta leyenda es muy popular en todo México, principalmente donde hay cruces, lagos y presas.
Parece ser que el concepto que se le atribuía a la fertilidad del zaláte de los monos y la leyenda de la llorona, dio origen al mito de una especie de mujer acuática que tenia que ver con la fertilidad de la laguna, conocido como “La Vieja Machis” donde la palabra machis viene de michi que en lengua natural es “michin” significa pez, de origen náhuatl y/o purépecha. Recordando que antiguamente la ribera del lago era parte del dominio tarasco. Está por ejemplo el exótico platillo del “caldo michi” caldo de pez, que con frecuencia se acostumbraba entre los pescadores, era una combinación de bagres, carpas, huachinangos y amilótes conocidos como charales blancos. Por consiguiente este mito esta emparentado con la fertilidad de variedad de peces que poseía la laguna, de ahí pudo haber venido la idea de que se le arrojaban ofrendas de barro al lago por su gran abundancia.
Por: Jesús Victoriano López Vega
En el cap. VI “Religion” de la Historia de la Provincia de Avalos del Virreinato de la Nueva España. Por Lucia Arévalo Vargas. “Se refiere al culto de la naturaleza, donde se le atribuye a la raza Olmeca, los cuales se introdujeron en los pueblos chimalhuacanos, al norte de la ribera del lago de Chapala. Considerando este culto como uno de los más primitivos en occidente que poco a poco tendió a desaparecer y que en los albores de la invasión hispánica, pocos eran los pueblos que aún los practicaban. Este culto tiene como característica primordial el rendir adoración especialmente a los elementos de la naturaleza, aire, fuego, agua y tierra elementos conocidos como: Tetrarquía Olmeca, atribuyéndosele a los pueblos de origen coca y tecos los cuales a su vez le rendían culto a los árboles”.
Bien pudo haber estado relacionado, por tradición a aquel frondoso árbol “zaláte de los monos” de San Juan Cosalá, y que a la llegada de los españoles este poblado era un gran reinado azteca, como lo mencionare posteriormente.
La historia de Occidente menciona que en esta región antes de la invasión azteca, el lago de Chapala estaba habitado por cocas (de origen tolteca y otomí) los cuales siempre vivieron en las orillas de lagos. Gran variedad de cerámica encontrada en la laguna tiene la representación de tlaloc (que bien los aztecas pudieron ser influenciados por los cocas) deidad del agua caracterizada por ojos redondos, nariz y boca con bigote y poco barbado, impregnada en ollitas y pequeños recipientes de forma cilíndrica tipo incensarios, relacionados a su vez a la fertilidad de la lluvia. Tomando en cuenta que anteriormente la agricultura dependía directamente de las lluvias, como es el caso de los idolitos con penachos en forma de mazorcas de maíz, encontrados estos con más frecuencia entre los pueblos de San Juan Cosalá y Mezcala, como lo menciona Exiqio Santiago, cronista de Mezcala, que hay gran variedad de representaciones de tlaloc en Mezcala y sus alrededores.
En la zona noroeste del lago hubo influencia náhuatl a la llegada de los españoles, (ruta Aztlan) como lo señala Rosa María Castillero en su obra Mezcala. “Antecedentes”. Cap. III. Origen étnico e histórico. pag. 75. “…el grupo coca estuvo ubicado en toda la ribera norte del lago de Chapala, compartiendo la zona noroeste con el grupo nahua” “…dentro de la zona había un enclave cazcan (azteca) y que abarcaba los pueblos de San Juan Cozalá, San Antonio Tlayacapan, Ajijic y el pueblo de Chapala”.
“La raza nahua que procedía del norte, surgieron de ellos los Toltecas, a la vez éstos se mezclaron con los Otomies, considerados como la raza más antigua del territorio mexicano, cuya cronología se remonta a la Edad de Piedra, hace diez a doce mil años. aC.” La mezcla de Toltecas y Otomíes dio origen al pueblo COCA. “Pobladores” cap. III Historia de la Provincia de Ávalos, Virreinato de la Nueva España por: Lucia Arévalo Vargas.
Cuando cursábamos el segundo semestre de preparatoria, llegó una chica de cambio desde Guadalajara que venía de la escuela Vocacional. Particularmente, portaba otra mentalidad y traía más competencias para la vida que las que había en nuestro pequeño grupo del 1ro “C”. Sin embargo, gracias a ese tipo de mentalidad, empezamos a ser amigas. En esa época conviví con pocas personas, ya que en los breves recesos me la pasaba ayudándole a doña Cata, que generosamente me regalaba un lonche para mi desayuno. Recuerdo a mis amigas: Clara, la inolvidable Sherry y casi al término de la prepa reconocí a mi pariente-amiga Yesenia Enciso. Únicamente tres, ya que después de vagar por algunos años, descubrí el valioso corazón de mi amigo Juan Manuel Rivera. Ellos, mis cuatro amigos, me ayudaron a seguir y validar mi sueño.
Sin embargo, la señora de manos amorosas, doña Adela Díaz, fue parte importante para que siguiera mi descabellado sueño: Tener una carrera y cuidar a mis dos hijos a la par. A ella le debo la tranquilidad económica y espiritual en mi segundo embarazo. Esa señora de generoso corazón y sabios consejos, alientó mi deseo de concluir mi metas. ¡Sí, doña Adela Díaz!, mamá de mi amiga Clara.
Los amigos siempre se enconan en la memoria, en los recuerdos y se reconocen a través de los años. A cada uno de ellos se les aloja en el corazón y se convierten en familia, se les recuerda de manera agradable y siempre se tiene algo nuevo para reír o llorar por Facebook.
A doña Adela, de figura bajita y de voz gentil, la conocí cuando Clara me invitó a desayunar a su casa, que estaba a espaldas de las ruinas de la Estación, hoy Centro Cultural, un día de 1994.
Las visitas se hicieron frecuentes. Mi hijo jugaba con sus hermanos y sobrinos, y nosotras nos desbordábamos platicando, escribiendo y pintando. La señora Adela estuvo fortaleciendo nuestras metas con varios consejos que cargamos en nuestras conciencias. Cuando nos desvelábamos para hacer alguna tarea, doña Adela nos llevaba una taza de café o avena, algún taquito para aguantar la desvelada o nos acompañaba con sus palabras diciendo que “todo el sacrificio tendría su recompensa”. Fueron muchas lunas que pasamos estudiando, pintando, escribiendo y en dilema filosófico hablábamos del futuro incierto que nos depararía la vida.
Por medio de Clara conocí a su mamá, a quien considero amiga, mujer sabia y chamana. Gracias a la causalidad de la vida pude conocer la bondad de su hogar y de sus habitantes. Todas la vacaciones llegábamos puntuales mis hijos y yo a la puerta de la Calle de Mezcala. Con esa gran familia convivíamos, viajábamos juntos, compartíamos el pan y las fiestas infantiles con mucha alegría.
Recuerdo que cada mañana, puntuales, desayunábamos en un pequeña mesa que estaba en la cocina. Eso nos hermanaba más. Las conversaciones salpicaban la comida con muchas ocurrencias y anécdotas. Todos teníamos oportunidad de conversar sobre cualquier tema, a fin de cuentas, reíamos como niños.
En cada navidad, doña Adela les obsequiaba a mis hijos un regalo, y como arte de magia aparecían en su árbol. Su ingenio y creatividad eran inolvidables. Ella misma confeccionaba muñecos de trapo para cada uno de sus nietos, a cada visitante o cliente de su bazar los atendía con esmero y fraternidad.
Cada día, las anécdotas nuevas eran el menú principal de su mesa. Recuerdo el día en que llegué de visita y ella estaba enferma, porque se le apareció un fantasma y la asustó. El fantasma traía un sombrero de charro y los genitales en la mano, además cuando le habló le dijo que se llamaba Leonildes. Con el paso del tiempo hice un cuento con esos elementos. Otra anécdota que tengo muy presente y siempre la repito, es cuando vio salir de la laguna un ovni y me dijo:
—Bero, no lo vistes.
—No doña, me hubiera hablado.
Ella describió el brillo metálico del interior del objeto volador. También, recuerda cuando matábamos patos y gallinas para el caldo y cuando nos divertíamos como niños ante la guerra de guayabas.
Hace unos días regresé a esa casa que acogió los juegos y llantos de mis niños. Recuerdo cuando fuimos a la Isla del Pato en busca de tumbas de tiro. Todos los recuerdos están enconados en mi historia de vida, perviven en mis cuentos y trasmiten la sinfonía de los desvelados.
Los recuerdos reverdecen cada vez que llego ante esa imponente puerta de madera, y al entrar al vestíbulo, en cascada cae sobre mí la nostalgia para aspirar buenos recuerdos. Aún están presentes las voces de los que se adelantaron, los fervorosos recibimientos, los gritos y pleitos de niños, la gratitud que tapiza cada uno de los recovecos de esa casa de Mezcala #20. Su voz sabia y paciente, rezábamos cada tarde el rosario, juntas íbamos a misa, al mercado, adonde nos invitaran puntales asistíamos. Nosotros, mis hijos y yo, éramos como una extensión de su familia. Cuando llegaba a su casa ayudaba en lo que podía.
Con mano generosa, doña Adela, me ayudó cuando estudié en la Universidad con dos hijos. Ella me proveía de algo de ropa, dinero y más que nada de su sabia palabra, para no dejar que mi sueño se fuera al vacío. Por eso, ante el trabajo difícil de varios años, fue una bendición conocer la generosidad del corazón de doña Adela Díaz.
Por: Eduardo Ramos Cordero
¿Qué pasó? ¿Por qué desaparecieron los alegres festejos en honor al santo titular de cada barrio? ¿Por qué razón está por desaparecer el cargo de San Sebastián, única mayordomía que se conserva desde la época colonial?
“En antes había muncha pobreza, pero muncha voluntad de los barrios. No dejaban sólo a los comprometidos nunca. Todos llevaban algo como gallinas, guajolotes, manteca, maíz, chiles, semillas… Muchas cositas pa’ la comidita del cargo.
»A luego, los amigos de los otros barrios subían a sus lomas a bajar la leña que s’iba necesitar, mientras los del barrio del festejado iban a ofrecerse para ayudar en cualquier quihacer o en lo que juera, porque, criatura de Dios, ¡era un trabajal bárbaro! Pero la verdá, qué rebonito, con tantas bromas, alegría y manos ayudando, pos ni se sentía que juera trabajoso.
»Qué gusto de celebrar a nuestro santo y embitar a los demás barrios y ofrecerles de lo mejor que tiniamos”.
Así hablan los ancianos de mi niñez. Narrando con nostalgia la pureza de aquellas tradiciones barriales de las que formaron parte siendo aún muy niños.
¿Qué pasó en escasos sesenta años en este tema?
Conforme la modernidad (en todos los campos) fue arribando, fue muriendo la solidaridad de los vecinos y los Cinco Barrios. Murió la preocupación por el esparcimiento que propicia unidad y salud mental. Se fue gestando el desgano, la apatía y el desprecio por lo nuestro.
La responsabilidad y el compromiso dieron paso al “ahí se va”, al “me vale”, al “me da lo mismo”, al “ahí que se las averigüen”…
Nos casamos con la idea de que “es bronca de los encargados. ¿Para qué andan de metiches?”. Y lo que es peor, acudimos a disfrutar la tradición, comemos, bebemos y disfrutamos, y nos enojamos si no nos dan o si nos piden mover alguna mesa o alguna olla. Nos sentimos indignados.
Todavía más los jóvenes. No sólo no cooperan, sino que echan a perder el esfuerzo de los organizadores aventando piedras, huevos podridos o llenos de harina en lugar de confeti.
¡Qué miseria de personas! ¿Quién puede seguir sosteniendo las tradiciones con esta calidad de jóvenes?
El comité del barrio de San Sebastián, encargado de la fiesta cada año y encabezado por la señora Irene Martínez, está cansado de toda esta irresponsabilidad y desprecio por lo nuestro. No le asusta la organización ni la obtención del dinero necesario; lo venció la falta de compromiso de gran parte del barrio y el comportamiento grosero de la juventud carente de identidad. Por lo que ha decidido dejar el cargo.
La edad y la enfermedad hubieran sido lo de menos si hubieran encontrado eco y compromiso en la totalidad de la sociedad de San Sebastián.
Ahora se van. Dejan el cargo y yo humildemente no puedo más que decirles gracias por su amor, por su trabajo. Es un privilegio ser su amigo y haber podido ayudar tan sólo un poco para que Ajijic siga siendo el pueblo de las tradiciones y la cultura.
Los que queden en el cargo tienen un gran reto, pero saben que no están solos; cuentan con el concejo del comité que entrega y con la ayuda de muchos y muchos amigos.
¡Enhorabuena, doña Irene y compañeros! Fueron valientes y nos enseñaron que sí se puede cuando se ama.
Miguel Cerna (Jocotepec, Jal.).- En el marco de las fiestas patronales, la cronista Aída Aguilar Pérez presentó en la Casa de Arte, Cultura y Tradición, la cuarta y última edición de su libro “Fotohistoria de Jocotepec, Jalisco”.
El libro es una compilación de 372 fotografías en la que se relata su respectiva historia. Al respecto, la cronista manifestó su agradecimiento a las personas que proporcionaron fotografías, como María Jara y John Frost. “Este trabajo se realizó por su contribución. Gracias a todos ustedes, y a aquellos que aportaron fotos”.
La cronista se manifestó contenta y satisfecha con el resultado de los más de seis años que ha dedicado a la compilación y documentación de las fotohistorias, trabajo que se dio gracias al estímulo de la gente, quienes, aseguró, la motivaron para hacer la cuarta y última edición.
“Me siento muy satisfecha. Me gusta contribuir con mi pueblo que lo quiero tanto. Es mi forma de manifestar que lo quiero. Todas las cosas que el pueblo me ha dado, que me ha formado… Es mi sangre, y para mí es retribuir todo lo que he recibido de él”.
Rodeada de artesanías, como las elaboradas con hojas de maíz en San Cristóbal, sarapes, huaraches, enfundada en un vestido azul que parecía un rebozo y adornada con vistosas joyas de plata, Aída Aguilar habló de “lo chulo” que es Jocotepec. Aunque también lamentó que la presentación haya sido un poco “árida”, debido a que no se contó con el material necesario para proyectar algunas de las fotografías que contiene el libro.
Durante la ponencia, la cronista relató diversas historias que sucedieron en el municipio en diferentes épocas, como el periodo prehispánico, colonial y contemporáneo. También habló de los edificios icónicos como lo es la iglesia del Señor del Monte y el estilo arquitectónico del que poco se conserva, siendo esto la causa de que Jocotepec no sea un “Pueblo mágico”, de acuerdo a su criterio.
A la presentación asistieron alrededor de 30 personas, entre ellas, Dionisio Sandoval, que asistió en representación de Pedro Vargas Ávalos, presidente de la Confederación de Cronistas del Occidente, quien se refirió a la cronista jocotepense como “un paradigma en su género”, y alagó su inquietud por contar las historias que envuelven al municipio.
También estuvo presente Jesús Orozco Cuevas, regidor de Cultura y el director de la Casa de Arte, Cultura y Tradición del Municipio, Carlos Cuevas Ibarra, quien remarcó la importancia de “conocer las historias de nuestros lugares de origen”.
Se imprimieron 100 libros, con un costo de 300 pesos, gracias a un financiamiento de mil dólares recibido de un ciudadano llamado Esteban Martínez, a quien Aguilar Pérez agradeció por hacer que fuera un poco más accesible. Además se anunció que el material será traducido al idioma Inglés por Miguel Chavolla.
Arturo Ortega (Chapala, Jal).- Luego de 37 años de albergar las instalaciones de la Preparatoria de Chapala, el antiguo edificio que se ubicaba en la calle Pedro Moreno fue demolido para dar lugar a una escuela donde se podrá estudiar la Licenciatura en Enfermería.
La demolición ocurrió el 11 de enero, luego de una ceremonia de despedida, a la que acudieron antiguos directores y alumnos, así como autoridades municipales.
El director vigente, Juan Ramón Álvarez López, honró los recuerdos y anécdotas en torno al edificio, y anunció que la escuela de enfermería tendría un costo aproximado a los 20 millones de pesos.
Álvarez López informó que inician las pláticas con el Centro Universitario de la Ciénega para que se impartan en el nuevo edificio las licenciaturas semiescolarizadas en derecho y administración.
En el número 95 de la calle Pedro Moreno, Francisco Cárdenas Rodríguez, director durante el periodo de 1977 a 1994, dio el último pase de lista a exalumnos, todos políticos que se encontraban en el momento.
Recordó que en sus inicios, la preparatoria no tuvo un terreno definido hasta 1978, cuando el Club Leones donó el edificio en obra negra.
La preparatoria que ocupó el terreno que hoy es la planta de tratamiento y estuvo en distintos lugares entre Chapala e Ixtlahuacán, fue construida con el trabajo del representante del patronato, Roberto Salcedo García y alumnos que trabajaron como peones.
“La prepa”, como se le conoce por generaciones, se regionalizó en 1994, y en 1998 se donaron los predios del “Campo Maracaná” y “El diamante”, donde se inició la construcción de las actuales instalaciones que se ubican en la calle Teófilo Silva, nombre del primer director que tuvo.
Con la construcción de más módulos, las instalaciones de Pedro Moreno sirvieron para albergar los talleres artísticos y materias optativas hasta que quedó en manos de la falta de mantenimiento y el vandalismo.
De los 45 años que tiene la preparatoria bajo la administración de la Universidad de Guadalajara, más de 30 generaciones guardarán el lugar que fue testigo de amistades, amores y conflictos que han quedado en la memoria.
En el recuerdo también quedarán los murales «La liberación de la humanidad» y «La conquista e innovación» del artista ajijiteco Jesús López Vega que figuraron en los muros del ingreso.
Fotografía de Refugio Salazar en la casa de la cultura de Jocotepec.
Miguel Cerna (Jocotepec, Jal.).- A un año de su deceso, se realizó un homenaje a Refugio Salazar, mejor conocido como “Cuco”, en la que se exhibieron 60 fotografías antiguas y parte de su equipo fotográfico. La exposición se realizó el pasado nueve de enero dentro de la Casa de Artes Cultura y Tradición del Municipio.
Como parte del homenaje, se mostró una biografía de “Cuco” Salazar a través de fotografías, que rememoraba diferentes etapas de su vida y diversas profesiones que desempeñó, como pastor de ovejas, agricultor, albañil, arbitro de más de 2 mil partidos y, por supuesto, fotógrafo, oficio que desempeñó por más de 57 años, de acuerdo a datos de Guadalupe Espinoza, uno de sus nietos.
Su hija, Ana María Salazar, manifestó que la familia se sentía orgullosa por el reconocimiento que se hizo al trabajo de su padre, puesto que aseguró que compraba las cámaras fotográficas con esfuerzo por sostener a su gran familia de 16 hijos, de los cuales tres ya se reunieron con su padre. Ana María recuerda al fotógrafo como “una gran padre” que siempre los apoyó “en las buenas y en las malas”, y, asimismo, comentó que el apoyo era mutuo.
El corte de listón lo hizo entre lágrimas su esposa, María de Jesús Alvarado Navarro.
Al homenaje asistieron alrededor de 80 personas, quienes no perdieron la oportunidad de buscarse o buscar personas conocidas en las fotografías.
Fotografías de personas, edificios, lugares, paisajes y equipo fotográfico, son algunas de las cosas que se exhibirán hasta el 30 de enero. Es posible comprar fotografías y postales a beneficio de su familia.
Foto: Miguel Cerna.
Miguel Cerna (Jocotepec, Jal.).- Como parte del ciclo de cine que se hace en la Casa de Arte, Cultura y Tradición del municipio, y previo al homenaje póstumo que se realiza al fotógrafo Refugio Salazar, mejor conocido como “Cuco”, se proyectó en la explanada del templo del Señor del Huaje una película que revive las fiestas del Señor del Monte en el año de 1988.
Los paisajes al iniciar el largometraje son el sello característico de Cuco, quien se dedicó a la fotografía por 57 años y al vídeo por 29. La película, que duró alrededor de dos horas, muestra la forma en que se celebraban las fiestas patronales hace 27 años a través de fragmentos del novenario previo a la procesión del Señor del Monte. En algunos clips, incluso, se escucha la voz de Cuco como narrador, explicando lo que captaba con su lente. Más de una risa sacaron las imágenes a los asistentes, por los vestuarios, carros alegóricos o personas que les eran familiares.
Algunos de los edificios más significativos del municipio lucen irreconocibles, algunos para bien, otros conocieron mejores tiempos; por ejemplo, el Mercado Municipal conservaba su estructura tradicional, y la Escuela Paulina Navarro lucía recién pintada, mientras que otras instituciones apenas vislumbraban su crecimiento, como el Centro de Estudios Tecnológicos en Aguas Continentales (CETAC 01) y la secundaria Ricardo Flores Magón.
A la muestra asistieron más de 100 personas, en su mayoría adultos mayores, quienes parecieron disfrutar más la película porque los niños jugaron durante la presentación. A María Vega le pareció “muy bonita”, porque, entre risas, confiesa que salió ella danzando. Junto con su esposo Francisco Gonzales, disfrutaron ver y recordar a familiares y amigos, algunos ya fallecidos. La pareja definió la sensación que les causó la cinta con una frase popular: “recordar es volver a vivir”.
“Lupillo”, uno de los nietos de Cuco dijo que su familia estaba muy agradecida y contenta porque hubieran tomado en cuenta a su abuelo, más porque se conmemora el primer aniversario de su muerte.
Fotos: Miguel Cerna.
© 2016. Todos los derechos reservados. Semanario de la Ribera de Chapala